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A Sahagún se va y se vuelve por María

Las Edades del Hombre están en esta edición dedicadas a la Virgen. A ellas se va y se vuelve por María. Y a Sahagún, también.

Eduardo Fernández

Miércoles, 30 de junio 2021

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Me van a permitir una pequeña exégesis bíblica para decirles que yo creo que a Jesús se va y se vuelve por María, y a Sahagún también. Se inaugura la nueva edición de las Edades del Hombre, y como los leoneses somos muy nuestros, lo de menos son los ocho siglos de la catedral de Burgos y lo de más, que la Peregrina reluce espectacularmente para esta cita. Los de León sabemos que a los de Burgos con su catedral les pasa lo mismo que con la morcilla, que como no conocen bien la de León, creen que la suya es mejor, pero no. A la Peregrina le dediqué algunos de los mayores desvelos en mi olvidada vida política, porque tres lugares me quitaban el sueño, como si Pablo Iglesias fuese vicepresidente, que diría mi persona. Uno era Sandoval, donde con algunos miembros de Promonumenta viví un concejo inenarrable en el que la gente quería cobrar por arreglar la dichosa panera del monasterio, episodio que aún no he superado para comprender la idiosincrasia especial de un tipo de leonés que nunca está conforme con nada. Otro era Escalada, a cuenta de la electricidad y el centro de recepción, y el tercero todo Sahagún. Lo de Sandoval era peor, porque no deja de ser titularidad de la Junta de Castilla y León y difícilmente se puede hacer una labor pedagógica sobre la necesidad de mantener cuidado el patrimonio a los propietarios privados, o a la Iglesia Católica, cuando la propia administración competente para velar por ello mira presupuestariamente para otro lado. No me digan que no se lo he puesto fácil para los comentarios furibundamente leonesistas.

Sahagún no era la Peregrina, pero no podía serlo sin ella. Y el día que lo sea con San Benito en mejor condición, León habrá recuperado parte de un esplendor que no es una referencia histórica pasada, sino que debe ser un hito cultural presente y un recurso turístico de futuro. Pero algo es algo. Ya se pueden imaginar que a mí me puede lo de partido a partido, también para ir acondicionando nuestro patrimonio histórico-artístico más emblemático.

Saben ustedes, por confesión propia, que soy un meapilas considerable, seguramente ante el temor que me infunde que, con tanta maldad política pasada, pueda ir al infierno de cabeza. Con mucha sorna alguien me decía que lo malo de los cristianos en la política era que uno va, se confiesa, y vuelve como nuevo… para hacer la siguiente trastada a sabiendas de que le vuelven a perdonar. Pero lo del propósito de enmienda contará para algo, digo yo. De momento me he enmendado con la política, para tranquilidad de muchos, que me tenían atravesado siempre, y de mi familia, que me tiene atravesado por días. Y ahora recomiendo enmienda a otros, como a los responsables de la cultura y el patrimonio regional y autonómico. La lista de los lugares por los que estar contritos -y preocupados- en la provincia es extensísima. De muchos debería ocuparse en primer lugar cada propietario, sea particular, institución o administración. Y luego venir el dinero público, porque la cultura es un bien público irreemplazable para una sociedad digna de llamarse civilizada.

León ha ofrecido algunos ejemplos de colaboración público-privada inestimables en la recuperación del patrimonio. Empezando por el Sueño de la Luz en la catedral y más aún por la devolución de San Isidoro a la sociedad leonesa en condiciones de ser un espejo para gente de fuera. Es un buen camino. Apenas recorrido, pero buena senda para dejar a las generaciones venideras unas señas de identidad más asentadas en el pasado, de lo que sentirse orgullosos por encima de las divisiones políticas.

Habrá quien aduzca que la parte del patrimonio eclesiástico, que lo pague otro y no nuestros impuestos. Dudo que se pueda volver la vista atrás y comprender que León haya sido otra cosa que una sociedad cristiana. Les hablo de historia y de arte; de la cosa de la laicidad, el heteropatriarcado, la expropiación de los templos y la quema de iglesias, ya si eso, que se ocupe otro. Antropológicamente la cultura leonesa se conformó como la de sociedades que veían el mundo profundamente sacralizado, desde las fiestas locales hasta el santoral para los nombres de las gentes, desde el apego a los campanarios de las iglesias a la admiración por las catedrales. Solo los necios intolerantes creen que es excluyente el cuidado de todo el patrimonio por una visión ideológica sesgada. Allá ellos, pero que vayan preguntando por los pueblos la opinión de la gente y recordando los líos que ha habido en algunas localidades por el patrimonio religioso, entendido como bien común de todos los vecinos. Cuidar la Peregrina no es excluyente para hacerlo con murallas, campamentos romanos, castillos y palacios. Todo lo contrario. Nos proporciona una idea más cabal de nosotros mismos. Ese admirado filósofo que fue José Ortega y Gasset, vinculado con León al ser diputado nacional por nuestra provincia en las elecciones constituyentes de la II República, en ese «yo soy yo y mi circunstancia», dijo también que «somos en la forma de haber sido». Lo que somos en León hoy es tributario de lo que en el pasado llegamos a ser. Y hay que preservarlo en conjunto, porque plural y hasta confrontada fue nuestra historia.

Las Edades del Hombre están en esta edición dedicadas a la Virgen. A ellas se va y se vuelve por María. Y a Sahagún, también.

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