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Llaman al portero automático. El mensajero se identifica. Un paquete espera al otro lado de la puerta. El protocolo ha cambiado radicalmente en estos tiempos de pandemia. No hay contacto entre el mensajero y el comprador. Ambos guardan las distancias, en un gesto que se repite a diario y que en esta cuarentena ha alcanzado la cumbre.
La paquetería inicio esta pandemia con una caída en los envíos notable, como reconocen desde el sector. «En la primera quincena hubo una bajada cercana al 40%», reconoce Jesús Merino, de Tourline Express en León.
Pero esa caída fue un espejismo. Según se asentó el confinamiento los envíos no solo volvieron a las cifras de antes, sino que crecieron entre un 40 y un 50%. Tanto que las contrataciones son comunes en las empresas de mensajería.
«Nosotros podemos gestionar cerca de 500 envíos diarios más que antes», confiesa Jesús Merino, que asegura que principalmente (entre un 70 y un 80% de los pedidos) corresponden al comercio electrónico, conocido como e-comerce.
El panorama, de hecho, es alentador. Las estimaciones realizadas por las empresas que cubren estos servicios apuntan a que, con la apertura de los establecimientos comerciales, se estabilizará este crecimiento con la caída previsible del e-comerce.
El agobio que vive la paquetería, que se mezcla con la satisfacción de las cifras, choca con la realidad del sector del transporte.
La patronal leonesa Altradime reconoce que la parte del gremio que se dedica a la mensajería urgente vive buenos momentos, pero en el resto la realidad es bien distinta.
«Lo que ocurre en la paquetería no compensa el parón general», señala el presidente, Pablo Lorenzo, que destaca que, si bien hubo un momento al principio de la pandemia en el que el transporte de productos para supermercados creció exponencialmente, «ahora hemos vivido un descenso del 50% en nuestra actividad».
De hecho, el sector nota en carne propia el cierre de grandes establecimientos, cuyos envíos están totalmente paralizados. «Recuperaremos el ritmo cuando la vida vuelva a la normalidad, la gente pueda salir y consumir», calcula Pablo Lorenzo, que no ve sencilla la revitalización de un sector que ha vivido diferentes picos durante la pandemia.
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