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Manoli Sevilla, vestida de árbol de Navidad, es la primera de la fila. Isaac Asenjo
Más de 24 horas de cola para ser los primeros en el Teatro Real

Más de 24 horas de cola para ser los primeros en el Teatro Real

El sorteo de Navidad es campo abonado para las supersticiones y la jornada que paraliza el país tiene historias que dan para alguna obra literaria

Isaac Asenjo

Madrid

Domingo, 22 de diciembre 2019, 09:08

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La irracionalidad es consustancial al humano. Cada 22 de diciembre la superstición y la ilusión te la vuelve a jugar de la misma manera. Porque por mucho que te digan que es más probable que te caiga un rayo a que te toquen las cinco cifras del sorteo de Navidad, uno sigue firme en aquello de la esperanza. Y claro, la magia vuelve a estrujar a la ciencia.

El Teatro Real es campo abonado para las supersticiones y la jornada que paraliza el país tiene historias que dan para alguna obra literaria. La España que madruga -aunque sea para ver a los niños de San Ildefonso cantar el Gordo- se concentra en la plaza de Oriente desde bien entrada la madrugada. En los aledaños hay gente que se mueve y otros que esperan. Entre estos últimos, hay muchos que hacen cola. Algunos llevan desde el viernes por la noche esperando para entrar. Entrarán todos los que están pero algunos quieren ser los primeros. Manoli Sevilla va caracterizada de árbol de Navidad con luces incluidas. Es la primera de la fila. Viene desde Ceuta y juega el 00001 y el 00010. «También tengo el 40040 porque dicen que es el que juega Casa Real», cuenta la mirada del grupo que la precede, que tienen hasta equipo de Whatsapp para citarse de cara a estas ocasiones. Tiene 82 años y advierte que «no hay números guapos ni feos, si tiene que tocar toca». Le escolta un 'Obispo' de nombre Juan López con el 53063. Viene desde León, donde regenta el bar Azaila, lugar en el que vende éste número con el que espera tener suerte. Por detrás sale el patrón de Irlanda con varios décimos de otras tantas terminaciones. Es Álvaro Pinazo, que viene desde Málaga desde hace ocho años, y lidera esta simpática cuadrilla de amigos de todas las edades. «Llegué el viernes a las 5 de la tarde y vamos haciendo relevos para estar en la fila todos», explica mientras que el mítico Mocito Feliz quiere protagonismo para contar que él también viene todos los años. Participa con el 06254.

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Unos metros más atrás se encuentra posiblemente el más pequeño de la cola. Alexis tiene solo quince semanas de vida y es sostenido por Yolanda, su orgullosa madre que acompaña además a su otra hija, Alexandra. Dice que son influencer, vienen desde Manzanares (Ciudad Real) y tienen su canal de Youtube, así como otras redes sociales: 'El Mundo de Alexandra'. Al paso sale la abuela, más orgullosa si cabe destacando que juegan el 13128 y que tiene un pálpito. «Es el de mi padre en paz descanse».

Según avanzan los minutos aquello parece más el Falla de Cádiz en plenos carnavales que el gran día de la Lotería. Porque hay quien llama a la fe en forma de disfraz y hay muchos que apuestan por algún atuendo llamativo para postrarse ante la fortuna. A los Santos estos días se les acumulan las plegarías. Pero humor no falta, desde luego. Algo primordial para aguantar el frío madrileño y el tiempo de espera.

A un lateral de la entrada del Teatro Real se agolpa el chocolate que reparte Loterías con sus correspondientes churros. Para los más rápidos hay estufas que hacen algo mejor la espera en la madrugada madrileña, que hace horas cambió el sirimiri por el frío helador. Los villancicos van y vienen. El ritmo de zambombas y maracas no para en los aledaños.

Se acerca 'Don Quijote de la suerte' y Sancho 'más bombo que panza' con el 0 a la espalda. «Este año entro y salgo con el Gordo», advierte el primero. Vienen de Móstoles y Aluche aunque dicen ser 'universales'. Cuentan que se acercan hasta el Teatro Real todos los años aunque uno de ellos, cada vez «más gordo».

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Todas las bolas están en el bombo, pero muchos invierten tiempo y esfuerzo en comprar un décimo con una cifra concreta. Otros por tradición. Enrique Alonso 'Vilches' lleva desde las 5 de la tarde del sábado esperando a entrar vestido de 'Sevillana' con su traje de luces. Acude al Teatro Real desde hace 20 años, «ahora al nuevo y antes al viejo», dice. Viene de Cebreros, el pueblo de Suárez y juega el 33574. «Es el número del bar del pueblo, hay que jugarlo por si le toca al resto y a mi no». Nada mas español que esto. Del mismo modo juegan Álvaro y Noelia, que vienen juntos desde hace seis años al sorteo. Ella vende el 60317 en un bar de Navas de Roa (Burgos), un pueblo de cerca de 200 habitantes.

Hasta la cita acude Luciano García, caracterizado de Franco. Con el 68671 lleva desde las tres de la madrugada en la cola. «Somos abonados a este número desde hace varios años, suelo venir disfrazado de algo que tenga relación con la política», explica, mientras cuenta que ha trabajado varios años en Moncloa en el tema de restauración. Le acompañan una decena de amigos. Mientras habla el exhumado dictador se oyen gritos de 'fuera fuera'. Unas veinte gambas, o gambones debido a su enorme tamaño, entran en escena corriendo de un lado a otro ante la atónica mirada de los que llevan esperando a la cola. «Gambas fuera». Llega hasta la Policía. Parece que tienen quien les guarde hueco. Se trata de una peña llamada 'Los Rodolfos' que vienen de distintas partes de España y cuentan con diferentes números y participaciones. Siguen de moda estos crustáceos en época navideña. Recientemente las autoridades sanitarias desaconsejaron chupar sus cabezas. Recuerden para las próximas cenas.

Y si protagonistas eran estos animales del mar, tampoco pasan desapercibidos un grupo de amigos que llegan como los chicos de 'La Casa de Papel'. La famosa serie de Netflix se sitúa también en la plaza de Oriente con el 61176 que llega desde Almería y Murcía. En kilómetros similiares ha recorrido Francisco Mur, de 74 años. Viene empapelado con varios décimos y terminaciones aunque el que realmente juega es el 73038. A unos metros está Pablo Alfonso García, madrileño que vive en Granada y que lleva desde las once de la mañana allí. Viene todos los años. «Delante mía no se cuela nadie», dice desafiante a las gambas este ex Guaria Civil que confía ciegamente en la terminación 55.

Y éste no quería que se le colaran las gambas, ahí de repente aparece un grupo de siete chicos y chicas vestidos de 'pollitos amarillos' con un enorme 00011 con el que quieren ganar y regalar carne de ave. «Venimos a montar el pollo, pero tenemos sitio más atrás, no queremos colarnos», explica Diego Rodríguez, que debe hacer frente a una serie de insultos como los oídos el pasado miércoles en el clásico del fútbol español.

La magia de algunas administraciones es solo marketing. Que toque más en unas que en otras es pura estadística. Obvio. A más ventas, más probabilidades. Aunque eso de la aleatoriedad le cueste a muchos entenderlo. Y el año que viene volverá la fe a los bombos y otra vez -la gran mayoría- perderá de nuevo. El dinero, la fe jamás.

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