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Belén Cuesta: «Las mujeres de los topos preferían quedar como putas a poner en peligro la vida de su marido»

Belén Cuesta: «Las mujeres de los topos preferían quedar como putas a poner en peligro la vida de su marido»

La actriz salta al drama y deslumbra en 'La trinchera infinita', en la que da vida a la mujer de un topo de la Guerra Civil que se mantuvo escondido durante 33 años | La película de los autores de 'Handia' se estrena este jueves

Oskar Belategui

Lunes, 28 de octubre 2019, 17:10

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Belén Cuesta (Sevilla, 1984) reconoce que en su carrera hay un antes y un después de 'La trinchera infinita'. La actriz cómica de 'Paquita Salas' y 'La llamada' se lanza al drama en la nueva película de los autores de 'Loreak' y 'Handia', en la que encarna a la mujer de un topo de la Guerra Civil que se pasó 33 años escondido. Cuesta no solo sale victoriosa de su enfrentamiento con un gigantesco Antonio de la Torre, sino que acaba adueñándose de una película que le asegura su nominación al Goya. 'La trinchera infinita', mejor guion y dirección en el Festival de San Sebastián, llega a las salas este jueves.

-De pronto, parece la actriz más ocupada del cine español.

–No me quejo, me siento muy afortunada. Vivo un otoño loco de estrenar cosas, pero se rodaron hace tiempo. Siempre pasa que después se estrena todo junto. Estos momentos de subidón asustan, porque luego viene el bajón. Es como si no terminaras de disfrutar el dulce momento porque sabes que hay subidas y bajadas. Pero es lo que hemos elegido.

–'La trinchera infinita' marca un antes y un después en su carrera.

–Para mí ha supuesto un cambio, porque nunca he hecho una película así. Nunca he tenido tanto tiempo para preparar un personaje ni contado una historia así. Creo que, por supuesto, es lo más importante que he hecho hasta ahora. He disfrutado el proceso de construcción del papel, lo más importante de esta profesión.

–El gran tema de la película es el miedo.

–Sí, 'La trinchera...' no es una película sobre la Guerra Civil, sino sobre el miedo que te deja quieto. A los protagonistas les cambia la vida el miedo, no la guerra. Todos tenemos algún tipo de miedo. Yo afortunadamente no he vivido el miedo de Rosa e Higinio, no he temido que alguien entre en mi casa y eso me vaya a costar la vida. Ha sido bonito trabajar ese miedo.

–Los directores sostienen que eran más interesantes las mujeres de los topos que sus maridos.

–Ellas estuvieron obligadas a fingir y mentir durante toda su vida. Mentían hacia fuera y, llegado el momento, hacia dentro, a sus maridos también. A pesar de no estar encerradas, debían gestionar esa vida. Son madres que no pueden decir que han sido madres, algunas incluso mentían y aseguraban que se habían prostituido; preferían quedar como putas a poner en peligro la vida de su marido. Eran mujeres que, en realidad, no tenían marido. En el proceso de investigación encontré testimonios estremecedores.

–Vivían un simulacro de vida.

–Sí. Rosa tiene una vida fuera de la casa y esa vida va cambiando a lo largo de 33 años. Pero lo que tiene de puertas adentro sigue estando en 1936, los recuerdos y vivencias de Higinio se detienen en aquel año.

–¿Le imponía trabajar junto a un gigante como Antonio de la Torre?

– Claro, sobre todo antes del rodaje. Después me quedaba anonadada mirándole, cómo es de minucioso y detallista. Ya sabía que era grande, pero viéndole trabajar entiendo por qué. Antonio tiene una sana obsesión por el trabajo, no quiere que nada quede suelto. Es un compañero muy sabio y enriquecedor.

–¿Por qué cree que su Magüi de 'Paquita Salas' ha conectado con tanta gente?

–Porque hay algo triste en ella, produce compasión. Somos críticos, pero tenemos un punto sensible y vemos la fragilidad de alguien tan patoso y torpe.

–Empezó Derecho. ¿Hubiera sido una buena abogada?

–Yo creo que sí. Mi padre y mi hermano son abogados, es una profesión fascinante. Es un trabajo de estudio diario, de buscar huecos, eso me gustaba. Pero duré muy poco. Intenté compaginar Derecho yArte Dramático pero me gustó más la actuación.

–Trabajó de cajera en la FNAC, camarera, dependienta y repartiendo flyers por la calle. ¿Llegó un momento en que pensó que nunca sería actriz?

–Sí. Sabía que seguiría haciendo cosas, porque es algo natural en mí. Me daba igual trabajar doce horas y después ir a ensayar por amor al arte. Pero a los treinta años lo veía dificilísimo, leía entrevistas donde se decía que si no te habían descubierto con veintipocos ya no tienes nada que hacer. Era doloroso. Recuerdo una época de pensar: cuando acabe esto, me voy de Madrid. Me resultaba difícil poder manterme económicamente. Ha habido muchos momentos de bajón.

–¿En qué se diferencia un actor bueno de uno malo?

–En que no le notas pensándose, viéndose desde fuera, todo demasiado colocado. Un actor es bueno cuando no le ves posando, cuando cuida todos los detalles y el espectador no se da cuenta de ello.

–¿Cómo lleva su faceta Instagram, mostrando una vida llena de glamour y felicidad?

–Honestamente, mal. Instagram me encanta, pero de repente hay una presión... Te dicen que tienes que subir más cosas. Yo muestro mi vida cuando quiero, a veces te dan ganar de cerrarlo todo.

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–¿Pero quién le obliga a subir fotos?

–No, te dicen 'si has ido al estreno, cuelga una imagen'...

–Ya se contrata a los actores dependiendo de su número de seguidores en redes sociales.

–Es muy fuerte, no tiene ningún sentido. También se están empezando a poner cláusulas en los contratos de subir fotos durante el rodaje... Estoy intentando comprender el funcionamiento de todo esto y no enfadarme.

–¿Es cierto que su madre trabajó con Sean Connery?

–Te lo juro. Se pasó toda mi infancia hablando de su 'partenaire' Sean Connery. Y es cierto que mis padres hicieron de extras en la película 'Cuba', de Richard Lester, que se rodó en Sevilla. Con dieciocho años la pude ver al fin y, efectivamente, aparece mi madre diciendo una frase junto a Sean Connery, doblada, eso sí, con esas voces de los años 70. Un segundo y muchas risas. Las cosas de la Luisa.

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