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Sanna Marin en una imagen de archivo.
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La intimidad de cada uno es sagrada. La de todos. Punto. Por eso cuesta tanto entender la que se ha montado en Finlandia por el vídeo de Sanna Marin...

Miércoles, 24 de agosto 2022, 11:47

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La intimidad de cada uno es sagrada. La de todos. Punto. Por eso cuesta tanto entender la que se ha montado en Finlandia por el vídeo de Sanna Marin, que no estaba robando, ni rodeada de delincuentes, ni abrazada a corruptos o narcotraficantes.

Que en 2022 alguien tenga que dar explicaciones por pasárselo bien en su tiempo libre da una clara idea de cuánto sigue faltando para que podamos considerarnos una sociedad civilizada e igualitaria.

Pero así se las gasta la ultraderecha en Finlandia. No encuentran otra manera de hacer oposición que hacer ruido mediático y viralizar un vídeo privado porque no pueden soportar que su primera ministra -joven, carismática, ambiciosa, capaz, y encima mujer- no sólo arrase en las urnas sino que además se permita el lujo de ser una preciosidad y vivir y disfrutar de su tiempo libre como le da la gana: con amigos, bailando, riendo, cantando o haciendo el chorra.

Llevamos décadas viendo hacer literalmente el ridículo a mandatarios de todos los países y colores, incluso durante sus responsabilidades como representantes públicos. Hemos visto fotos y vídeos tremendos de las farras de Boris Johnson, y aquí no ha pasado nada.

Hemos visto las fanfarronadas de Trump, las salidas de tono de Berlusconi, las moñas lamentables de Yeltsin y de tantos otros. Hay rastros -más o menos lamentables- de cómo se lo han pasado en su tiempo de ocio Macron, Obama, Aznar, Felipe González, Gallardón o Albert Rivera.

También hemos visto fotos y vídeos poco afortunados de políticos de por aquí, ¿recuerdan? El cacique gallego, aquel tipo de Zamora, algún que otro representante de Valladolid o de León, empresarios y políticos que se ponen hasta arriba de líquidos y polvos… Pero aquí no ha pasado nada. Son hombres.

¿Cuánto tiene que ver la que se ha montado con que la finlandesa sea una mujer, sea joven, sea resolutiva y sea -además- guapísima y triunfadora? Todo que ver, me temo. Para mí, es innegociable que la vida privada de las personas, sean hombres o mujeres, sean políticos o no, es sagrada. A los representantes públicos debemos pedirles cuentas de sus quehaceres como políticos, no de lo que hacen y con quién cuando están disfrutando de su tiempo de ocio, si no interfiere en su labor.

A mí, dame políticos que cuando salen de sus despachos disfrutan de la vida todo lo que quieren y más, políticos que dan la cara cuando hay que darla, políticos que contestan tan impecablemente a las preguntas de la prensa como esta primera ministra: con rapidez, con claridad, sin dar rodeos y sin parapetarse tras uno de esos jefes de prensa que dan empujones a quien pregunta demasiado: «Es mi vida privada y ese vídeo no debería haberse difundido». Punto.

Dame políticos que sepan vivir la vida como les dé la gana. Que también sepan irse de fiesta cuando toca, que tengan su grupo de amigos para desfasar un rato en el karaoke, que tengan gente a quien abrazarse haciendo el bobo, que se hagan selfis si les apetece, que se tomen unas copas o unos mostos.

Dame a todos esos «vividores» que saben disfrutar de lo que no son responsabilidades oficiales y quítame a esa otra tropa que soportamos con tanto conformismo («porque todos trincan, no hay remedio») y que ya son manada: quítame a los jetas que sólo salen cuando les invitan (y casi siempre con quien les interesa para rematar el negociete), quítame a los que utilizan sus poltronas para ir colocando a media familia o a toda su pandilla de juventud, quítame a los que se esconden porque fuera de foco no tienen mucho que se pueda mostrar…

Pero Sanna es mujer. Vividora y disfrutona cuando toca. Y a ella sí se le pide un test de drogas que no superaría un elevado porcentaje de nuestros mandatarios, un test al que creo que no debería haberse sometido jamás, porque -aunque ha dado negativo- ya están los radicales con la cantinela: «lo ha trucado, no me lo creo, se pone hasta arriba seguro, se oye hablar de harina en el vídeo…»

No es el caso finlandés, pero hay otros vídeos (más comprometedores) que tampoco deben difundirse. Pasar el que ha circulado estos días de Ábalos, o el de Santi Millán, o el de Olvido Hormigos, o el de la trabajadora de Iveco (que se suicidó), o el de Pedro Jota en su día, o los de Rivera, o los de Óscar Puente, o el que hace unos días difundió un digital de dos discapacitados del Bierzo… es la misma mierda.

Recomiendo ver la serie 'Intimidad'. Sobre las consecuencias que tiene en la vida de otros la irrupción en su intimidad y los chantajes y extorsiones. Sobre la cara más repugnante de la política o el saber aceptar cuando alguien ya no quiere nada con uno.

Una serie sobre las mujeres. Porque, por desgracia, todo sigue siendo muy diferente cuando se trata de mujeres. Es lamentable, es triste, pero es una realidad: sólo hay que comparar cualquiera de los casos que conocemos y ver el juicio popular según el sexo del afectado. Si es un hombre,

un campeón; si es una mujer, cualquier exabrupto.

La intimidad es sagrada. Aparezca quien aparezca en esos vídeos que pululan por las redes de vez en cuando. Sea hombre o mujer. Sea de nuestra cuerda política o de la contraria.

Y otro detalle para reflexionar con esta serie, y con la vida política de aquí y allá: Que no se nos olvide nunca que la mayoría de estos juegos sucios son 'fuego amigo'. Ya saben, lo de «al suelo, que vienen los nuestros».

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