¡Resulta que tenía yo razón con lo de los calendarios!
Mi hijo (11 años) actualiza cada día la fecha a sus amigos. La de hoy: «¡es mi sexto día jugando en la Play!»
Diario de una cuarenta
Empiezo a vivir en dos o tres calendarios paralelos. Como quien vive en dos o tres idiomas y es ligeramente diferente en cada uno. Si es verdad lo de «pienso, luego existo», y cada idioma aborda los conceptos de manera (ligeramente) distinta, entonces tiene que ser una verdad lógica lo que para mí es una verdad contrastada: existo de manera ligeramente distinta en cada idioma.
Pero bueno, no es eso de lo que quería hablar. Vuelvo a los calendarios.
Salvo en el de mi hijo con la Play, que va a toda velocidad (con mi hijo todo va siempre a toda velocidad) el tiempo se ha ralentizado.
No sé si es eso o el estar digiriendo una realidad tan extensamente nueva que exige tiempo para asumirla, pero me encuentro en un estado de recogimiento.
He decidido mi campo, el de la esperanza, y me doy cuenta de que es un campo lento. Lento e íntimo. Quizá de ahí el recogimiento.
Pero qué calma y qué paz.
Me apetece el silencio. He cogido hace un rato el móvil para escuchar un programa y no he llegado a empezarlo. Me sobra, me estorba lo que no colabore a la calma, y yo no soy muy de consejos de autoayuda. Prefiero el silencio.
Mi aportación de hoy a la guerra que libran nuestros sanitarios es el recogimiento. No puedo salir a ayudarlos pero puedo quedarme en casa y no dar la lata.
Hoy me recojo.
A ver qué nos trae mañana.