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RUBÉN FARIÑAS
León
Domingo, 25 de marzo 2018, 19:17
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El Gran Poder ha vuelto a iluminar la tarde del Domingo de Ramos. Los hermanos de la cofradía, partieron a primera hora de la tarde desde las Trinitarias para llevar la estética de sus tallas hasta las calles de León.
Los Apóstoles; con Juan, Pedro y Santiago; ejercieron de anunciadores de esta joven procesión sinónimo de vísperas de tiempos de pasión.
La Banda de Música del Perdón puso las primeras notas, que retumbaron contra la muralla de los Cubos, poniendo una dulce melodía a la llegada del titular.
Se congregaba el público en torno al Arco de la Cárcel. La excusa no era ver restos romanos ni arte contemporáneo. Los leoneses se asomaron a Puerta Castillo para vivir la recreación del misterio.
El Cristo del Gran Poder cruzó esta puerta de la ciudad y fue recibida por el movimiento de palmas de los más pequeños. La entrada triunfal en Jerusalén del titular de la penitencial parecía detener y retroceder el tiempo a siglos atrás.
Los sones de la Agrupación Musical del Gran Poder fueron los encargados de acompañar con sus marchas este singular acto que cada Domingo de Ramos acoge la antigua muralla.
La cofradía lograba una procesión ordenada, que daba paso a la Expulsión en el Templo, una súplica al Padre tras haber desterrado a los mercaderes. Tras esto, la Agrupación Musical del Santo Sepulcro guiaba el raseo de los braceros.
María del Dulce Nombre aportó sus enseres de la Unción de Betania y dio un colorido diferente a la Procesión del Cristo del Gran Poder.
La talla de San Juan se alzaba hasta el cielo con las gaitas del Jesús Divino Obrero. El discípulo quiso seguir el ritmo y avanzar hasta el casco histórico de la capital leonesa.
Los jóvenes papones del Gran Poder llevaron consigo los atributos, igual que antes lo habían hecho con los 10 Mandamientos.
No faltó en la tarde de Ramos la representación de los Donantes de Sangre, que escenificaron su estrecha vinculación y colaboración con esta penitencial.
Y al fondo, la viva imagen de la belleza. El broche dorado y púrpura lo ponía la Virgen del Gran Poder. El dolor y tristeza de su rostro contrasta con la delicadeza en sus rasgos y la fuerza de su bordado.
Cerraba la primera de la tarde la Banda de Música del Nazareno, quien sino iba a ponerle música a una de las tallas más estilizadas de la Semana Santa de León.
El Gran Poder plantaba así el primero de sus actos procesionales y llevaba su fuerza y juventud a todos los leoneses.
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