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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Efe
Trump supedita el bipartidismo a la ausencia de investigaciones

Trump supedita el bipartidismo a la ausencia de investigaciones

El presidente interpreta la pérdida de la Cámara Baja como una «gran victoria» para él

Mercedes Gallego

Corresponsal en Nueva York (EE UU)

Miércoles, 7 de noviembre 2018

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Ganar o perder, todo es cuestión de perspectiva. Durante la campaña electoral Donald Trump prometió a sus votantes que con él acabarían «hartos de ganar». Este miércoles demostró por qué. Mientras en 2010, tras perder también la Cámara Baja, Barack Obama admitió sin tapujos haber recibido «una paliza», Trump consideró los resultados «un éxito tremendo».

El mandatario ya no tiene bajo control las dos cámaras del Congreso, lo que le obliga a negociar la agenda con la oposición. Empezó este miércoles mismo, con su estilo de magnate inmobiliario aprendido en los casinos de Atlantic City. El nuevo mapa político que la líder demócrata Nancy Pelosi considera «una llamada a restaurar la salud de nuestra democracia» es, en opinión del presidente, la oportunidad para encontrar «un hermoso bipartidismo».

Con ese espíritu dice que pueden sacar adelante leyes de sanidad, medio ambiente e infraestructura, pero sólo si los demócratas no utilizan el poder adquirido en las urnas para hacerle la vida difícil con investigaciones sobre sus finanzas o manejos políticos. Por el contrario, si al obtener el control de los comités de la Cámara de Representantes deciden limpiar las cloacas del gobierno, Trump les amenaza con utilizar el del Senado para encontrar a quienes hayan filtrado información confidencial a la prensa durante estos dos años. «Yo soy mejor que ellos en ese juego», les advirtió amenazador.

De momento, Pelosi parece dispuesta a ser su socia. La primera mujer que fuese portavoz del Congreso de EE UU, y que previsiblemente repetirá en el cargo, representa el ala moderada del partido que ha triunfado en estas elecciones. Hubo candidatos osados que se atrevieron a hacer campaña con una agenda progresista y sincera que apostase por las causas sociales, como Beto O'Rourke en Texas, Andrew Gillum en Florida o Stacey Abrams en Georgia. Los tres perdieron, pese a haber generado un enorme entusiasmo entre las bases y recaudar una ingente cantidad de dinero.

Ese resultado es un aviso para el Partido Demócrata, que busca una hoja de ruta para las presidenciales de 2020. En política no hay segundos premios. Nadie se lleva nada por quedar muy cerca de la victoria. Y han sido los candidatos de centro derecha los que más plazas han conquistado, especialmente aquellos con antecedentes militares, «porque eso es algo que todo el mundo respeta», explicaba en Staten Island Fred Maley tras depositar su voto. Allí el veterano de Afganistán Max Rose arrebató al Partido Republicano el único distrito del Congreso que tenía en la ciudad de Nueva York, dejando al presidente sin aliados políticos en su ciudad natal.

Al menos 77 veteranos emergieron el martes de las urnas para sentarse en el Congreso junto a otros 15 que no han tenido que refrendar su asiento. En total sumarán 92, sin contar los diez que siguen pendientes de recuentos ajustados. Eso constituye el mayor pelotón de veteranos frescos desde las elecciones de 2010, cuando la ola del Tea Party incorporó a los guerreros de Irak y Afganistán. Tres de los nuevos son mujeres demócratas, pero todos los ojos están puestos en una republicana de Arizona, Martha McSally, de la que depende la situación de la cámara Alta. Allí los demócratas «no han ganado ni un solo asiento», se regodeó Trump. Su partido incluso ampliará la estrecha mayoría con la que jugaba hasta ahora. El 51-49 puede traducirse en 54-45, lo que le facilitará mucho la vida para confirmar cargos.

«Ha sido una gran victoria», se congratuló repetidamente en conferencia de prensa. Trump no estaba en las papeletas, pero se atribuyó las victorias de Georgia, Florida, Ohio, Missouri y cuántas plazas importantes ha ganado el partido con su ayuda. Para el mandatario estas elecciones eran una oportunidad de poner a prueba su tirón de cara a la reelección en la que trabaja obsesivamente desde el momento en que perdió el voto popular frente a Hillary Clinton. Una afrenta a su orgullo que espera subsanar en 2020.

En su camino se interpone el millón de mujeres que le aguaron la investidura y que en estas elecciones se han multiplicado para añadir a la cuenta demócrata 23 asientos en la Cámara de Representantes. Según las encuestas a pie de urna, las mujeres se inclinaron por el Partido Demócrata 59-40. Habría que remontarse más de tres décadas para encontrar otra ventaja femenina de 19 puntos. Esto incluye también a las mujeres blancas que favorecieron a Trump en 2016 y que ahora se sienten divididas. Un aviso para el mandatario, que pensó poder compensar la elección al Supremo de un juez acusado de intento de violación con el miedo a la caravana de inmigrantes. Jóvenes, educadas, multiétnicas y no necesariamente versadas en política, sino decididas a participar del poder que han ejercido ancestralmente los hombres. Ese es el aire fresco que traen más de cien mujeres al nuevo Congreso para los próximos dos años, en los que EE UU decidirá que tipo de país quiere ser.

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