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La pintura 'Huyendo de la critica' (1874), de Pere Borell del Caso, en la exposición 'Metapintura'.
El artista ante su espejo en el Prado

El artista ante su espejo en el Prado

'Metapintura' es un viaje de tres siglos al corazón de la pintura, de la modernidad a la contemporaneidad

Miguel Lorenci

Lunes, 14 de noviembre 2016, 16:41

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"Esta exposición es un espejo ante el que se mira el Prado, sus artistas y el arte". Así resume Javier Portús 'Metapintura', la ambiciosa muestra que con el explícito subtítulo de 'Un viaje a la idea del arte' acoge el Museo del Prado. Portús, jefe del Departamento de Pintura Española y toda un autoridad en el barroco y el Siglo de Oro, es el comisario de esta potente exposición que indaga en la esencia del arte, en cómo cambió su concepción y su percepción entre creadores, coleccionistas y espectadores a través de un recorrido de tres siglos, de principios del XVI a finales del XIX. Esto es, de la modernidad la contemporaneidad.

Velázquez y Cervantes son dos de su puntales, dos genios que se cuestionaron la función de la creación a través de sus obras maestras, del 'Quijote' y 'Las meninas', dos poderosas reflexiones sobre la esencia de la literatura y de la pintura, sobre el arte en sí mismo y la posición del artista. "Pero que nadie se equivoque; no estamos en un mano a mano entre Velázquez y Cervantes" advierte Miguel Zugaza, director del Prado. "Estamos ante un reto intelectual, un itinerario por la idea del arte, cuando esta se vuelve sobre sí misma, a través de la flor y nata del museo", precisa.

Y en efecto 'Metapintura' es una larga e intensa reflexión sobre el tema de la autorrepresentación del propio arte, y en especial sobre la pintura, que permite "releer" la colección del Prado y contemplar las obras articuladas en un contexto inédito a través de piezas maestras de Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez, Zurbarán, Murillo o Goya, entre muchos otros. Se inicia con un 'Cristo crucificado contemplado por un pintor' de Zurbarán y concluye con un conmovedor 'Cristo yacente' esculpido por Agapito Vallmitjana con el rostro del pintor Eduardo Rosales, y que evidencia el cambio de paradigma.

Este viaje al centro del arte, a su alma, se inicia con los relatos mitológicos y religiosos sobre los orígenes de la actividad artística en los albores de la Edad Moderna y finaliza en 1819, el año de la creación del Museo del Prado. Una institución concebida como templo de las artes, y que supuso, a comienzos del siglo XIX, la entronización de éstas como material útil a la sociedad.

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