Sala de la Audiencia Provincial de León. Campillo
Juicio en León

El perfil psicológico de un matricida: con traumas y postura hedonista

El cerco se estrecha sobre el único acusado de haber matado a Salomé en la Nochebuena de 2022 y los forenses ponen a Rubén en la diana

Viernes, 24 de octubre 2025, 08:22

Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, Trastorno del Aprendizaje a nivel escolar, comportamiento disocial de la personalidad y consumo de drogas. Esos eran los antecedentes que Rubén Torío, acusado de matar a su madre en la Nochebuena de 2022, tenía en su clínica.

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Una lista que, sin embargo, no se ha logrado apreciar en la valoración forense realizada tras el crimen. Para las perito que hicieron un análisis psicológico del hijo de Salomé el 28 de diciembre -cuatro días después del crimen- y uno posterior el 2 de marzo tan solo se ven «rasgos compatibles» con el aspecto disocial y el consumo de tóxicos, ambos «sin trascendencia cognitiva», es decir, discernía perfectamente entre el mal y el bien cuando, presuntamente, asestó 31 puñaladas a su madre.

El cerco se estrecha sobre el acusado tras la última sesión donde los forenses señalaron el estado mental del joven -en aquel momento con 20 años- y la aparición en la escena del crimen de huellas dactilares y pisadas que correspondían con las suyas.

Las psicólogas subrayaron una postura «hedonista» de Rubén, de una persona que busca el placer inmediato sin importarle transgredir la norma. «Le da igual lo de alrededor más allá de su persona», explicaron, aunque esto no altera sus capacidades y puede mantener los límites.

También descartaban la posibilidad de que sufra esquizofrenia, algo que él mismo dejó entrever en su declaración ante su abogada, recordando que los signos de esta patología «no pasan desapercibidos» y las médicos forenses podrían haberlo concluido. Y, además, señalaron, aunque sufriera un episodio esquizofrénico «las capacidades volutivas y cognitivas no se alteran».

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El informe fue contundente al afirmar, ante el jurado popular, que «ningún elemento indica que pueda haber inimputabilidad» porque, según la valoración médica, Rubén «no está incapacitado» para discernir entre el bien y el mal.

En cuanto a sus ingresos con clínica psicótica, estos episodios siempre han sido «breves» y vinculados al consumo de drogas, durante los años previos a los hechos, pero no se puede hablar de «trastorno por consumo de drogas» y todo se reduce a contextos lúdicos.

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Sobre el trastorno límite de la personalidad, esto supone una situación dañina «para sí mismo», como ocurría con el consumo de sustancias o apetito abusivo de comida.

«¿Está culpando a la madre?»

La letrada de la defensa ha relatado los episodios vividos por el joven durante su infancia para justificar el posible trastorno mental que sufre: con 6 años fue diagnosticado de TDH; con ocho de trastorno del aprendizaje; padeció una situación de cuidado parental anormal y modelo de familia irregular; con 9 años sufría cefaleas recurrentes e hiperactividad; a los 11 fue dado de alta en Psiquiatría por abandono de consulta; y a los 15 registró un informe de no medicación y trastorno de resistencia alimenticio. De ahí deriva la pauta de antipsicóticos como 'Ciprexa' que ha puesto de manifiesto la defensa, aunque las facultativas recuerdan que ese tipo de medicamentos también se utilizan para estabilizar el ánimo o inducir el sueño. Y ante la insistencia de involucrar a la familia en el estado mental del acusado, preguntaron a la letrada «¿quiere echar la culpa a la madre?», la asesinada, reiterando que Rubén tenía «capacidad de elección y capacidades perfectamente conservadas» en los días del crimen.

«Aquí no hay dialéctica que justifique el delito», reiteraron, recordando que el acusado se preocupaba en aquellos días por «que se iba a quedar solo», algo que le convierte en consciente de lo que estaba ocurriendo.

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