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¿Qué dirá? Detalle de uno de los paneles de 'Kryptos', la escultura de Jim Samborn. cia
Cuatro textos que se resisten a los intentos de descifrarlos
¿Sabías que...?

Cuatro textos que se resisten a los intentos de descifrarlos

Domingo, 1 de marzo 2020

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  1. El libro que nadie ha conseguido leer

El Manuscrito Voynich es el clásico entre los clásicos de los mensajes sin descifrar. Su nombre viene del librero polaco Wilfrid Voynich, que lo compró en 1912, pero el volumen es mucho más antiguo: la vitela en la que está escrito se ha datado a principios del siglo XV. Las 240 páginas que han sobrevivido están profusamente ilustradas (con imágenes de plantas, constelaciones, mujeres desnudas...), pero, más allá de esos dibujos, el manuscrito resulta impenetrable, ya que usa un sistema de escritura desconocido. Eso lo ha convertido en una golosina para los amantes de los misterios y ha obsesionado a cientos de expertos. ¿El resultado de tanto análisis? Un montón de hipótesis: puede ser un libro científico en algún idioma real transcrito a un extraño alfabeto, puede que parta de un original encriptado para complicar su interpretación, puede tratarse de una insólita forma de taquigrafía, puede estar en una lengua inventada o, por supuesto, puede ser una broma de alguien con muchísimo tiempo libre. El enigmático manuscrito pertenece desde 1969 a la Universidad de Yale, pero la editorial burgalesa Siloé ha confeccionado un facsímil, igualmente bello e incomprensible, que cuesta 8.000 euros.

  1. El monumental secreto de la CIA

No deja de tener su lógica que uno de los códigos más intrigantes del mundo esté en el cuartel general de la CIA, la agencia de los secretos. La escultura 'Kryptos', obra del artista Jim Sanborn, se inauguró en 1990 en su sede de Virginia y, de inmediato, desencadenó una fiebre global por desentrañar los mensajes cifrados de sus cuatro paneles. Están escritos en el alfabeto latino e incluyen signos de interrogación, pero hasta el momento solo se han resuelto tres de los cuatro fragmentos: el tercero, por ejemplo, es un relato de la apertura de la tumba de Tutankamón. El escultor ha explicado que la escultura contiene «un enigma dentro de un enigma», de manera que la suma de los cuatro mensajes y de otros detalles de la escultura, como sus inscripciones en código morse, acabará planteando un nuevo acertijo. De vez en cuando, da una pista (la última, hace un mes, fue que el cuarto panel incluye la palabra 'noreste'), pero, con 74 años ya, acaricia la posibilidad de subastar la solución y que el nuevo depositario del secreto haga con él lo que quiera.

  1. Tres toneladas de oro, plata y joyas

Parece muy probable que todo lo que rodea al tesoro de Beale sea una elaborada invención, pero sigue habiendo gente que excava en su busca. En el año 1855, un panfleto desveló la supuesta existencia de una gran cantidad de oro y plata enterrada en cierta zona de Virginia. La historia resultaba rocambolesca y bastante sospechosa, pero el caso es que incluía tres textos cifrados: uno de ellos (el único resuelto) estimaba la fortuna oculta en tres toneladas de oro, plata y joyas; otro (sin resolver, pero quizá no tan estimulante) identificaba a sus propietarios originales, y el tercero (también sin descifrar) daba los detalles de la ubicación. Hay cerebros brillantes que siguen peleándose con el código y también gente más pragmática que hace agujeros en la tierra, por si acaso.

  1. Las cinco líneas del hombre muerto

En 1948, apareció un cadáver en una playa de Adelaida, en Australia. El caso del 'hombre de Somerton', al que jamás se ha identificado, sigue siendo objeto de investigación siete décadas después y ha dado lugar a incontables teorías, muchas relacionadas con el espionaje. Entre las múltiples ramas de este misterio, aquí nos interesa una: en un bolsillo del muerto había un trocito de papel impreso en el que se leía 'tamám shud' (en persa, 'finalizado'). Había sido arrancado de un ejemplar del 'Rubaiyat', la colección de poemas de Omar Jayam. Se logró dar con el libro mutilado y en él aparecieron cinco líneas manuscritas (una de ellas, tachada) con apariencia de criptograma. «WRGOABABD», dice la primera.

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