Empieza a parecerme inquietante a mí mismo que me sorprenda citando al alcalde de León como fuente de autoridad. Lo digo al hilo de que le preocupa más la subida de la tarifa de la luz que un apagón. Y a mí. Y a usted. Y a todo leonés que no cobre de las eléctricas. Uno se pasó buena parte de su vida política advirtiendo contra las políticas energéticas erráticas -como las del PP con la minería, ahora hago planes, ahora los quito- o erróneas -como la del PSOE con las térmicas-. Herrados, así, con h, estaban los que no quisieron ver la evidencia del encarecimiento de la electricidad que, de paso, perjudicaba con el cierre de las tres térmicas de nuestra tierra a la economía y el empleo de León.
Uno se desgañitó pidiendo visión a largo plazo del equilibrio -en España siempre desequilibrio- del mix energético, y clamando que la izquierda que se decía tan sindicalista votase a favor una proposición para tener una ley que blindase las térmicas. Lo de la dichosa descarbonización de la energía de Sánchez era suicida e iba más allá, más pronto y menos protegida que el plan de la Comisión Europea. Recordemos que se había fijado el horizonte del 2030 para quitar las térmicas, fecha que previsiblemente no se cumpliría. Por un lado, porque algunos, como Alemania, consiguieron una moratoria hasta 2038 y han inaugurado térmicas de última generación para las próximas décadas. Y otros porque, adalides irreflexivos de la transición injusta, como el gobierno socialista español, adelantaron del 2030 al 2020 el cierre, vendiendo la burra en León de que la UE nos iba a premiar con fondos adicionales. Cuando llegó el reparto nos vimos con el pelotón de cola. Como la noticia de un día tapa la del anterior, pueden ustedes irse a la hemeroteca de este medio y ver el reparto: para España el 4,1 % del dinero con 376 millones netos, los octavos; compárenlo con Polonia, primeros, con 7.500 millones de euros, un 26 %. Como negociación de la vicepresidenta de la cosa de la transición injusta, que continúa a pesar del desbarrahuertos de Sánchez con su propio gobierno, una filfa, oigan. El dinero, que iba a caer como maná en León y Asturias estará por Mazovia o Silesia. Ni esperar al 2030 ni recompensa, ni empleo directo en las térmicas ni indirecto en Compostilla, Anllares y La Robla. Eso sí, no vi las acostumbradas movilizaciones sindicales que tanto colorido le dieron al desastre de las ayudas a la explotación minera del PP; la cosa de la fraternidad de la izquierda apacigua mucho la tensión, llegado el caso. El caso es que aquí estamos, sin térmicas ni auxiliares y pagando la luz a precio del oro de Popayán y Antioquía que les llegaba a los Austrias.
Lo de la hemeroteca es una trastada. Me he encontrado en Leonoticias de noviembre de 2017 pidiéndole al PSOE que las térmicas siguieran abiertas. No me extraña que se cansaran ustedes de mí y yo de la política. Para clamar en el desierto prefiero pedir a mis hijos que vuelvan pronto, que esto tiene vuelta atrás y lo de la luz…
En el PSOE me dijeron que si la descarbonización, que si verdes las han segado, que si solo los dinosaurios estábamos en los combustibles fósiles y que si las renovables eran jauja. En Podemos, mucho más. La actual vicepresidenta del Gobierno de España, sí me estremezco al escribirlo, lo tenía clarísimo. Vaya por delante que me parece una persona cercana y afable, que aún no estaba pagada de sí misma al extremo de descender a compartir el aire que respira con los demás mortales, como el ministro Garzón, quien dice de sí mismo que es economista con la soberbia de quien se cree el último mohicano y considera que el resto de la humanidad son lepidópteros; claro, no son economistas. Los de Podemos decían que cuando alcanzaran el gobierno, en diez minutos -oigan que esa precisión no era impostada: ni nueve ni once, en diez minutos- arreglaban lo del precio de la luz. Era lo que iban a tardar en cargarse el sistema marginalista que nos cobra a precio de oro lo que es de latón, y a precio de renovable cara lo que es de nuclear barata. Han pasado diez minutos varias veces y lo que tenían clarísimo en la oposición parece un poquito más complicado en el gobierno. En un día iban a cambiar la tarifa eléctrica y a reformar las pensiones y ya ven ustedes cómo estamos.
Como no hay manera de almacenar a lo bestia la energía eléctrica, hay que casar varias veces al día la demanda y la oferta en el mercado ibérico, que sigue con lo de la manía marginalista de cobrarnos en el menú los entrantes y el pan al precio del plato principal. Ya se darán cuenta ustedes de que no se consume siempre lo mismo, por lo que hay que tener energías de base o de respaldo para todo momento y otras para atender a las puntas de demanda. Y en este planeta, desde la Cepeda hasta Sebastopol existe la puñetera tendencia de que no todos los días haya sol para los huertos solares, ni viento para las eólicas ni llueva para la hidroeléctrica. Y ahí nos crujen cuando se cargan las térmicas, más baratas al final que otras fuentes del mix, como sabía en León cualquier guaje de cuenca minera, que tampoco hay que ser economista de Harvard como el ministro Garzón, con el que no va el quebranto del consumo eléctrico de las familias. Los ciclos combinados no dan para más y el nuclear es cosa reaccionaria y peligrosa, entre Chernobyl y Fukushima.
Decía yo en 2017 que quitar las térmicas encarecería más del 9 % la factura de la luz al consumidor final. Me quedé igual de corto que cuando pronostiqué que el tercer donut de la mañana era el que me engordaba. Si usted o yo somos consumidores particulares igual tenemos que atajar la subida de la luz apagando más la del pasillo. Pero si es cualquiera de las industrias electrointensivas de León, esta subida representa salirse de los costes estructurales que se consolidan, de modo que la subida de la luz se come el margen de beneficios y te vas a la calle, porque el mercado se encargará de decirle a la multinacional de turno que deslocalice de Villadangos, de Ponferrada o de León a donde el gasto fijo sea más barato. Veremos cuántos empleos se pierden aquí por esto. Y eso que la subida de la luz se arreglaba en diez minutos.