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FOTO: Casado, este martes, durante la última sesión del debate de investidura | VÍDEO: Casado acusa a Sánchez de ser el hombre de paja del nacionalismo. FOTO: EFE | VIDEO: Virgina Carrasco

Casado acusa a Sánchez de estar dispuesto a cambiar el régimen del 78 para seguir en la Moncloa

El líder del PP sienta las bases de una oposición sin concesiones al Gobierno y tacha de «ultra» al presidente recién investido

Nuria Vega

Madrid

Martes, 7 de enero 2020, 12:46

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No augura Pablo Casado a su adversario un buen desenlace de legislatura. Ni siquiera un mandato manejable cuando el Gobierno se sostiene sobre una mayoría parlamentaria heterogénea con intereses difíciles de conciliar para el PSOE. «Acabar –pronosticó este martes a punto de ser investido Pedro Sánchez–, todo el mundo sabe que no acabará bien». Y ya sea o no cuestión de «dos años», como estiman en el PP, será un tiempo y un contexto que los populares aprovecharán para ejercer una oposición sin concesiones que apenas deje espacio a sus rivales en la derecha, Vox y Ciudadanos.

La última intervención de Casado en el debate dejó sentadas las bases de su estrategia para esta legislatura. El desacuerdo con el Gobierno de coalición que constituirán PSOE y Podemos se reveló integral. Y el rechazo, expresivo. El líder de los populares aprovechó los once minutos en la tribuna para tachar de «ultras» tanto a Sánchez como a las fuerzas políticas que facilitaron su designación, y los puentes, a menos a tenor del discurso, quedaron prácticamente clausurados. «El hábito no hace al monje y su disfraz de moderado se le caído con todas sus mentiras. Su única patria es usted», le espetó en el hemiciclo.

En realidad, Casado ha seguido estos últimos días la senda que marcó a principios de diciembre, cuando zanjó la discusión en el PP sobre qué papel ejercer en el desbloqueo del país con un no rotundo a la elección de Sánchez. Frente a quienes en el partido abogaban por llamar a los socialistas al entendimiento, trasladó un diagnóstico de gravedad y elevó el tono. Atribuyó ya entonces al PSOE el negociar la «soberanía» de España, por decisión propia, con «defensores del terrorismo, delincuentes condenados en firme y golpistas que han cometido delitos de sedición». Y en esa misma línea, acusó hoy al secretario general de los socialistas de estar incluso dispuesto a superar el marco nacido de la transición.

«Lo terrible, señor Sánchez –dio Casado por hecho–, es que usted ha aceptado mantenerse en el Gobierno al precio de cambiar el régimen. Es decir, de desbordar el sistema del 78. Y no porque no funcione, sino porque funciona, y muy bien, contra sus socios, que lo han traicionado sistemáticamente». Se refería el líder del PP a Esquerra, cuya abstención resultó clave para solventar el trámite de la investidura, y a EH Bildu.

Es esa circunstancia, la debilidad parlamentaria del PSOE y la dependencia de una mayoría en la que figuran el independentismo catalán y vasco, la que sirve a los populares de eje de oposición. Casado presenta a Sánchez como «hombre de paja del nacionalismo» y «caballo de Troya» que «mete» en el Gobierno «a quienes se han conjurado para destruir» España; un dirigente que asume que «merece la pena llevar la unidad nacional a la sala de despiece». «La democracia española ha tenido dos grandes enemigos, los terroristas y los golpistas, y, sin embargo, ha puesto nuestro futuro en sus manos», llegó a censurar hoy al líder de los socialistas.

Con este argumentó empujó al PSOE fuera del espacio que denomina «constitucionalista» y en sus filas responsabilizaron a todo el partido, desde la ejecutiva federal a la baronías, del camino emprendido por Sánchez.

El PP ya se había dirigido en las últimas semanas a los líderes territoriales socialistas para que frenaran las negociaciones de su secretario general con Esquerra. Y desde el fin de semana se habían multiplicado las llamadas para que los diputados menos entusiasmados con el pacto con el independentismo votaran en la sesión de ayer «en conciencia». Llamadas que, en realidad, podían situarse en el plano retórico porque fuentes de la formación conservadora dieron por hecho antes de la votación que los números estaban amarrados y que nadie rompería la disciplina de voto. Y que así ocurriera sólo se convirtió para los populares en un elemento más de crítica.

Malestar entre las víctimas

Frente a este panorama, planteada una situación en la que, según el PP, estaría en juego España tal y como se conoce, Casado aprovechó para anunciar su intención de liderar una «reagrupación nacional» de constitucionalistas en la que cabrían, según él, los socialdemócratas desencantados con el «sanchismo». En los planes de los populares siempre ha figurado como objetivo aunar el espacio del centro derecha y volver a atraer a los antiguos votantes que dieron al partido las grandes mayorías.

Y con ese objetivo en mente, lo primero que hizo al subir a la tribuna fue mencionar sus pilares. Reivindicó la Constitución y la Monarquía, lo que despertó nuevos vivas al Rey en su grupo parlamentario, y mencionó a quienes sufrieron el terror de ETA, «ultrajados», a su entender, en el hemiciclo durante las primeras jornadas de investidura. El comentario soliviantó a algunos familiares de asesinados, que defendieron la pluralidad ideológica del colectivo. La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, se pronunció en Twitter: «¿Podrías dejar de utilizar a las víctimas y arrogarte su representación? Lo que consigues es que cada vez más víctimas muestren su apoyo a Sánchez».

Las otras intervenciones

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