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Día 2 de cuarentena: el comercio no abre, los bancos sí y un metro y medio entre personas
Los leoneses intentan amoldarse a un nuevo modelo social que implica la ausencia de contacto, la distancia personal y la obligación de permanecer en sus casas durante dos semanas
Sol, frío, sol... La ciudad vista desde la ventana. Mari, jubilada, habitual de los buses urbanos para acceder a su finca en el alfoz de León lleva casi tres días sin moverse de su casa.
«Nunca hemos visto nada igual y espero que sea por el bien y la salud de todos. Tenemos que prevenir», asegura. Puntualmente este lunes bajará a la calle para llegar al supermercado, esta vez al más próximo, que no el más barato. «Quiero estar el menor tiempo posible en la calle», sentencia.
Como ella miles de leoneses afrontan el segundo día de cuarentena con dudas. La ciudad, la misma que desprendía bullicio en un día habitual, se mueve ahora a cámara lenta.
Situación excepcional
Son las consecuencias de una situación excepcional, imprevista tan solo unas semanas atrás. A pie de calle el lunes, primero de cuarentena, no deja de sorprender.
Los bancos abren de par en par pero dentro hay personal con mascarillas, algunos con guantes y los clientes no pueden tener contacto alguno.
En el comercio carteles anunciando obligatorias medidas de seguridad y en los supermercados una sensación extraña porque ahora más que nunca todo se toma 'con pinzas'. En algunos de ellos se han habilitado guardias de seguridad para evitar situaciones comprometidas.
No hay actividad en los colegios, ni en la universidad, y en la calle la sensación rezuma preocupación que se trasmite en las miradas.
La tienda del pan y la raya amarilla
En Eras de Renueva, las 'tiendas del pan' han establecido su propio sistema de control, una raya amarilla pintada en la acera y a partir de ahí metro y medio entre clientes. En el interior, mascarilla y guantes en la dependienta, y una bandeja de plástico en la que se deposita el dinero en efectivo. No hay contacto alguno. Y los saludos, de lejos.
Es la nueva forma de enfrentarse a una pandemia, a un virus que nunca había pisado el planeta y que está cambiando cada minuto las relaciones personales, laborales y los comportamientos sociales.
La actividad, mínima en el inicio de la jornada, se reducirá a la nada a medida que pasen las horas. A partir de las ocho de la tarde, calles desiertas, ausencia de actividad y un confinamiento que con el tiempo se hará habitual y casi rutinario.