José Luis Guerín encierra el mundo en un barrio de las afueras de Barcelona
'Historias del buen valle' conmueve en San Sebastián por su retrato del paisaje humano de Vallbona, un enclave en transformación por la emigración y el desarrollo urbanístico
José Luis Guerín (Barcelona, 1960) se toma su tiempo para rodar y estrenar. Debutó en 1984 con 'Los motivos de Berta', protagonizada por una adolescente que veía su vida alterada por el rodaje de una película en su pueblo. En 1990, 'Innisfree' regresaba, cuarenta años después, a los paisajes irlandeses en los que John Ford rodó 'El hombre tranquilo'. 'Tren de sombras' (1997) buceaba en la naturaleza íntima del cine. Cuatro años más tarde llegó la magna 'En construcción', uno de los trabajos más influyentes de las últimas décadas, que abrió las puertas a los documentales 'de autor'.
'En construcción' seguía durante tres años las obras de un edificio enclavado en pleno corazón del Raval, el antiguo barrio chino barcelonés, desde la cimentación hasta la llegada de los primeros inquilinos. Un espacio desaparece para dejar paso a otro. Para Guerín, la cotidianidad es el espectáculo cinematográfico más grande. Atento a la realidad, rodando siempre con permeabilidad, el director incorporaba al relato las miserias y grandezas del día a día. Su objetivo era abordar una transformación urbana, pero quedó fascinado por el paisaje humano.
'Historias del buen valle', la última cinta española a concurso en el Zinemaldia, sigue fiel a sus obsesiones y métodos de trabajo. Una exposición fotográfica en el MACBA sobre barrios de Barcelona hizo que el director conociera Vallbona (buen valle, de ahí el título). Encajonado entre el río Besós, el canal Rec, las vías del tren y las autopistas, este enclave de la periferia creció, huérfano de planes urbanísticos, con los emigrantes de aluvión procedentes del sur de España en los años del desarrollismo.
Familias que levantaban clandestinamente sus chabolas de noche y que se unieron y lucharon para que llegara el agua corriente y el alcantarillado. Una Barcelona que no sale en las guías turísticas y que pudo haber sido una Ciudad Jardín modélica en unos planes que truncó la Guerra Civil. Vallbona sigue siendo uno de los últimos barrios con huertas y descampados. Todavía quedan vecinos mayores, testigos del nacimiento de una periferia que, si sale en las noticias, es por algún suceso. La emigración ha cambiado radicalmente ese paisaje humano ante el que Guerín ha plantado su cámara durante tres años.
'Historias del buen valle' está producida por Jonás Trueba, heredero del talante libre e independiente del autor de 'En la ciudad de Sylvia'. Dura 122 minutos y exige paciencia al espectador no acostumbrado al tono moroso y contemplativo de Guerín, pero la recompensa merece la pena. 'El 47', triunfadora exaequo de los últimos Goya junto a 'La infiltrada', transcurre en el barrio contiguo,Torre Baró, y está protagonizada por los mismos vecinos. Pero si aquella era pura ficción, esta es un documental que se detiene en la belleza de la vegetación, en charlas y testimonios que resulta imposible que no nos conmuevan, aunque es cierto que a veces se alargan demasiado.
José Luis Guerín figura en los créditos no como director, sino bajo el rótulo 'work in progress', como si fuera un trabajo inacabado. Unas imágenes en Súper 8 y blanco y negro con la perforación del celuloide visible, en formato cuadrado, nos sumergen en Vallbona. Un anciano se emociona al recordar cuando bailaba tangos con su mujer en un espacio hoy tomado por la maleza;una familia india cultiva una huerta que será desmantelada por las obras de soterramiento del ferrocarril, que quizá supongan la estocada definitiva al barrio; unos gitanos cantan y bailan una rumba; dos amigas, rusa y ucraniana, hablan de la guerra; una abuela portuguesa enseña a su nieta los nombres de las flores; una mujer cuida del marido, que cada día pierde un poco la memoria.
La memoria y el paso del tiempo son los grandes temas de la filmografía de José Luis Guerín, que siempre encuentra la verdad en los márgenes. Su estilo documental tiene 'trampa': no se limita a plantar la cámara sin más, sino que a veces dramatiza las situaciones, como ese final en el que los vecinos que se bañan en el arroyo huyen por la llegada de los Mossos. 'Historias del buen valle' es una película profundamente humanista y política, en la que tienen cabida la solidaridad vecinal, el urbanismo desaforado, la ineficacia de la Admnistración, el choque cultural, el bullying, la invasión del turismo y la precariedad económica.
Historias de un barrio que vive de recuerdos, en el que cabe el mundo entero (se escuchan 14 idiomas en el filme) y que se encuentra perfilando una identidad que será la de los nuevos tiempos. Una película dedicada al cineasta Jonas Mekas, con el que Guerín mantuvo una correspondencia que llevó al cine, y autor de un aforismo que el director catalán lleva a la práctica: «La belleza está en todas partes, solo necesitamos aprender a verla».