Las farmacias rurales, en peligro: «ayudas insuficientes» en un servicio «esencial»
La provincia de León tiene el mayor número de farmacias rurales de toda Castilla y León, pero la despoblación, el envejecimiento y la falta de relevo las sitúan en una situación crítica
Diego Nicolás Alonso
Lunes, 4 de agosto 2025, 08:21
En un pequeño pueblo leonés donde apenas quedan 200 habitantes -y muchos de ellos solo en el padrón-, una farmacéutica reparte medicación no solo en su localidad, sino también en los otros dos núcleos del mismo ayuntamiento. «Sabía a lo que venía, que esto iba a menos. En los once años que llevo aquí ha bajado mucho la población», relata. Aun así, decidió quedarse. Su farmacia es, muchas veces, el único punto sanitario disponible en la zona. «El centro de salud está casi sin médicos. La gente mayor se siente desvalida. Sus hijos no viven cerca. Es muy triste».
Esta no es una situación aislada. Según Montserrat Ávila, presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de León, la provincia cuenta con 322 farmacias rurales, la cifra más alta de toda la comunidad autónoma. De ellas, alrededor de 28 están catalogadas como viabilidad económica comprometida (VEC), lo que significa que su facturación anual no llega a los 200.000 euros. En la mayoría de los casos, eso implica un escenario límite: «Son farmacias que, si no reciben ayudas, están abocadas al cierre», alerta Ávila.
Una lucha constante por mantenerse abiertas
Los principales factores que están llevando a esta situación crítica son ya conocidos en el medio rural: la despoblación, el envejecimiento poblacional y la dispersión geográfica. A esto se suma el escaso margen económico que dejan los medicamentos. «Es que si no pedimos la ayuda, cerramos. Y aún con la ayuda, no da para vivir, es vergonzoso», lamenta la farmacéutica. Una de las muchas que reciben este tipo de ayuda en la provincia, y de las pocas que ha respondido al medio.
A nivel nacional existe un índice corrector del margen para farmacias con baja facturación, que beneficia especialmente a comunidades como Castilla y León. También se han firmado proyectos como Filandón, impulsado por la Diputación de León, mediante el cual las farmacias rurales preparan sistemas personalizados de dosificación para personas mayores, mejorando la adherencia a los tratamientos y el seguimiento sanitario. Sin embargo, Ávila cree que estos esfuerzos, aunque útiles, siguen siendo insuficientes: «Hay que volcarse en garantizar la continuidad de estos establecimientos. Son más que puntos de venta de medicamentos; son el primer contacto sanitario del paciente, sin listas de espera, y con atención continua incluso en condiciones adversas».
Un servicio imprescindible y muchas veces solitario
La labor de estas farmacias va más allá de lo estrictamente sanitario. «La gente se ayuda entre ellos», explica la farmacéutica. «Como no podemos legalmente llevar la medicación casa por casa, los vecinos se organizan». Cuando uno baja, recoge para los demás, así funcionan actualmente los pueblos con menos población. «Es absurdo que no me dejen llevarle el medicamento a una persona que tiene 80 años y no puede salir de su casa. ¿Qué esperan, que venga andando?», critica la profesional.
A la sobrecarga de trabajo se suma la falta de relevo generacional. «Los jóvenes no quieren asumir estas condiciones laborales tan duras», reconoce Montserrat Ávila. Aunque algunas farmacias sean sostenibles, el esfuerzo personal es «descomunal». En muchos casos el titular está solo, hace guardias diurnas y nocturnas «sin descanso», y no tiene sustituto «ni para tomarse una semana de vacaciones».
La consecuencia, según la presidenta del Colegio, es clara: un cierre progresivo de farmacias rurales si no se encuentran profesionales dispuestos a asumir ese relevo.
Más que medicamentos
El papel de las farmacias rurales en estos entornos va mucho más allá de la «dispensación» de medicamentos. Son, en muchos casos, el único punto accesible a kilómetros a la redonda, y su personal actúa también como «agente de salud comunitaria»: detecta problemas sociales, apoya a pacientes vulnerables, asesora sobre síntomas menores y facilita el uso correcto de los tratamientos.
Los colegios farmacéuticos continúan pidiendo nuevas líneas de financiación, tanto a la Junta como al Gobierno central, para sostener un modelo que, en muchos pueblos, es literalmente la última barrera antes del abandono sanitario total. «Vamos poquito a poco», concluye la farmacéutica. «Pero aquí seguimos, porque alguien tiene que estar».