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La invasión de Ucrania cumple 400 días atascada y con un riesgo nuclear creciente

El Kremlin ensaya con armamento atómico en Siberia mientras Kiev baraja organizar un contragolpe en «abril o mayo» con los tanques que le proporciona Occidente

Agencias

Kiev

Jueves, 30 de marzo 2023, 20:02

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El Kremlin organizó la invasión de Ucrania como una operación fugaz. Entrar en la exrepública a sangre y fuego, cercar rápidamente la capital y derrocar al Gobierno de Volodímir Zelenski. Una ocupación al estilo de la Guerra del Golfo (1990), la invasión de Afganistán (2001) o la de Irak (2003). Ninguna de ellas duró más de seis meses. Y la última, apenas seis semanas. El ejemplo a seguir por el Estado Mayor ruso.

Sin embargo, los esfuerzos para conquistar Ucrania cumplen este jueves 400 días con una efectividad más que cuestionable, tras sucesivas bofetadas a las tácticas de Moscú y con un enfrentamiento sumido en el mismo atasco que el de los camiones en el barro. Todo ello la convierte en una guerra en camino de cronificarse, como también sucedió en Europa con el conflicto bosnio que se prolongó entre el 6 de abril de 1992 y el 19 de diciembre de 1995.

La historia puede repetirse e incluso empeorar. Ideologías y alianzas internacionales aparte, una mirada a la confrontación en la antigua Yugoslavia descubre numerosas similitudes con el enfrentamiento fratricida ucraniano -los dos bandos formaron parte hasta los 90 de la URSS- en cuanto al grado de destrucción y de violencia. En aquella se calculó que murieron más de 100.000 civiles y soldados. En esta no existe un registro fiable, pero ahora mismo se rebasarían las 300.000 bajas entre fallecidos y heridos.

La gravedad viene determinada por dos factores. La guerra está atorada en el Donbás en un frente muy amplio y tan tenso como las cuerdas de un violín. Aunque los mercenarios de Wagner anunciaron el martes que habían tomado el complejo industrial de Bajmut, puerta a la ocupación de esta ciudad-infierno donde se pudren incontables cadáveres, los observadores internacionales no detectan ganancias notables ni decisivas de ninguno de los dos ejércitos.

Quizá la situación cambie cuando los suelos se sequen. El ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, desveló el miércoles que será entonces, entre abril y mayo, cuando Ucrania desencadene su anunciada contraofensiva mayúscula, ahora imposible por el déficit de armas y municiones, pero también por el deshielo del invierno, que mantiene los campos impracticables para un avance eficaz de las secciones motorizadas.

De forma signiticativa, Reznikov se explayó sobre las futuras previsiones del Estado Mayor, lo que puede indicar que tiene muy claras sus posibilidades de un contragolpe o que juega al despiste con Moscú. En cualquier caso, reveló que sus mandos planean una contraofensiva «en varias direcciones» del Donbás contra las tropas rusas en cuanto llegue el «momento apropiado» meteorológico y que en ese instante el mundo verá en acción a los Leopard alemanes recién recibidos por Kiev, a los que se sumarán unidades británicas y, ya después de Semana Santa, también españolas. «Para nuestros combatientes se pueden comparar con un automóvil Mercedes después de conducir un Zhygul», puso como ejemplo en alusión al modelo ruso fabricado por Lada en los años 60 muy parecido al Seat 124 español.

«Estoy seguro de que continuaremos liberando territorios temporalmente ocupados, como se hizo en Kiev, Chernihiv, Sumy, Járkov o Jersón», subrayó el ministro, que reconoció el cansancio de sus tropas después de trece meses de guerra. «Es un proceso psicológico y físicamente difícil. Por eso tratamos de rotar a los soldados. Pero esto es una guerra: las condiciones son diferentes. Yo, por ejemplo, solo puedo dormir tres o cuatro horas al día. Ya se ha convertido en un hábito -admite en el periódico Pravda ucraniano-. También los rusos están cansados. Han sufrido pérdidas muy grandes».

La confrontación desde el comienzo del año difiere sustancialmente del perfil de combate de 2022. Los dos ejércitos protagonizan una guerra de desgaste que ha permitido a los defensores mantener el frente y llegar a la primavera en busca de la ansiada contraofensiva, cuando las orugas venzan al barro. Sin embargo, al Gobierno de Zelenski no se le escapa que la crisis puede tener políticamente los días contados. De ahí, el apremio por cargar contra las trincheras rusas.

Roman Sinitsyn, director militar de la Fundación Prytula, que presta asistencia al Ejército ucraniano, estima que el plazo para el contragolpe lo define en buena medida el cansancio occidental. «Me parece que a nuestros socios internacionales no les gustaría alargar esta historia durante mucho tiempo proporcionando una ayuda macroeconómica militar colosal. Golpea a sus votantes», advierte en una entrevista en el medio UP. Kiev tiene en cuenta que entre este y el próximo año habrá elecciones en varios países aliados, con la prevalencia de las presidenciales de EE UU, donde un triunfo republicano podría poner en cuestión el enorme gasto del país en ayuda a Ucrania. «Electoralmente, el tema de la guerra tiene un impacto serio», admite Sinitsyn.

El otro temor a una prolongación de la crisis es el nuclear. Rusia inició el miércoles unas maniobras con este armamento, pero sin carga radioactiva, en Siberia, lo que acentúa el clima de intranquilidad internacional después de que esta semana pasada Vladímir Putin anunciase que desplegará misiles con capacidad atómica en Bielorrusia. Este jueves, el presidente español, Pedro Sánchez, llega a China para conocer de mano de su presidente, Xi Jinping, las condiciones de su plan de paz. También Zelenski ha invitado al mandatario asiático a viajar a Kiev, igual que lo hizo a Moscú.

Estados Unidos sigue dudando de la fiabilidad de este documento, más aún después del último discurso del jefe del Kremlin sobre el despliegue en Bielorrusia, que el presidente estadounidense, Joe Biden, calificó de «peligroso y preocupante». Sin embargo, la Inteligencia norteamericana no ha visto señales de que Moscú haga preparativos para trasladar este tipo de material a su país aliado. El número de ojivas nucleares operativas en el mundo ha aumentado en 2022, sobre todo por el empuje de Rusia y China, según el informe Nuclear Weapons Ban Monitor, publicado por la ONG noruega Norsk Folkehjelp. EE UU y los rusos poseen un arsenal suficiente para desatar en el planeta un infierno superior a «135.000 bombas de Hiroshima».

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