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Silvia Clemente, el pasado jueves, en el momento en el que anuncia su marcha. Miriam Cacho-Ical
Personalismo

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La semana política deja el portazo de Silvia Clemente al Partido Popular regional, muy ruidoso por el nivel institucional que ostentaba, pero con un fallo clamorso por su parte: eligió mal el sitio para arremeter contra Mañueco

J. I. Foces

Sábado, 23 de febrero 2019

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La semana ha registrado en Castilla y León abandonos a nivel regional y local y 'me voy antes de que me echen', que en pocos días han concentrado ruidos ensordecedores, pero que como han venido se irán y a otra cosa, mariposa.

El caso más sonoro, el de Silvia Clemente, la ya expresidenta de las Cortes (a este cronista se le hace muy raro poner ex antes de un cargo de Silvia Clemente), que ha dimitido (a este cronista se le hace muy raro escribir el verbo dimitir en la misma frase que el nombre de Silvia Clemente) al llegar a la conclusión de que estaba en el partido equivocado, con el líder equivocado, en el momento equivocado y ante un futuro que se le presentaba equivocado. Por eso, dice que ha decidido irse del segundo cargo institucional de la comunidad. Vaya por delante el corolario de este análisis: Silvia Clemente no es de las políticas que se van de un sitio, a no ser que la echen; Silvia Clemente necesita la política para respirar. Por tanto, habrá Silvia Clemente para rato. Más aún si tenemos en cuenta que de la lectura de la carta de dimisión (¡qué gran puesta en escena habría sido si hubiera sabido elegir el lugar, sin salpicar a la institución!) se deduce un mensaje: 'Te vas a enterar, chaval!', advertencia dirigida a Alfonso Fernández Mañueco. Y todo, ¿por qué? Porque en dos años Mañueco le ha robado literalmente la cartera (política, claro) a Silvia Clemente. En dos años, Mañueco ha anulado a Silvia Clemente en el PP. En dos años, Mañueco no ha dejado a Silvia Clemente moverse en el partido. En dos años, Mañueco ha aplicado la máxima de que dos gallos no caben en el mismo corral y no ha hecho aprecio alguno a quien quería (no a quien más podía, que ya se ha demostrado que poder, lo que se dice poder, Silvia Clemente no ha podido) hacerle sombra en el PP de Castilla y León.

En marzo de 2017, Mañueco aceptó tener a la ya expresidenta de las Cortes (a este cronista se le hace muy raro poner ex antes de un cargo de Silvia Clemente) a su lado en el partido como redactora del programa electoral. Venía de cargarse a Antonio Silván en las primarias y en el congreso hizo lo propio con Silvia Clemente con el regalo envenenado de que sería la redactora de su programa. Todo el partido para él. Sin embargo, del entorno de ella en lugar de estudiar la jugada empezaron a lanzar sus adláteres el mensaje de que ella haría a Mañueco presidente; que sería ella la que pondría ideas y mensajes y él se limitaría a ejecutar lo que ella ordenase.

Y mientras se decía que ella decía, Mañueco actuaba. Mañueco puede olvidar muchas cosas (este cronista da fe de ello), pero la deslealtad, no. Es implacable con los desleales. Así que hizo un grupo de WhatsApp para comunicarse a la vez con sus más directos colaboradores en la dirección regional; incluyó, cómo no, al secretario general, Francisco Vázquez, quien en Segovia se las había tenido históricamente tiesas con Clemente y esta con él, al que nunca ha considerado intelectual ni políticamente a su altura (cada una pone el listón donde le apetece); al vicesecretario de Organización y alcalde de Burgos, Javier Lacalle, y al portavoz en las Cortes, Raúl de la Hoz, por citar a los tres más allegados. ¡Y dejó fuera a Silvia Clemente! Y eso que los adláteres de esta salieron del congreso regional que encumbró a Mañueco diciendo que ella era la número tres del PP. No lo sería mucho si Mañueco no la incluyó en el famoso WhatsApp.

Valga esta anécdota para ilustrar que la tan inigualable como efectista puesta en escena que protagonizó el jueves Silvia Clemente al dimitir (a este cronista se le hace muy raro escribir el verbo dimitir en la misma frase que el nombre de Silvia Clemente) no ha sido sino el estallido enrabietado de quien decidió dejar de aguantar y pasar al ataque. Los días previos a la dimisión, desde Génova se filtró que ya no le cogían el teléfono a Clemente aquellos con quienes ella se jactaba de tener línea directa. Nunca se sabrá si es así. Pero ahí, en la relación con Génova, se encuentra la gota que colmó el vaso de Mañueco. Los adláteres de Clemente también habían extendido convenientemente después de la victoria de PabloCasado que era ella quien tenía línea directa con el flamante presidente nacional y que, hombre, si alguien no había apoyado al palentino-abulense en las primarias eran Mañueco y los suyos.

El futuro de Silvia Clemente es una incógnita, por eso no sorprenderá que siga en política. Además, de la forma y el fondo del mensaje del jueves queda claro que tratará de provocar la máxima erosión a su expartido y su exlíder. ¿Acabará en Ciudadanos, como parecía negociar en esa preparadísima foto en un bar de un barrio de Valladolid con el siempre inquietante Pablo Yáñez? Allá Ciudadanos y sus fichajes, aunque mal conmienzo tiene Clemente si dirigentes como el candidato europeo Luis Garicano y el diputado Francisco Igea se están empleando a fondo para impedirlo.

No tardará en saberse el desenlace. Eso sí, Silvia Clemente debería repasar al estratega Sun Tzu en 'El arte de la guerra' y las recomendaciones sobre adónde conduce la cólera mal contenida, porque si su salida fue contundente en el mensaje, falló clamorosamente en las formas. Para decir lo que dijo no está la sede de la soberanía popular de los castellanos y leoneses. Institucionalmente, un gran fallo. Pero es que tampoco se puede dejar la institución que dice haber presidido con tanta entrega las vísperas de una fecha tan significativa como el XXXVI Aniversario del Estatuto y horas antes de la toma de posesión de los presidentes de los Consejos Consultivo y de Cuentas. Si critica las formas de otros, debería haber cuidado más las suyas porque ha debilitado considerablemente su mensaje.

En las formas ha vuelto a ganarle Mañueco: nadie es imprescindible, ha dicho. Y, ante el futuro de la ya excompañera de partido, le ha faltado preguntarse, como hizo Stalin a Laval cuando este le pidió que cuidase la relación con el Vaticano: «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?». ¿Cuántos ejércitos tiene Silvia Clemente? Eso sí, su salida del PP y su entrada ya veremos dónde despejará dudas: si era ella quien aportaba a la marca PP o si era la marca PP la que le aportaba a ella en sus éxitos electorales.

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