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El secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), Álvaro Leiva. EFE
«Estamos en la antesala de una guerra civil»

«Estamos en la antesala de una guerra civil»

Álvaro Leiva - Secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense de Derechos Humanos ·

«La crisis de violación de derechos humanos que hoy existe en Nicaragua no tiene precedentes en la historia del país»

Mercedes Gallego

Enviada especial. Managua

Jueves, 12 de julio 2018

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Contar muertos quita el sueño a cualquiera. Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), lo hace minuciosamente, con rigurosa obsesión por los detalles. Desde el pasado 19 de abril lleva 351 y como resultado duerme cuatro horas diarias sin apagar el teléfono. En su lecho de muerte su madre lo agarró por el brazo y le hizo prometer que nunca se olvidaría de «hablar por los que no tienen voz», así que no puede perder una llamada de la que dependa la vida de alguien.

Desde que estalló la represión de las manifestaciones estudiantiles recorre las barricadas armado con una bandera blanca a modo de fusil y el padre Edwin Román a su lado. Paradójicamente, fue este párroco de la combativa ciudad de Masaya quien ofició el funeral de su madre. Cuando vio caer a sus feligreses a manos de los paramilitares le pidió ayuda y ahora son inseparables. Juntos han corrido bajo las balas y han sido golpeados por las turbas que envía el Gobierno, pero mientras el sacerdote espera su recompensa en el cielo, a Leiva la Embajada francesa le entregó ayer el premio franco-alemán de los derechos humanos, que sin duda no será el último. Como tampoco se acabarán pronto los muertos en Nicaragua.

– ¿Tiene usted alguna duda de que el Gobierno de Daniel Ortega esté detrás de los cuerpos paramilitares que están sembrando el terror?

– Ninguna. Los paramilitares no pueden operar si no es con la orientación del Gobierno de Nicaragua. Eso es evidente y se vio claro en la agresión de la que fuimos objeto el lunes en Diriamba. Cuando entró el comisionado los puso en su lugar y se restableció el orden. Eso indica que el Gobierno maneja a esos grupos, que solo se han dedicado a sembrar el dolor y el luto en nuestro país.

(Según el padre Edwin, fue el nuncio Waldemar Stanislaw, que hizo una llamada apelando a su inmunidad diplomática como representante del Vaticano, el que logró la intervención del comisionado).

– El Gobierno sostiene que la mayor parte de las víctimas son sandinistas.

– Eso es falso, hay de todo. El que diga eso solo indica que este no es un Ejecutivo de los nicaragüenses, sino partidista. El presidente dice que es «el Gobierno sandinista», no el de Nicaragua. Es esa confusión Estado/partido la que ha dañado la democracia y ha generado todas estas violaciones a los derechos humanos.

– Si Ortega no ha cedido ya ante las presiones populares, ¿qué puede pasar ahora para que se vaya?

– Estamos en la antesala de una guerra civil. Si no aprovecha la oportunidad de resolver sus problemas a través del diálogo definitivamente esto puede desembocar en una situación que luego tengamos que lamentar todos.

– Pero ya tuvo muchas oportunidades de aprovechar ese diálogo y no lo ha hecho.

– Nunca es tarde.

– ¿Usted tiene esperanza?

– Todos los nicaragüenses tenemos esperanza. Tenemos que agotar el diálogo y ver de qué forma se restituye la posibilidad de encontrar una solución a este conflicto social.

– ¿Ha tenido alguna conversación con el Gobierno al respecto?

– Nunca, jamás. Ese ha sido uno de su peores errores, no escuchar a los que le señalamos constructivamente cuáles son sus desaciertos. A estas alturas si yo fuera presidente ya habría llamado a la organización de derechos humanos para entender sus inquietudes y dar una respuesta. El Gobierno ha sido ciego, sordo y mudo frente a las demandas de violaciones de derechos humanos que ha generado esta crisis, que es producto de la inconformidad de la sociedad.

– Esto ya venía de antes, aunque ahora se haya llegado a unos niveles nunca vistos.

– Desde hace diez años venimos señalando que aquí se venía confabulando un poder absoluto y centralizado que estaba ahogando la independencia de las instituciones y nadie me hizo caso. Eso terminó ahora en la pérdida de la paz social.

– ¿Quiénes son los enmascarados que integran estos cuerpos paramilitares?

– Son personas desconocidas totalmente.

– ¿Policías?

– Podrían ser exmilitares, expolicías, miembros del Ejército. Podría ser cualquiera con una identidad oculta, pero por su forma de comportarse se observa que tienen formación militar o policial.

– ¿De dónde han salido todas las armas que tienen?

– Eso habría que preguntarle al Ejército de Nicaragua, que dice que no está involucrado. Nosotros pedimos una auditoría. Todo ese arsenal de armas que ha salido a las calles y anda en poder de grupos ilegales paramilitares ya debería haber tenido una respuesta inmediata del Ejército en confiscarlas y limpiar la ciudad para garantizar la seguridad ciudadana en base a la actuación de la Policía, que está promoviendo estos tipos de grupos que están violando la ley y sembrando el terror, matando y asesinando.

