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Voluntariado en un campamento urbano en León: «Hay muchos niños que experimentan la soledad no deseada»
A lo largo de dos semanas, jóvenes de León conviven y realizan actividades en residencias con mayores y niños
Parque Quevedo. 11: 00 horas de la mañana. En plena ola de calor, se oyen risas y se ven niños jugando por el área verde. Unos chicos, que integran un grupo de unos 10 o 12, se encuentra realizando una gymkana , próximos a ellos. «¡A ver quién tiene todas las piezas del arco iris!», comenta una chica con una camiseta roja. Se trata de Ana de las Heras, de 18 años, que se halla realizando la II Edición del Voluntariado Joven de Cáritas de León. Tras ella, se encuentra Lara Sánchez, de la misma edad, que ayuda a uno de los equipos de los menores a montar las piezas del arco iris. Ambas forman parte de los 30 jóvenes, comprendidos entre 16 y 30 años, que comparten 15 días de los 83 que tienen de vacaciones, antes del inicio de un nuevo curso.
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Ayudar a los demás, como motivación y motor
«Quiero ser el cambio, y para ello quiero ayudar a las personas», afirma Lara Sánchez, muy segura. En septiembre, comienza la doble titulación de Derecho y Administración en la Universidad de León. «Para que haya ese cambio, hay que formar parte de él», comenta la joven leonesa. Desde hace poco más de dos años, forma parte del programa 'Caminando Juntos', de Cáritas. A través de él, acompañan a personas mayores en las residencias. «Es muy gratificante ayudar a los demás. La gente no lo sabe, pero la mayoría desean compañía y ser escuchados», asevera Lara. «Conocí el programa por unas charlas que ofreció Cáritas en mi instituto. Me dio mucha curiosidad y me interesó».
Alba quiere ser docente. Afirma que «le gustan los niños», y siempre ha querido «dedicarse a algo relacionado con el tema». En el otoño, comenzará la FP de Educación Infantil en el IES Ordoño II. «Debido a mis estudios (terapia ocupacional), yo había acudido a una residencia de mayores. Este año, con el campamento de Cáritas, he estado en esa misma, y ha sido una gran alegría para mí reencontrarme con caras conocidas», explica. «En este tipo de talleres de mayores, hacemos actividades mucho más tranquilas y pausadas, como pintar bolsas de tela, llaveros, manualidades».
Niños y mayores: diferentes o parecidos
Las jóvenes señalan que, si bien ambos grupos dan la sensación de ser muy diferentes, niños y mayores son mucho más parecidos de lo que aparentan. «Los dos experimentan la soledad no deseada», añade Lara, «aunque no lo parezca. Solo quieren compañía, y nosotros tenemos todo el tiempo del mundo». La soledad no deseada afecta al desarrollo de las emociones y los sentimientos de los menores, siendo fundamental en las relaciones sociales. Los quince días que los voluntarios pasan con uno y otro grupo no solo se centran en el acompañamiento, sino que intentan vivir una intensa experiencia que cambia a muchos en su percepción de la realidad. «Tenemos niños de todas las edades. Empiezan vergonzosos y un poco temerosos, pero luego no se quieren ir. Algunos repiten tras vivir la experiencia», manifiestan las jóvenes. «Incluso coinciden en los colegios o en la misma clase, y se apuntan juntos».
Juegos de mímica, descifrar un código morse o adivinar una frase son, entre otras, las pruebas que realizan los pequeños en la gymkana del campamento. El objetivo: esla convivencia entre todos. Los juegos y las distintas actividades son organizadas por los veteranos, aquellos que vivieron su primera experiencia el año anterior como voluntarios. «Suelen ser muy diversos«, apuntan las chicas a este medio. «Cada día tenemos una actividad distinta, por lo que nunca nos aburrimos ni nos cansamos», afirman Ana y Lara. «Vienen muy contentos siempre. Este año tenemos dos hermanos, por lo que los ponemos en grupos distintos para que no se peleen», atestiguan entre risas. Los grupos constan de pequeños de todas las edades, aunque las niñas «suelen ser más tranquilas que los niños», según las voluntarias.
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«Es muy divertido estar con los niños. Les coges mucho cariño a lo largo de la experiencia», revela De las Heras. Las dos, Ana y Lara, reconocen que las edades de los voluntarios, al igual que la de los niños, son muy diversas, aunque el grupo mayoritario de los primeros se sitúa «de 25 o 26 años para abajo».
Voluntariado en vacaciones
«La verdad es que 15 días o dos semanas al año no son nada comparado con todas las vacaciones de verano», se sincera Sánchez Álvarez. Las chicas exponen que «ya tendremos tiempo de ir a la playa con los amigos o la familia, o de intercambio de idiomas a otro país», pues lo que realmente les importan «son las vivencias y el crecimiento que aporta la experiencia».
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Marina, otra joven que participa en el programa, afirma que «el año pasado hice el voluntariado y me gustó mucho. Tanto que hasta mi hermana se ha apuntado». Y sonríe. «Siempre que pueda y sea posible, me gustaría participar», añade. «Quiero ayudar, y siento que es muy gratificante hacerlo de esta manera».
Los diez voluntarios que coordinan la actividad en el Parque Quevedo se arman de paciencia y le echan imaginación para resolver algunas de las pruebas. «Los 'veteranos' se lo curran un montón. No nos lo han puesto nada fácil», aseguran sonrientes Alba y Lara. En una fuente, o en la pista de baloncesto, se encuentran diversas flechas que van indicando el camino y la ruta de la gymkana. Los niños corren de un lado a otro: recoge las pistas, para después resolverlas. Unos monitores los acompañan a los puestos de las pruebas, mientras otros esperan a darles una de las partes del arco iris y completarlo. Es un verano diferente y lleno de experiencias, que trasciende a lo lúdico, indican las jóvenes al despedirse. Porque un campamento de verano es mucho más que un lugar de encuentro estival. Es un tiempo de compañía, de escucha, de aprendizaje para todos.
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