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Momento de una de las cabezadas

Un santo erasmus y un arma de destrucción masiva

La cabezonería del clero obliga a postergar un debate que nunca acaba y que ha tenido como protagonista al vino de San Isidoro, una arma de destrucción masiva «muy católico»

rubén fariñas

Domingo, 24 de abril 2016, 15:02

Y de nuevo el resultado fueron las tablas. La eterna tradición se volvía a cumplir y tras un duro debate cabildo y síndico no consiguieron que el otro cediera. La buena voluntad de los leoneses, que sostienen que cada último domingo de abril acuden a realizar una ofrenda a San Isidoro de forma libre y voluntaria, no se ha impuesto a la cabezonería del clero.

Este año, en representación del pueblo, estaba la concejala de Cultura e historiadora, Margarita Torres, quien pedía a los clérigos que contrastasen fuentes sobre lo que ocurrió, allá por el año 1158, para saber si esto es un foro o una oferta y dejen su cabezonería para no seguir los pasos de Santo Martino, quien decidió irse de Erasmus y recorrer mundo predicando, éste fue un santo cabezón y tozudo y por ello San Isidoro decidió meterle un libro en la boca para que no hablase tanto.

El representante del clero, Manuel García, advertía a la concejala que predicar en el desierto es sermón perdido y de eso ellos saben bastante. Además, recordó su pasado a la edil de Cultura, miembro de la Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, por lo que la veía con el «corazón partido, como la canción de Alejandro Sanz» y la envió un halago al asegurar que ese corazón partido se podía juntar con un pegamento muy potente «el amor a San Isidoro y esta casa».

Un santo y 'maldito' vino

Torres no dudó en sacar toda la artillería para convencer a la Iglesia recordando que las crónicas las escriben los vencedores, no los vencidos y en este caso, la crónica fue escrita por representantes del clero. También ha pedido al cabildo que este año no les den a probar su arma de destrucción masiva, el vino de San Isidoro, porque «alcalde que lo cata, alcalde que no repite».

Manuel García le ha recordado entonces a la concejala lo santo de este caldo del cual se saca un litro al año tras la mesa del Señor. Ese vino se guarda en una barrica, son unos 5 ó 7 litros, y su sabor es generoso, andaluz y fuerte, además de muy católico porque «es beberlo y uno se cae de rodillas».

El debate se enrevesaba y el acuerdo parecía imposible. Por ello, finalmente el alcalde, en representación del pueblo de León, ha hecho entrega del velón de 11,5 kilos y de los dos hachones al abad de San Isidoro, la duda de si este ejercicio ha sido un foro o una oferta quedará por resolverse para el próximo año.

Tras la discusión, se ha oficiado una misa y a su conclusión, como marca la centenaria tradición, la corporación ha realizado tres reverencias o cabezadas al cabildo isidoriano como despedida mientras se alejaban del lugar donde se celebra el debate que nunca acaba.

La tradición

Cada año, el último domingo de abril, se celebra este acto, denominado Las Cabezadas. La tradición se remonta al año 1158 cuando, ante una pertinaz sequía que afectó a campos y frutos en León, el pueblo, bajo el reinado de Fernando II y en la época de esplendor del viejo Reino de León, decidió llevar en procesión el arca con las reliquias de San Isidoro. Al llegar a Trobajo del Camino, cuentan las crónicas que se hicieron visibles nubes negras cargadas de lluvia que convirtieron la tierra en barro, donde se atolló el arca sin que ni siquiera los hombres fornidos pudieran levantarla para continuar viaje.

Un aviso divino, sin duda, porque a la divinidad no le gustó que los leoneses pasearan los santos restos. Doña Sancha, sobrina del rey, oró y ayunó durante tres días hasta que, de entre la multitud, cuatro niños que apenas superaban los diez años de edad tocaron el arca, que mutó su exagerado peso por el que era inamovible por la masa de una pluma para, sin grandes esfuerzos, poder retornar las reliquias de nuevo a la Real Colegiata de San Isidoro.

Desde entonces, existe la promesa de que ese arca, que guarda los restos mortales del santo, no volverá a salir de su Real Colegiata. Aquí se donde nace la tradición de las Cabezadas. El pueblo realiza una oferta, como se realizó a partir de ese año como reconocimiento al santo, algo que para el cabildo es un foro y una obligación de la ciudad con su santo.

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