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Ana Merino recibiendo el Premio Nadal.

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Ana Merino recibiendo el Premio Nadal. EFE

Ana Merino: «La facilidad con la que se narra en los filandones leoneses está presente en mi novela»

La ganadora del Premio Nadal 2020 con 'El mapa de la afectos' reflexiona horas después de haber sido galardonada, en una entrevista en la que abordar el horizonte de una carrera la que la literatura es 'el campo de fuerza'

Nacho Barrio

León

Martes, 7 de enero 2020, 12:24

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Las últimas horas no han dado tregua en la vida de Ana Merino. Al colgar un teléfono otro comienza a sonar. Un maratón de llamadas al que responde con la elegancia de quien ha impreso su nombre en las letras del país. El camino de Ana Merino está trazado, pero el Nadal es una hilera de luminarias que aportan claridad en la travesía. Aunque nacida en Madrid, la flamante ganadora del Nadal con 'El mapa de la afectos' lleva el poso leonés en sus venas y en su pluma. Hoy es día de responder a mil llamadas. El Nadal ilumina el camino.

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- ¿Qué sintió al recibir el Premio Nadal?

- Una emoción infinita, estoy feliz, como si volara. Cuando conocí el fallo no me lo podía creer y empecé a dar 'saltitos', soy muy expresiva. Recibirlo supone que alguien ha leído esta propuesta literaria y le ha parecido bien, estoy segura de que el resto de libros eran estupendos, buenas propuestas literarias, y dijeron 'bueno, vamos a apostar por esta voz'. No pude por menos que saltar, sentí que estaba volando, una sensación muy estimulante.

- El Nadal es sinónimo de impulso a nuevas propuestas literarias.

Me siento plena y responsable de una propuesta que plasma mi voz desde la narrativa, en un espacio de reflexión meditada sobre el estilo y sobre la novela como lugar donde los personajes existen, en un espacio que da sentido a mi idea sobre la bondad. Aquí me meto en la psicología de personajes genuinamente buenos, de cómo enfrentan la vida y la adversidad.

- Para encontrar a estos personajes genuinamente buenos, ¿ha sido necesario abstraerse del mundo real?

- No no, en el sustrato humano está la bondad, es lo que hace que el mundo siga adelante. De lo que hablo en la novela es de personas con decisiones generosas, con capacidad de reaccionar. Eso está en nosotros, nos olvidamos pero la bondad está dentro, las intenciones, la creatividad para estimular la alegría y la belleza... Eso es bondad y está en nosotros. Que haya escuelas y maestros que se levantan cada mañana a dar la clase y sean apasionados y se entreguen es bondad.

- ¿La maldad se encarga de nublarnos la razón?

- Claro. Sucede que la maldad se puede concretar en personas que llevan a cabo actos criminales que nos afectan y nos trauman, la maldad como una guerra injusta y absurda, es el concepto que luego repercute en el individuo. Eso existe, pero el germen que hace que salgamos adelante es la bondad y su demostración. Mis personajes son muy distintos y tienen diferentes perspectivas, en la novela les suceden adversidades pero la clave es el talante con el que afrontan la vida. En ese concepto quería investigar, cómo a una víctima que le ocurre algo horrible se enfrenta a lo que le está pasando. Me parecía muy interesante.

- ¿Cómo fue esa labor de creación?

- Ha sido un libro que se ha hecho lentamente porque estaba metida en la lectura del MFA que monté en Iowa, por el que llegué en 2009 a Estados Unidos. En ese año había publicado una novela juvenil, 'El hombre de los dos corazones', donde ya está mi gestualidad narradora, lo que pasa es que cuando me meto en la aventura de Iowa toda va en cámara lenta. Los momentos que estaba viviendo en estos últimos diez años, muchas problemáticas existenciales las solucioné porque para mí la literatura tiene algo de catarsis, mi crisis sobre el desamor la gestioné con el teatro. Tenía pensamientos que gestionaba con teatro o poesía, pero claro, llegó un momento en el que tenía una densidad de personajes que aparecían que tenía que desarrollarlos en una novela. Me senté de pronto un día y los fui desarrollando.

- ¿Es tan sencillo como suena?

- No no, cuesta mucho trabajo, pero lo he disfrutado, que eso es importante. Los libros son mi campo de fuerza.

- Grandes nombres como Carmen Laforet o Miguel Delibes ganaron el Nadal. ¿Añade presión por dejar su huella en la literatura o supone un impulso?

- Para mí es un impulso, yo humildemente he presentado mi propuesta y espero haber podido plasmar las grandes enseñanzas de la buena literatura que he leído durante toda la vida en casa, donde estaba mi padre (José María Merino), un grandísimo escritor. Espero haber estado a la altura, al menos lo he intentado. La verdad es que estaba emocionada porque el sustrato de la literatura de este premio es maravilloso. 'Entre visillos', 'El Jarama'... Me siento honrada.

- El apellido marca...

- Pero no pesa, es fabuloso. Por eso soy una activista por la educación, de que haya bibliotecas para que los niños lean. Yo tuve la biblioteca en casa y quiero que todos los niños tengan la misma oportunidad de amar la literatura. Por eso soy tan activa en comunidades de activismo creativo, ayudando a maestros a educar en la literatura. Es lo que respiré en mi casa. Soy feliz de haber crecido en una familia donde la literatura era parte de la materia prima.

- ¿Cómo influyen sus raíces leonesas?

- En mucha tradición de la imaginación, eso está presente. Mi infancia fue maravillosa con mis abuelos en la ciudad de León, que es maravillosa y la adoro. El cariño por León es parte de mi ADN, por supuesto.

- Esa referencia a la imaginación suena a los tradicionales filandones...

- Exacto, esa oralidad y facilidad con la que se narra también está en la novela, en cómo se cuenta y se escucha a cada personaje.

- Empezar así 2020 pone el listón muy alto.

- Empiezo enero con mucha alegría, tengo mucho que agradecer a los Reyes Magos, desde niña he creído en esa noche. Ha sido un 'alegrón', es una propuesta literaria muy pensada y espero que haya lectores que lo disfruten tanto como yo disfruté escribiéndolo. Espero que vuelva la literatura a nuestro pensamiento cotidiano, que la gente lea libros, que es maravilloso y nos hace reflexionar y empatizar, alimenta el espíritu y nos da sosiego. Hay que volver a leer.

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