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Símbolos

El Escudo de España, que data de la época de los Reyes Católicos, ha ido sufriendo cambios a lo largo de estos casi nueve siglos, unos cambios que resumen la historia de lo que somos

Viernes, 10 de marzo 2023, 15:59

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En el Estado de Derecho que nos hemos dado hay tres símbolos que nos representan y nos definen a todos, si, a TODOS con mayúscula: el Escudo, el Himno y la Bandera.

El Escudo de España, que data de la época de los Reyes Católicos, ha ido sufriendo cambios a lo largo de estos casi nueve siglos, unos cambios que resumen la historia de lo que somos.

Nuestro actual Escudo toma como punto de partida el de los Reyes Católicos, constituido por las armas de los Reinos de León, de Castilla y de la Corona de Aragón, a los que suma Granada, tras la conquista. Durante los reinados de los Austrias, de los Borbones y otros más anecdóticos como la Casa de Saboya y los Bonaparte, se van incorporando en cada periodo diferentes modificaciones propias de sus dinastías. Los convulsos siglos XIX y XX, con las dos Repúblicas y el régimen franquista, hacen aparecer y desaparecer de este símbolo algunos de sus elementos definitorios hasta que con la llegada de la Transición se regula en el año 1977- escenificando la ruptura con el régimen anterior- adoptando la forma que conocemos en el artículo 1 la Ley 33/1981, de 5 de octubre, del Escudo de España.

Por su parte, el Himno tiene su origen en un toque militar llamado «Marcha Granadera», de autor desconocido, que el Rey Carlos III declaró Marcha de Honor en 1770 y que, gracias a la costumbre y al arraigo popular, se erigió en Himno Nacional; así ha seguido hasta hoy con el breve paréntesis de la II República. Los compases de este Himno que no tiene letra, en su versión completa o breve, a muchos de nosotros se nos erizan el vello y nos hacen sentir el orgullo de ser españoles. He de confesarles que en algunos momentos de mi vida esa sensación se ha visto acompañada de una gran tristeza, como me ocurrió en el entierro de Gabi, el policía nacional asesinado en Kabul, en una abarrotada plaza mayor de La Bañeza, en la que aquellos compases sirvieron para confortarnos y poder entender un poco mejor una terrible pérdida que se cuenta entre la de todos aquellos héroes que han dado su vida defendiendo su Patria. Son de esas cosas que se quedan grabadas para siempre en la memoria como la bondad de sus padres, Presen y Andrés, y la lección de vida que en aquél entonces nos dieron a todos.

Y nos queda la Bandera. La Bandera de España que instituyó también el Rey Carlos III y sobre la que nuestra Constitución de 1978 dice: «La Bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las dos rojas». Por su parte, la Ley 39/1981, de 28 de octubre, afirma en su artículo primero que «La Bandera de España simboliza la nación; es signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución».

Que nuestra bandera aparezca así descrita en la Constitución resulta un hecho irrevocable y significa que el pueblo español en 1978 la adoptó como símbolo de nuestro país. Un símbolo físico de España que, como ocurre con el resto de las Naciones, ondea en los edificios oficiales, tiene un lugar preferente en los actos militares y se exhibe en los acontecimientos deportivos, último reducto donde el uso de la bandera parece «políticamente correcto» y no ofende ninguna sensibilidad.

Envidia dan aquellos países en los que se luce en cada casa con máximo orgullo mientras que nosotros hemos tenido que esperar a que se atente contra la unidad de la Nación para que en un arranque de patriotismo- pero del decente y no del que ahora aluden algunos de los que no saben qué significa esa palabra- muchas familias españolas la hayan colgado en sus balcones y ventanas revitalizando así los valores que emanan de la Bandera común.

Una bandera que cubre los féretros de los caídos, y ante cuyo paso, debemos inclinarnos levemente, significando el respeto que le debemos, como ella lo hace ante su Majestad el Rey que, conforme al artículo 56 de la Constitución «es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia». En este otro símbolo «inviolable»- tal y como se proclama en el artículo 3 de nuestra Carta Magna- se personifican España y los españoles y por ello solo ante él se inclina la enseña rojigualda, devolviéndole el saludo cuando revista las tropas.

La veneración de estos tres símbolos, como representación de los valores fundamentales de nuestra Nación, se convierte en un síntoma de la salud democrática. En contra, las faltas de consideración a lo que nos representa a todos los españoles, resulta preocupante y, a mi juicio, un indicio claro de que la sociedad en la que vivimos, o al menos una parte de ella, está francamente enferma.

Por ello, cualquier falta de respeto a la bandera común- que nadie debe apropiarse porque es de TODOS- al margen de las consecuencias penales que puede llegar a tener conforme a lo dispuesto en el 543 del Código Penal, constituye una agresión injustificable a la dignidad de los millones de españoles que nos sentimos representados por ella y lo que simboliza que, desde luego no hay que banalizar; y esto es lo que el otro día hizo Echenique cuando afirmó que «no es una novedad que los partidos independentistas tengan problemas con la bandera», añadiendo que «hay que respetar la ideología de todo el mundo». Justificaba así la actitud de una tal Miriam Nogueras de JxCAT- en la que he de confesar que yo no había reparado jamás- que consiguió su «minuto de gloria» apartando la bandera española en su comparecencia con la impunidad del que se sabe imprescindible para la acción de gobierno y con la tranquilidad de que quienes tienen la obligación constitucional de cumplir y hacer cumplir el ordenamiento Jurídico, una vez más, mirarían para otro lado.

Para más inri preguntada por los periodistas por el motivo de este despropósito aseguró que no quería tenerla cerca y que se sentía más representada por la bandera europea. Alguien debería explicar a esta indocumentada dos cosas. La primera que si la bandera europea ondea en el Congreso es porque nuestro país, España, al que representa su bandera, pertenece a la Unión Europea. Una Unión Europea que, por cierto, siempre se ha mantenido al margen de cualquier experimento independentista. La segunda es que, si tanto le molesta España, su bandera y, por ende, los españoles, tenga la decencia suficiente de renunciar a un sueldo que le pagamos precisamente aquellos contra cuya dignidad atenta. No imagina cuánto se lo agradeceríamos.

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