Con la fe en el cuentakilómetros
Julio Hompanera es el párroco de la provincia de León con más parroquias a su cargo, en total 38, de las comarcas de Laciana y Babia
rebeca pasalodos
Domingo, 1 de mayo 2016, 14:05
El corazón de la montaña occidental leonesa, donde el Valle de Laciana se extiende y luce el esplendor por el que fue nombrado Reserva de la Biosfera, donde perderse es un placer por sus vistas, por sus gentes y su gastronomía es un paraje idílico donde estar tocando el cielo es algo más que una expresión.
Sin embargo, los pueblos de estas comarcas cada vez tienen menos habitantes. Las nuevas tecnologías no siempre llegan, los colegios se quedan vacíos y hasta los carteros tienen dificultades para entregar las cartas. Pero hay otros mensajeros, los que hacen llegar la palabra de Dios, que no cejan en su empeño de cumplir con su cometido.
Con 38 parroquias a su cargo, Julio Hompanera es el párroco que cubre más pueblos en la provincia de León. Una amplia extensión de terreno con muy poquita población que obliga a este cura veterano a organizarse para que sus feligreses sientan a la Iglesia siempre cercana.
«Hay muchos pueblos que en invierno no hay nadie o solo hay una o dos familias, así que el servicio religioso es mínimo. En esos meses hay que estar en las circunstancias, como en los funerales, y en las fiestinas de los pueblos», expone Hompanera.
Dar misa supone, en sí mismo, un acto de fe en ocasiones. La falta de población en estas áreas rurales, especialmente en temporada invernal, reduce enormemente los servicios religiosos. «En invierno se dan como mucho seis misas: tres el sábado y tres el domingo. Hay otros domingos que no. Depende de que haya gente», relata el párroco. «Estamos en comunicación directa con la gente. Ellos mismos nos llaman y nos dicen hoy no vengáis que somos solo dos», explica.
Dentro de la complicación que supone cubrir una extensión de terreno tan amplia, una buena planificación es esencial: «Yo tengo una ventaja. En el santuario de Carascante que está en el límite de Babia y Laciana, todos los sábados del año hay misa. Es el centro de todo. Si hay avisos parroquiales se dan ahí, por ejemplo, si un día no se puede dar misa en algún pueblo aprovecho para decirlo», detalla.
Además, cuenta con la ayuda de un diácono que vive en Sena de Luna que le ayuda en lo que puede y «hace las veces de administrador».
Despoblación
Pero las obligaciones de un sacerdote están más allá de oficiar las misas. Los funerales son desafortunadamente uno de sus deberes más habituales. Da igual la distancia, el estado de la carretera o las inclemencias meteorológicas. «Por el tema de las nieves no tenemos demasiados problemas, estamos bien atendidos con quitanieves y además nos hemos comprado ruedas para nieve», cuenta Hompanera. «En cuanto a funerales, es por rachas. Esta Semana Santa hubo cinco o seis en la misma semana. Luego igual un mes no hay nada».
Es precisamente la pérdida de población uno de los problemas que entristecen a este párroco: «Estamos perdiendo mucha población. En estas zonas rurales, cada persona que fallece es una casa que se cierra», lamenta Julio. «De niños estamos muy escasos, el colegio está dando un bajón tremendo», añade.
El verano
Con la llegada de la época estival, renace el valle, la montaña y también la vida en estas comarcas leonesas. Muchas personas llegan a pasar las vacaciones a sus pueblos y el trabajo se multiplica para Julio. «En verano es todo más complicado y hay que dar algunas misas en los días de diario», relata. Es en estos meses cuando también le corresponde oficiar otro tipo de celebraciones que el resto del año no tiene oportunidad como bautizos y comuniones. «En verano sí que hay bastantes aunque luego es población que no se queda aquí», lamenta.
La cercanía del padre
Estar en contacto con las personas es parte del trabajo de un cura y más en el ámbito rural. «Ya no es que vengan a contarte sus problemas, es el diálogo del día a día. Sentirnos cercanos». Para conseguir esta cercanía, Julio tiene sus trucos: «Yo me voy por ejemplo a Cabrillanes, que no es un pueblo muy grande pero tiene Ayuntamiento y farmacia y allí me encuentro con vecinos de otros pueblos y charlamos», detalla. «Es una labor humana. Das confianza y la consigues», asevera.
Entre lo mundano y lo divino, Julio Hompanera no duda en compartir momentos distendidos con sus feligreses en el desempeño de su labor: «Igual cuando voy a algún pueblo me llaman las señoras para jugar una brisca con ellas y me siento un rato y así charlamos», dice.
Fruto de esta confianza también llega la comprensión. Julio Hompanera reconoce que «la gente es muy razonable y comprensiva» y que si el tiempo o la distancia no le permiten dar alguno de sus servicios nadie se enfada: «Cuando no se puede no se puede», remarca.
Muchos pueblos y muchos kilómetros no son barrera para este párroco que cuenta de su lado con el optimismo de quien cree en su labor y con una fe inquebrantable que mueve montañas y acorta valles para llegar a cada una de las almas de estas dos divinas comarcas leonesas.