Los incendios arrasan el futuro de la apicultura en León: «Aunque las abejas sobrevivan, el lugar ya no sirve»
Miles de colmenas calcinadas, bosques arrasados y un horizonte sin miel de bosque hasta dentro de 25 años, las secuelas del fuego en la apicultura
Diego Nicolás Alonso
Lunes, 25 de agosto 2025, 08:21
La ola de incendios que azota la provincia de León ha golpeado de lleno a la apicultura, uno de los sectores más singulares y reconocidos del territorio. Las llamas no solo han destruido miles de colmenas, sino también los bosques que sustentan la producción de mieles de prestigio internacional, condenando a toda una generación de apicultores a un futuro incierto.
«En León tenemos unas 40.000 colmenas y más de 160 apicultores profesionales, además de un millar de aficionados que complementan sus ingresos con la miel. A nivel provincial esto ha sido un desastre. Hemos perdido el medio natural», resume Nacho Rodríguez, responsable apícola de la Unión de Apicultores Leoneses (UAL). Las mieles de bosque, en especial las de mielada que nacen de las secreciones de robles y encinas, eran el sello de identidad de la provincia. «Eso era lo que nos hacía ganar premios internacionales, pero ya no lo volveremos a trabajar. Mi generación ya no lo verá. Habrá que esperar 20 o 25 años a que se recuperen esos bosques», lamenta.
La magnitud del desastre aún es difícil de calcular. Solo en la primera semana se estimaba la pérdida de unas 3.000 colmenas, una cifra que podría haberse triplicado. Para muchos, el golpe es irreversible. Álvaro Lobato, apicultor de Felechares de la Valdería, lo ha perdido todo: siete colmenares con 430 colmenas calcinadas. «Está todo 100% quemado. En diez años o más no se recuperará el monte. Ahora me toca tramitar muchísimas cosas», confiesa con tristeza.
«Una ganadería diferente»
Más allá de la pérdida material inmediata, el problema de fondo es el territorio. «Aunque las abejas sobrevivan, el lugar ya no sirve. Los robles y castaños de 80 años no se recuperan. Hay que buscar nuevos emplazamientos y eso es muy complicado, porque la provincia está saturada y hay que respetar distancias mínimas entre colmenares», explica Félix Javier Rodríguez, responsable de Miel Salvaxe. El fuego alcanzó el Morredero, donde mantenía decenas de colmenas. Pudo rescatar la mitad, pero ahora encara el reto de redistribuir las restantes en un Bierzo que se ha quedado sin espacios aptos. «La ganadería de abejas no es como la de vacas, que con las primeras lluvias ya tienen pasto. Necesitamos muchos tipos de flores durante todo el año, y en un monte arrasado eso es imposible», subraya.
Colmenas de Álvaro Lobato después del incendio de Castrocalbón.
Colmenas de Álvaro Lobato antes del incendio de Castrocalbón.
La necesidad de reubicar colmenas es la nueva urgencia. Javier Barreiro, de Miel El Ramayal, consiguió salvar las suyas a contrarreloj, trasladando 200 colmenas durante toda una noche, de 21:30 horas hasta las 5:00 de la mañana. Pero advierte que lo más difícil está por venir: «El humo apenas estresa a las abejas, el verdadero problema es que las zonas quemadas no tendrán pasto el próximo año, ni seguramente el siguiente. Como mínimo habrá dos años de impacto en la producción. Si encima no llueve lo suficiente, se prolongará todavía más».
El sector coincide en que la campaña de este año, «que ya venía siendo floja», se ha convertido en un desastre absoluto. Los apicultores reclaman apoyos urgentes de la administración para evitar el abandono de explotaciones familiares enteras: «Necesitamos serenidad y no sentir el mismo desamparo que hemos tenido durante los incendios. Esto va a arruinar a más de una explotación», advierte Nacho Rodríguez, que a diario recibe llamadas de compañeros que han perdido colmenas.
Lo que se ha perdido no son solo colmenas, sino la «esencia de la apicultura leonesa», los bosques que daban mieles oscuras y únicas, capaces de competir en los certámenes más exigentes del mundo. Ahora, la supervivencia del sector dependerá de la resistencia de los apicultores y de un futuro repleto de incertidumbre, en el que las abejas deberán emigrar para poder seguir produciendo.