Censura es en la vigente edición del DRAE un juicio, generalmente negativo o la reprobación de algo. Claro que también murmuración y vituperio. Y de lo último algo entendemos en León. Sobraba la moción de censura porque estamos en medio de una pandemia enorme y de una crisis económica aún mayor, porque entretiene en lo secundario del gobierno y aflora lo peor de la política partidista, porque estaba destinada al fracaso y con ello se realimenta la sensación del ciudadano de qué distantes corren las preocupaciones de los políticos y las de la gente común. Podría seguir: vistos sus apoyos es un ajuste de cuentas entre la izquierda apática y la ultraizquierda amotinada, sobraba porque rompe la moderación, porque dinamita la capacidad de consensos, y así todo lo que quieran. Donde yo he escrito izquierda y ultraizquierda pongan ustedes derecha y ultraderecha como lo dijo ese ministro que da la sensación de desayunarse churros con aguardiente que es Ábalos y tendrán toda la retahíla de reproches que los socialistas hicieron a la moción de censura planteada por Vox en el Congreso. Por si inconscientemente se habían ido a la moción de censura contra Mañueco de esta semana, todos esos inconvenientes que yo les he recordado fueron frases de conspicuos socialistas hace apenas unos meses. Ya saben lo de consejos vendo que para mí no tengo.
Los historiadores cursis creen que nos encontramos ante la historia líquida; en realidad es la historia calcetín, que vale para un lado y para el otro. En ambos casos lamentablemente, vista la despreocupación del personal por las ansiedades de los políticos, más alejados que nunca del sentir generalizado de la gente en la calle. Les reconozco que cada vez que salía por la mía en las últimas semanas veía pasar riadas de gente clamando por una moción de censura en las Cortes autonómicas. Un no parar oigan, que si la mascarilla me da igual, que si no me importa que se me acabe el ERTE, que si bajé la trapa y no la subo pero aquí lo que me importa es que salga la moción de censura. Lo normal, la ciudadanía con la cosa pública en la cabeza por encima de sus mezquinas y pequeñas angustias. Menos mal que el PSOE lo ha sabido interpretar bien, porque si no parecería Abascal.
EL PSOE de Castilla y León se ha convertido en el Vox que tanto desprecia y critica, en un estorbo que ni siquiera ha sabido colocar en el centro del debate lo crucial y se ha entretenido cansinamente correteando por el campo embarrado como un equipo que se sabe descendido. A ver si pasaban los noventa minutos y a otra derrota. Así se angosta el rédito electoral de las pasadas elecciones autonómicas para íntimo regocijo de los adversarios, que ya no se sabe cuántos son por la izquierda, el deshilachado centro -supuesto que ese engendro existiese alguna vez desde que acertadamente lo liquidara Luis Aznar- y las derechas. Los dos grandes partidos parecen más interesados en sus cuitas congresuales internas que en la que cae y no se puede lanzar peor mensaje a una ciudadanía que está hasta las gónadas mayores de tanto mamoneo. Está la cosa para bromas; me recuerda una frase el presidente argentino Menem, el inefable de pende sobre nosotros la espada de Penélope: «no sé si voy a sacar el país del problema económico, pero seguro que voy a hacer un país más divertido». Aquí seguimos en la crisis y sin reírnos. Recuerdo aquel invento radiofónico con el que Luis del Olmo -saludos al enorme maestro al que tanto debe la imagen fuera del Bierzo y de León- cambió el debate sobre el estado de la nación por el estado del debate de la nación. Y eso mismo, con menos gracia y menos decoro parlamentario, es lo que hemos tenido en el Congreso y en las Cortes de Castilla y León, que el bochorno de Murcia es mejor separarlo de la mínima calidad de una democracia avanzada.
No ha dado la sensación de una moción de censura, sino de que la calle ha censurado la moción, lo cual es profundamente dañino para la política, la que se debería escribir con mayúsculas, que es la que sirve a la gente. Echo de menos a Rajoy, a quien se le entendía todo: «cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político». Pero eso es porque solo soy un dinosaurio a la espera de meteorito. No entiendo la nueva política, esa que nos venía a regenerar a todos: a no cambiar de partido, a devolver el acta con la dimisión, a no venderse al postor que más prebendas ofrece, a no decir en cada sitio lo que mejor queda, sino lo que es necesario para los españoles, en fin, esas cosas que se han volatilizado con el sectarismo partidista, la polarización y el populismo.
Como el cazador cazado, el censurador ha sido censurado y que sea enhorabuena. Espero para el final de la legislatura un impulso, que la cosa está muy necesitada. No sé si en forma de nombres, mejor con políticas públicas más decididas que las de dejar pasar los días o, a lo sumo, gestionar el día a día en los grandes asuntos de Estado. Pero igual es que soy tan ingenuo que pienso que al menos parte del día lo ocuparán en pensar como mejorar la vida a la gente, que, en definitiva, no dejan de ser votantes. No vaya a ser que se pase del estupor al cabreo y de la censura de la moción a la censura de la política.