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Vox: la seducción del neofranquismo

La moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez es uno de esos disparates confusos y espectaculares que los radicales utilizan con frecuencia

ANTONIO PAPELL

Miércoles, 21 de octubre 2020, 11:07

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La moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez es uno de esos disparates confusos y espectaculares que los radicales utilizan con frecuencia para «épater les bourgeoises», para descolocar el sistema, excitar a la ciudadanía y generar un clima de frustración política y de descrédito de lo público. Sin embargo, tales sucesos provocan a menudo la reacción contraria: cuando los políticos teóricamente sensatos y moderados, abiertamente constitucionalistas, constatan el dislate, la fuerza disruptiva de los dicterios, la capacidad de arrastre de la demagogia, se percatan de su propia deriva y recuperan el rumbo.

Y lo mismo sucede con la ciudadanía: cuando los españoles vean el mensaje alocado, divisor, malévolo, rupturista, generador de enemistad y odio, de los sujetos de Vox que tomarán la palabra, se pensarán dos veces la conveniencia de votarles cuando llegue la hora. Una cosa es criticar al gobierno por lo que hace y otra muy distinta sembrar con malignidad y saña la simiente de la confrontación, basándose en valores periclitados, en miedos atávicos que ya hemos perdido hace décadas y en mensajes patrióticos trasnochados e increíbles.

Las formas son las formas y Vox tiene perfecto derecho a celebrar su liturgia puesto que supera con creces el mínimo de 35 diputados (el 10% de la Cámara) necesario para convocarla según la Constitución en vigor. Otra cosa es la respuesta que reciba del resto de la representación de la soberanía natural. En el Parlamento vasco, las interpelaciones de Vox no reciben respuesta porque son consideradas extraconstitucionales y concebidas a extramuros del marco institucional.

En el Parlamento español podría optarse por semejante actitud en los asuntos más estridentes que forman parte del discurso de la extrema derecha. Y Sánchez puede dosificar sus intervenciones. En realidad, ni siquiera sería necesaria su intervención ya que en ninguna parte está escrito que el censurado haya de responder personalmente al postulante de la moción y aspirante por tanto a la jefatura del Gobierno.

Se ha dicho, y con razón, que la moción de censura de Vox no se dirige a Pedro Sánchez sino a Pablo Casado, quien todavía duda de cuál será su actitud, si la abstención o el voto negativo. En efecto, Casado es víctima de su propia contradicción: ha aceptado en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos el apoyo de quienes lo consideran el líder de la «derechita cobarde» y por ello mismo han encabezado un motín en el seno del PP que ha dado lugar al nacimiento de Vox, que ahora disputa a la matriz la hegemonía conservadora.

Esa contradicción deja en evidencia al PP en cualquier caso: si vota negativamente a la moción está dando objetivamente oxígeno a Sánchez, puesto que reconoce tácitamente que este gobierno es constitucional en tanto su socio de coalición es sospechoso de no serlo. Y si se abstiene, parecerá que se desentiende en un asunto clave, que no se implica en el futuro de este país, que no niega la utilidad de esta esquizofrénica moción presentada por quienes niegan la violencia de género, no ocultan su ramalazo racista y quieren hacer del Estado de las autonomías un solar centralizado y rígido, a imagen y semejanza de aquella España «una, grande y libre» de la dictadura.

Vox, según se expresaba este martes Ortega Smith en la radio pública, está convencido de que su moción levantará a las masas, encenderá al pueblo llano, abrirá los ojos a los desorientados y alzará montañas de adhesiones a quienes descubran la iluminación que propaga el neofranquismo. Es muy improbable que tal cosa ocurra, entre otras razones porque la opinión pública –como revelan las encuestas– suele inclinarse hacia quienes asumen riesgos y den la cara cuando surgen problemas que a los que ideas sofisticadas críticas que no hacen sino entorpecer el trabajo de aquellas. El Gobierno en general e Illa en particular no han acertado en todo pero se han enfrentado con decisión a una catástrofe que otros han intentado capitalizar. Por eso, la moción de censura de Vox no pasará seguramente del terreno anecdótico, de la pura marginalidad informativa.

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