El restaurante leonés que dice adiós a 25 años de historia y deja a Valdepiélago huérfano
El Mesón El Zaguán de Colín cierra sus puertas tras un cuarto de siglo como referente en la montaña leonesa
Durante 25 años, el Mesón El Zaguán de Colín ha sido mucho más que un restaurante para Valdepiélago: ha sido un punto de encuentro, un refugio gastronómico y el sueño cumplido de su dueña, Ana Isabel Martín Moral, y su marido, que ahora se despide del negocio para iniciar una nueva etapa.
Ana Isabel recuerda con claridad el origen de esta aventura: desde pequeña soñaba con vivir en la montaña y abrir un restaurante. Ni ella ni su marido eran de la zona, pero hace un cuarto de siglo decidieron instalarse en Valdepiélago para dar vida a un proyecto que se ha convertido en parte esencial del pueblo. «Esto era un sueño por cumplir, y se ha cumplido», explica con emoción.
Ese sueño también marcó la infancia de Laura Moral, hija de la familia y encargada del negocio en los últimos años. Para ella, el restaurante es una pieza fundamental de su vida. Creció correteando por el comedor cuando estaba cerrado, vio a sus padres elegir el nombre del local y diseñar los primeros platos, y aprendió desde muy pequeña lo que implica el sacrificio y la constancia en hostelería. Aunque admite que le da «muchísima pena» el cierre, entiende que las etapas se cumplen y reconoce que su vida profesional tomará otro camino.
Un éxito con años de historia
El éxito del mesón durante tantos años se ha basado, según Ana Isabel, en la constancia y en una propuesta culinaria tradicional: cocina casera, de calidad, hecha como la que ya no puede prepararse en muchas casas por falta de tiempo. Su carta, fiel a la tradición, conquistó a generaciones de clientes que llegaban desde León y otros puntos de la provincia.
Los fines de semana eran el punto fuerte, con excursiones, familias, grupos de senderistas y visitantes habituales que han acompañado al restaurante desde sus inicios.
Entre los platos más emblemáticos, la sopa de trucha ha sido siempre la estrella absoluta. También triunfaban el conejo a la cazuela y la tarta de queso, una receta heredada de la abuela y perfeccionada por Laura, hasta convertirse en un imprescindible para quienes repetían visita.
Falta de relevo generacional
A pesar del cariño recibido, la realidad del pueblo, con apenas una treintena de habitantes en invierno, hacía que la mayor parte de su clientela fuera de fuera. El negocio se mantenía vivo gracias a estos visitantes, mientras el entorno rural veía cerrarse cada vez más bares y restaurantes, en muchos casos por falta de relevo generacional. El Mesón El Zaguán de Colín es, de hecho, el único bar del pueblo, y su ausencia dejará un vacío difícil de cubrir que busca quién apueste por él.
Ana Isabel, muy unida ya al valle, asegura que su intención es seguir viviendo en la zona. Aunque nació en León capital, afirma sentirse más de Valdepiélago que de ningún otro sitio. «Aquí tengo mi vida», reconoce.
La familia continuará atendiendo a los clientes hasta, como máximo, el final del verano del próximo año, salvo que el local se venda antes. Después llegará por fin la jubilación, un descanso merecido tras décadas «al pie del cañón», como describe Ana Isabel.
Una amarga despedida
La despedida no será sencilla. Lo más duro, coinciden madre e hija, será alejarse del trato cotidiano con los clientes, muchos de los cuales se han convertido en amigos. Algunos los conocen desde que Laura era una niña, y con otros mantienen una relación tan estrecha que incluso se llaman cuando llevan un tiempo sin verse.
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Con la marcha del mesón, Valdepiélago perderá un símbolo que esperan que alguien recupere. La familia, en cambio, se lleva todo lo vivido: el trabajo, los aprendizajes, las risas, los vínculos y la satisfacción de haber hecho realidad un sueño que ha marcado la vida de todo un pueblo. El Mesón seguirá con las puertas abiertas durante meses para poder ofrecer a sus clientes una dulce despedida con sus platos de siempre y confiar en que algún interesado entre por la puerta para no bajar la trapa.