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El lobo declara la guerra a los ganaderos leoneses. Apenas seis meses después de que la Junta notificase la prohibición de la caza del lobo al norte del Duero, se disparan los ataques y pone en alerta al sector ganadero de León.
Los datos oficiales lo avalan. La Junta de Castilla y León contabilizó 235 ataques, que afectaron a 355 cabezas de ganado, de las que 198 fueron de ganado mayor –reses y caballo- y 157 de ganado menor –ovejas y cabras-.
Unas cifras que representan un incremento interanual del 20%, frente a los 195 ataques que se registraron durante el 2017, en el que se contabilizaron 277 animales muertos por ataques fallecidos.
Un incremento que será significativamente más elevado al cierre del 2019, dado que la tradicionalmente la temporada de caza no arrancaba hasta septiembre. Son las cifras oficiales que, si bien, según alertan los ganaderos, no se ajustan a la realidad.
Es más, desde Ugal-UPA advierten que el número de ataques reales podría duplicárselo, rozando el medio millar. Eduardo Padierna, veterinario del sindicato agrario, recuerda que para denunciar el ataque de un lobo, previo aviso al guarda forestal, es requisito imprescindible que aparezcan los restos del animal.
Y, precisamente ahí, reside una de las graves trabas del ganadero para acogerse la indemnización, cuando buena parte de los ataques se centran en potros, terneros o animales de pequeño tamaño que el lobo arrastra al monte.
«Si no aparecen los restos, el ataque no queda registrado. No creo que las cifras oficiales alcancen ni al 50% de los ataques de lobos que se suceden en León», apunta Padierna, que advierte además del notable crecimiento de la población del lobo ibérico, no sólo en las montañas, sino también en Tierra de Campos.
Y, frente a un problema, una solución que no ayuda. La administración planteó al ganadero la contratación de un seguro contra el lobo, lo que supone, señalan desde Ugal-UPA, una situación «gravosa» para el ganadero, que se enfrenta a dos únicas opciones, desembolsar dinero en previsión a posibles ataques o bien cruzarse de brazos.
«Los ganaderos no quieren exterminar el lobo, es un patrimonio común y creen firmemente en que hay que cuidarlo, pero no puede ser que los gastos de esa protección repercutan solo en los ganaderos», señala Padierna, que recuerda además que las indemnizaciones «llegan tarde y son mínimas».
Uno de los territorios más azotados por el ataque del lobo es la montaña de Babia. En apenas dos semanas, Josefa, ganadera de La Majúa, ha visto como los lobos le devoran un potro de raza hispano-bretón e hieren a otra cría de apenas dos días.
Una realidad que constata el alcalde de San Emiliano, Basilio Barriada, que no oculta la preocupación que se ha instalado entre los ganaderos de la zona ante la creciente presencia del lobo incluso, puntualiza, en el interior de los pueblos. «En Torrebarrio se ha visto al lobo por medio del pueblo en medio de la noche».
Una solución que implica al ganadero cargarse directamente con los daños producidos de lobos y, por ende, de la protección de este animal. Al fin de cuentas, señalan desde el sindicato agrario, debería ser la administración, como propietaria del lobo, la que disponga de un seguro o unos fondos para poder indemnizar posibles ataques.
Una realidad preocupante, a la que, hasta la fecha, nadie parece ponerle coto y que, en un futuro podría poner en jaque la ganadería extensiva en León. De ahí, según trasladan los profesionales, de articular medidas que permita la convivencia del lobo con el ganado en los montes leoneses.
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