El camino hasta Fasgar es un trampantojo. Montañas verdes, un paisaje sin igual y la sensación de que la tranquilidad reina en los valles de Omaña. Pero todo cambia una vez se llega a Villapujin, la localidad previa a Fasgar.
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El olor a humo y el paisaje calcinado en el margen derecho de la carretera ya indica que se está accediendo a una de las zonas atacadas por el fuego en estas últimas jornadas dramáticas para León.
Un nuevo trampantojo ofrece el propio pueblo de Fasgar. Tranquilidad, silencio. La sensación de que todo está bien. Apenas se ven personas, ya que la localidad está desalojada, pero sí algún gato que sale al paso de la presencia humana. Una vez se llega al corazón de la localidad, un puesto de mando y algunos vehículos de la UME ponen de manifiesto que se está trabajando.
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Todo ello pese a esa engañosa apariencia de tranquilidad que se rompe cuando se mira a la zona occidental de la localidad y el humo y las llamas aparecen. Sólo bomberos forestales, miembros de la UME, agentes de la Guardia Civil y algún vecino que sigue prestando ayuda se mantienen en la localidad.
El fuego vuelve a amenazar al pueblo
«Esto es un sinvivir», explica Rosi Fernández a leonoticias. Esta vecina de Fasgar regenta un bar en esta localidad y en estos días se ha dedicado a echar una mano a los distintos retenes que trabajan en la zona, haciendo bocadillos y avituallando a estos bomberos.
8 de agosto
El fuego en Fasgar se inició ya el viernes 8 de agosto y lleva 12 días calcinando hectáreas y hectáreas de la Reserva de la Biosfera de Omaña y Luna.
Son 12 días de 'convivencia' con esta situación caótica y llena de vaivenes: «El fuego va, viene, se apaga, se enciende... estos días parecía que estaba controlado, pero de nuevo lo tenemos encima del pueblo«. Porque así ha sido el día a día de Rosi y de Fasgar desde el pasado 8 de agosto.
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Mientras Rosi relata a leonoticias cómo está siendo la vida en Fasgar con el fuego a escasos metros del casco urbano, el sonido de desbrozadoras que se escucha de fondo se detiene, acompañado de un par de voces: las llamas ganan metros, descienden por la ladera y se acercan aún más a las viviendas. «El fuego está endemoniado, con el viento cambia de dirección y está volviendo a meterse encima del pueblo. Estamos pendientes de las condicioens climatológicas», señala.
Al límite y críticas a la Junta
Llega entonces un helicóptero y realiza una descarga de agua sobre la zona que ocasiona una gran humareda pero parece, al menos de forma momentánea, detiene el avance de las llamas. En las últimas jornadas, ha aumentado el número de efectivos que actúan en Fasgar, «en estos días hay unas 30 ó 40 personas trabajando», pero sí sienten cierta sensación de abandono.
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«Hay personas aquí reventadas, trabajando 18 horas diarias. Apagan un foco, llegan al día siguiente y se ha encendido o reproducido en otro lugar», expone Rosi Fernández, que lamenta que muchas noches «nos hemos quedado solos, no ha habido retenes, y un fuego de estas dimensiones no puede quedarse sin efectivos por las noches». Y de ahí esa sensación de «abandono e impotencia». «Ha habido muchos errores y la Junta va a tener que dar muchas explicaciones. Se está quemando mucho terreno, fuimos de los primeros en empezar a arder y llevamos 12 días seguidos de fuego», reprocha.
«Tenemos bomberos que están reventados después de trabajar hasta 18 horas al día»
Rosi Fernández
Vecina de Fasgar
Esta vecina asegura a leonoticias que apenas ha dormido ni comido en estas casi dos semanas de lucha contra el fuego en la que avitualla con bocadillos a los bomberos, primero de forma voluntaria y más adelante con apoyo de la Junta. «No sé si hay más cansacio físico o mental», expone Rosi Fernández, que reconoce que se derrumbó este martes cuando visitó uno de los parajes más especiales del entorno de Fasgar, el Campo de Santiago, y se lo encontró calcinado: «Es dantesco lo que vi, no creo que vea eso recuperado nunca más».
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El drama de estas localidades
«Se está quemando la historia de nuestro pueblo, de nuestras familias», sostiene Rosi Fernández, que reconoce que la prioridad es salvar el pueblo de Fasgar, que difícilmente se recuperará de este drama puesto que su principal fuente económica, el medio natural, está quedando destrozado en una localidad que vive de la ganadería y del turismo rural.
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«Esto no va de colores políticos. Esto es un problema que va más allá. Las administraciones tienen que darse cuenta que los sistemas de extinción de incendios no están preparados para estos fuegos«, insiste esta vecina de Fasgar. Vuelve a sonar su teléfono, más activo que de costumbre estos días y acto seguido se va para preparar unos bocadillos, al filo de las 14:00 horas, para los bomberos forestales y militares que siguen defendiendo Fasgar de las llamas.
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Tras casi dos semanas de lucha contra el fuego, el incendio de Fasgar sigue en nivel 2. Se preveía que este miércoles se pudiera realojar el pueblo, pero la evolución de las llamas y su aproximación al casco urbano ha impedido que así sea. Y mientras, Rosi mira desde la ventana de su casa cómo la única ladera que seguía verde en este entorno mágico - y desconocido - se consume por las llamas: «Este infierno tiene que acabar ya».
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