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La normalidad era eso

Uno de los inventos más ñoños de los últimos tiempos es la tontería de la nueva normalidad

Eduardo Fernández

Miércoles, 3 de junio 2020

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Uno de los inventos más ñoños de los últimos tiempos es la tontería de la nueva normalidad. Uno de los procedimientos científicos de validez universal más rápidos para detectar cuando a un político le faltan ideas originales es observar la cantidad de expresiones vacías, fruslerías terminológicas recién inventadas y préstamos del inglés que utiliza sin criterio alguno. Uno de los escapes políticos más primarios es la carrera por imputarle a otro los propios fallos. Una de las ventajas más cómodas de los partidos políticos es la gran cantidad de defensores acríticos que salen a defender las incoherencias y medias verdades atesoradas en sus redes sociales. Todo junto en una coctelera, y sale un prototipo de político patrio. En cuanto que prototipo podría pertenecer a cualquier partido. Ejemplos sobrados hay de ellos. Me avergüenza confesar cuánto he disfrutado defendiéndolos en mis días de gloria. Pero si es necesario quedarse con la sublimación de lo pretencioso les propongo un juego de preguntitas para descubrir a mi favorito. Y eso que candidatos no faltan entre los unos ni entre los míos, supuesto que alguien tuviese necesidad tan perentoria como para contarme entre los suyos.

Dejemos algunas pistas que les conducirán irremediablemente a la identificación del esnob por excelencia de la política española. A ver, niños y niñas, ¿quién ha vaticinado con precisión de oráculo de Delfos venido a apostador de Euromillones fallón que la nueva normalidad empezará el 21 de junio? No el 20 ni el 22. Exacto. Él. El que aseguró para tranquilidad de los cándidos que le hicieron caso que había atado que Nissan seguiría en España; como acierte igual, la nueva normalidad empieza en un par de siglos. Este es un tipo que pudo levantarse de buena mañana cualquier día de 1504 para anunciar con afectada solemnidad «ayer dejamos atrás la Edad Media, hoy empieza la Edad Moderna». A ver, jóvenes y jóvenas, ¿quién ha prometido a las Comunidades Autónomas «gobernanza absoluta de la desescalada? Pues eso, él; a falta de ayudas y empleo, gobernanza absoluta, no van ustedes a pedir más que esto. A ver, leoneses y leonesas, ¿quién ha inventado eso de negociar con un Bildu no blanqueado después de tanta sangre vertida, engañar a Ciudadanos y luego echarle la culpa del pacto vergonzante con los separatistas al PP por no claudicar a su normalidad, no tan nueva desde sus acuerdos de la moción de censura? El mismísimo. Recapitulemos: ya llevamos lo de la ñoñería de la nueva normalidad, lo de los términos rimbombantes y lo de imputarle a otro los fallos propios. A ver si va a hacer pleno. ¿Le defienden servilmente los suyos con la que está cayendo? Eso parece en un juego acrítico en medio de la opacidad y la ineficacia. No hay espacio suficiente para recordar las veces que han defendido una cosa y la contraria desde el inicio de la pandemia, las veces que han cambiado de parecer, lo que sería risible si no hubiera sufrimiento y vidas de por medio. Hace tres meses me dio por hacerles caso con lo de la ineficacia de la mascarilla (guardo el dichoso tuit del 5 de marzo «es importante saber que la población sana no necesita utilizarlas» y ya con todos confinados insistieron el 24 de marzo «si estás sano no necesita utilizarlas») y mi mujer me lo recrimina todos los días, que si cómo puedo ser tan crédulo, que si he perdido el olfato -y no es síntoma de coronavirus-. Puedo perdonar casi todo, pero que mi mujer tenga razón y los que hemos defendido al gobierno por la cosa de la unidad nacional no, es agravio que difícilmente puedo olvidar.

Este gobierno bate récords de cursilería. Basta observar el bautizo de varios ministerios para comprender que bajo una capa de afectación pretenciosamente moderna se esconde simplemente la más rancia de las gestiones. Eso sí, el ministerio ya no es de Fomento, que queda decimonónico, sino de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, mucho más actual, dónde va a parar, aunque todo esté atascado; hay otro de Ciencia e Innovación que no innova porque no tiene relación con Economía ni con Educación ni con Universidades; y hay un departamento de Memoria Democrática que no es capaz de dar satisfacción a las víctimas de la violencia terrorista porque le garantizan las votaciones los del hombre de paz. Han hecho un gobierno cursi con la misma metodología que el CIS sus encuestas, que quede bien. Él, claro, quién va a quedar bien si no. Lo malo de los gobiernos bonitos es que cuando llegan las crisis planetarias quedan al descubierto las verdaderas (in)capacidades y te quedas igual que cuando a mi me pesan en el centro de salud cada tres meses: la cosa no marcha, aunque des tres ruedas de prensa diarias para vender tu maravillosa dieta de verduritas; la realidad es más tozuda y te destroza el mensaje. Yo que vi subir y bajar puestos en el hemiciclo a los que le hicieron la gestora, le reconozco una gran capacidad de supervivencia, mérito indudable en un país en el que, como decía Cela, el que resiste, gana. Lo que está por ver es que resista el país. Esta crisis ha dejado al presidente como a mis los donuts, con una insalvable distancia entre lo que predicas y lo que das.

Yo no necesito ninguna nueva normalidad. Me ha llevado nada menos que 54 años acostumbrarme a la antigua. No me pidan milagros para adaptarme a estas alturas. Si pudiese pedir un milagro no lo malgastaría en nimiedades, estoy contento con mi melena, acostumbrado a mi perímetro, resignado a mi aparato reproductor, mi milagro sería comer pasteles sin llevar la elasticidad de la piel de mi barriga a un nuevo estadio. El milagro que yo deseo es que todos ustedes vuelvan a la normalidad de siempre, que ya bastante complicada era en León sin tener pandemia y doble crisis económica, la de la transición ecológica y esta nueva. Pero eso es probablemente porque soy más retrógrado que conservador y sigo queriendo una vida con abrazos, unas relaciones sociales cercanas y transparencia en el gobierno. No parecen estar los tiempos para ninguna de esas tres cosas. Y la normalidad era eso.

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