Quiero empezar agradeciendo al gobierno que enseñe a los niños leoneses de primaria qué es bueno y qué es malo. Tenía la sensación de que era algo que llevaban haciendo siglos las madres y padres leoneses (lo de las madres no es por lenguaje inclusivo, sino por una constatación cuantitativa de lo que a cada cual corresponde). Pero la sabiduría de Sánchez ha venido a sacarnos de nuestro error a los atrabiliarios que pensamos que los valores y principios se aprenden más por ejemplo doméstico -para bien o para todo lo contrario-, mejor que como si fuera la lista de los reyes godos, esa que todo el mundo cita y jamás nadie aprendió. Vamos, que el ejemplo personal y social, que no son inconciliables, es el camino más pedagógico para que la chavalería de primaria comprenda estas cosas tan abstractas. El ejecutivo ha decidió la segunda semana de agosto, que es cuando se deciden las cosas importantes para que todos los españoles se enteren, que el propio gobierno determinará lo que se enseña como bueno y como malo a los niños en el cole.
Quizás alguien debía explicar a ese ente indeterminado en su capacidad intelectual que es el Gobierno, que la simple distinción entre algo deseable y algo reprobable va más allá de la descripción de los valores cívicos y éticos para entrar en aspectos sustantivos de moralidad que pueden chocar con los enseñados en la familia. Lo primero es que, si van a ser Garzón e Irene Montero los que decidan a este respecto, que Dios pille a los niños confesados. Bueno, Dios no, disculpen, porque igual hay que empezar explicando a los niños en casa el concepto de Dios, que en mi libro no viene, como decían mis hijos. Déjenme recordarles algunas frases de la ministra de Igualdad del famoso audio del off the record: «joder… ¿Qué más quieren? Ya soy ministra. Misión cumplida. Hasta aquí ha llegado feminismo. Pero claro, ¿cómo voy a decir eso en público? Eso no lo voy a decir». Perfecto ejemplo de la coherencia personal para que los seres humanos de primaria aprendan a decir en cada caso lo que se quiere oír, por ejemplo, cuando los padres les pillen en un renuncio. «Hasta aquí ha llegado la filiación. Joder, qué más quieren mis padres. Que me han pillado jugando con la play a la hora del estudio, pero ¿cómo voy a decir eso a mis padres?». Lo mejor negarlo y mentir, que una cosa es lo que de verdad se hace y otra lo que hay que reconocer. No me digan que esta propuesta pedagógica digna de chalet de Galapagar no la quieren para León, que las progresistas nos cabreamos. La idea del Gobierno de lo que es bueno responde a la del dramaturgo francés Jules Renard cuando sugería «de vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes». Habría que añadir, qué fuerte, tía para adecuarse a la expresión de tan ilustrada ministra.
Lo siguiente es que el gobierno aclare hasta qué punto se encuentra (in)capacitado para determinar los riesgos de «manipulación y desinformación» a los que expresamente ha aludido para justificar esta medida. Máxime cuando no es siquiera posible acceder a los datos de las vacaciones del Presidente del gobierno en un porrón de décadas. Igual es que la desinformación no incluye la ausencia de información.
Lo tercero, es ver cómo en el real decreto de enseñanzas mínimas lingüísticas se van a potenciar los dialectos del castellano y que tratamiento se le dará a la diversidad dialectal del leonés en amplias zonas de la provincia, o de esa forma sui generis del gallego que se habla en el Bierzo Oeste. Que digo yo que, además de preservar las señas de identidad características de Cataluña, estará entre lo bueno hacer lo propio en León. Por si se puede enseñar qué es lo bueno en otras lenguas vehiculares, pero no en las nuestras.
Yo ya no tengo hijos en primaria, pero si los tuviese les diría que nada de hacer lo que dice mamá o que nada de obedecer a papá en medio de una rabieta, que hay que preguntar a la vicepresidenta de la matria, que no es capaz de evitar que cientos de leoneses se vayan al paro en LM por no hacer su trabajo de ministra de Trabajo y querer jugar a académica de la lengua. Que es también una cosa buena dejar que fluya la innovación lingüística y malo el heteropatriarcado léxico que sufrimos, primer problema social señalado por los leoneses en todas las encuestas.
Miren que había empezado inquieto el mes de septiembre; pues me ha invadido súbita y tranquilizadoramente una ola de sosiego y optimismo desde que sé que de deslindar lo bueno de lo malo ya se ocupa nuestro gobierno. Pero además de que el gobierno decida qué es lo bueno y lo malo para enseñar a nuestros niños, que no se olvide de que después de lo malo está lo peor, que es esa combinación de la dichosa manía de considerar el gobierno sabe mejor que nosotros cómo educar en valores y el maltrato a León en sus infraestructuras y en su cultura. Por darle una oportunidad de futuro en nuestra tierra a los niños una vez que sepan lo que es bueno, vamos. Y es que los padres, como los Reyes Magos, no son los progenitores, es el Gobierno.