El improvisado «zeta» a las teclas del órgano de la Catedral: «León tiene un público exigente»
Gallego de nacimineto y formado en los Países Bajos, Carlos Bollo, de 25 años, es el titular de un instrumento «fuera de lo común» que se escucha mejor «por las noches»
Diego Nicolás Alonso
Sábado, 2 de agosto 2025, 09:03
En pleno siglo XXI, cuando lo común entre los jóvenes de 25 años es encaminarse hacia trabajos más digitales, Carlos Bollo ha hecho del órgano su forma de vida. Desde el 15 de agosto del año pasado, León cuenta con un nuevo organista titular, aunque su historia comenzó mucho antes, en la iglesia de su pueblo natal, Mugardos (A Coruña).
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Fue allí, observando desde el coro cómo el organista acompañaba las misas, donde Carlos empezó a sentir esa «llamada» que otros habrían «reservado para el fútbol o algún deporte». Con un teclado de juguete y oído prodigioso , comenzó a replicar las melodías que escuchaba en misa. Así arrancó una carrera musical que lo llevaría desde el Conservatorio de Ferrol hasta los Países Bajos, país al que se trasladó con 18 años para cursar el doble grado en órgano y piano en Groningen.
Allí Carlos no solo completó el doble grado, sino también un máster en el que se especializó en un arte casi olvidado: la improvisación histórica: «Antes era materia de estudio, pero se ha ido perdiendo», explica. Su objetivo es «recuperar ese lenguaje musical espontáneo», tomando como inspiración a Johann Sebastian Bach y otros referentes del barroco y el romanticismo francés, sus «debilidades».
Bach, precisamente, ha sido una de sus mayores influencias. No tanto por haberlo estudiado, sino por haberlo interiorizado como faro artístico. Su manera de improvisar busca seguir ese hilo antiguo, interpretando el estilo del compositor alemán con «respeto casi reverencial», pero sin renunciar a una voz propia.
Su llegada a la Catedral de León no fue premeditada. Mientras terminaba el máster en Groningen, se convocó en enero de 2024 una oposición para cubrir la plaza de organista titular. «No pensaba que iba a ganar. Tenía 23 años y el nivel era altísimo», confiesa. Sin embargo, tras varias pruebas, una de ellas con la catedral abierta al turismo, el Cabildo lo eligió. La noticia no se hizo pública hasta el 11 de junio, el mismo día que finalizó su máster. «Quería dar la sorpresa a mis compañeros yo mismo antes de irme», confiesa.
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Volver a España no fue fácil. Dejar atrás una vida construida durante seis años en los Países Bajos le provocó un «tsunami de emociones»: la alegría del regreso y la cercanía con su tierra gallega, pero también la incertidumbre de un nuevo entorno. «Tuve que recordar cómo se hacían las cosas aquí», admite. Aun así, la adaptación fue inmediata. «León tiene un público exigente, melómano, muy bien educado en órgano gracias al festival y la tradición musical de la catedral».
El instrumento que ahora tiene a su cargo no es un «órgano al uso». Fue diseñado con la asesoría del legendario Jean Guillou y permite abordar repertorios de todas las épocas: barroco, romántico, contemporáneo. «Es un órgano fuera de lo común, pero extraordinario en posibilidades y calidad sonora».
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Carlos acude prácticamente a diario a practicar, aprovechando el cierre al mediodía para tocar en soledad. «Estar solo en la catedral, con la reverberación llenando la nave, es casi místico», describe. A veces incluso lo hace por la noche, cuando todo está en silencio. «Puede sonar a tontería, pero creo que se escucha con más precisión», sonríe.
Los domingos de verano, el órgano suena en misa, y pronto volverán los conciertos «potentes», avisa. En ellos, Carlos incluye tanto repertorio universal como improvisaciones propias. «Improvisar es menos preparar, pero más crear. Me permite dialogar con la historia sin renunciar al presente», resume.
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Con disciplina, pasión y una humildad enorme, Carlos Bollo ha llegado para renovar el alma sonora de la Catedral de León. Y lo hace siguiendo los pasos no solo de Bach, sino de grandes maestros que ha tenido como Boris Berman y organistas como Wolfgang Zerer y Michel Bouvard; pero con lo pies firmemente plantados en el siglo XXI.
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