– ¿Está usted pidiendo la intervención del Ejército?

– No, estoy pidiendo que se ordene el país. Frente a una Policía que está fuera del marco de la ley, lo que quedan en este momento son grupos de paramilitares que andan armados con el aval de la Policía. ¿Cuál sería el rol del Ejército? Quitarle las armas legalmente y constitucionalmente, porque no queda nadie más. Si hubiera otro órgano se lo estaríamos diciendo.

– ¿No está implicado el Ejército en estos escuadrones de la muerte?

– Hay dos formas de cometer delitos, por acción y por omisión. La función del Ejército es garantizar la soberanía y el orden constitucional. Eso significa la seguridad nacional. ¿Es seguridad tener a grupos de civiles con armamentos de alto calibre matando y asesinando?

– No resultaría fácil confiscar ahora todas las armas que andan sueltas.

– Para el Ejército no es difícil. En una operación de medio día ya estaría desarmado, sin ningún problema. ¿No dicen que es un Ejército profesional con capacidad para dar respuestas inmediatas?

– En países vecinos cuando se ha tratado de desarmar a grupos que ya estaban organizados, a diferencia de estos, ha sido muy difícil.

– Sí, pero acordémonos de que Nicaragua gozaba una situación de aparente seguridad ciudadana y que de pronto, de la noche a la mañana, aparecieron estos grupos operando a la luz y vista de todo el mundo. Como son tan visibles debería ser muy fácil, porque están operando a la luz del día.

– ¿Y el narcotráfico, tiene algo que ver con lo que está pasando?

– No lo sé. Es un tema sobre el que yo me abstendría de hacer ningún comentario porque me estaría extralimitando. Mi competencia son los derechos humanos del ciudadano frente al Estado. El narcotráfico es competencia de la Policía.

– Dada la historia de Centroamérica y Latinoamérica en general es un poco delicado pedir ayuda al Ejército.

– Pero es peor que anden paramilitares operando y matando a la gente. Eso es más grave.

– Si tuviera que comparar a nivel de derechos humanos lo que está ocurriendo ahora con los coletazos finales de Somoza, ¿qué diría?

– La crisis de violación de derechos humanos que hoy existe en Nicaragua no tiene precedentes en la historia del país. No hay forma de compararlo. En este contexto es mucho más profunda.

– Pero se habla de que entonces hubo 50.000 muertos.

– Y aquí hablamos en 85 días de más de 350, a razón de cinco ciudadanos por día. A este paso vamos a llegar rapidito. Todavía es posible que al final Daniel tenga que tirar una bomba para exterminar ciudades enteras y nos mate a todos.

– Planean reproducir la histórica marcha del Repliegue Táctico a Masaya que les dio la victoria durante la revolución hace 39 años. Para eso tendrían que quitar las barricadas que ha puesto la población. ¿Qué pasará si lo hacen?

– Habría un derramamiento de sangre. No te asustes si mueren 50.000 personas.

– ¿Teme usted por su vida?

– Sí. He recibido muchas amenazas, verbales y físicas (abre la boca y muestra el derrame en el labio interno, fruto de los golpes que le propinaron el lunes las turbas de Ortega en Diriamba). Continuamente me mandan mensajes. A ningún Gobierno le gusta que le señales sus violaciones a los derechos humanos. La cuestión humanitaria irrita al Gobierno de Nicaragua.

– ¿Usted cree que queda algo del Gobierno de izquierda que decían ser los sandinistas?

– No, absolutamente nada. Esto no es un Gobierno de izquierda, ya han perdido la perspectiva totalmente de lo que eran. Ni Daniel Ortega sabe de qué sector es. Habría que preguntarle cuántos millones tiene guardados y si verdaderamente su socialismo, su cristianismo y su solidaridad están enfocados a poder distribuir todos sus millones entre la población que ahora está entrando en una crisis económica producto de su intransigencia por mantener el poder violando los derechos humanos. Él quiere camuflar sus violaciones hablando de izquierda y de derecha, pero esto es un tema estrictamente de derechos humanos que ya ha sido condenado por otros líderes de izquierda de Latinoamérica. Nada más.

– Si tuviera que sentarse a hablar con él, ¿qué le diría?

– Que restituya los derechos humanos a todos los nicaragüenses, que se siente al diálogo con sinceridad y que acepte la voluntad del pueblo. Que se vaya de acuerdo a lo que establece la Constitución.

– Él dice que cumple con la Constitución al ejercer el mandato que ganó en las urnas.

– La Constitución le dice que puede someterse a un plebiscito de sí o no sobre si sigue o no sigue. No hay necesidad de que sea un golpe de Estado, como él dice. Solo es cuestión de tener voluntad política, nada más.

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