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La semana de Elizabeth Duval

Devota de San Agustín y de la causa motomami

Filósofa en ciernes, estudia en la Sorbona. Se despierta con Twitter, de la que es adicta a pesar de la legión de odiadores. Harta de ser un icono trans y lésbico, adora la poesía mística. Su deporte se reduce a subir a pie a diario cuatro pisos sin ascensor

antonio paniagua

Domingo, 27 de marzo 2022, 00:18

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A veces la presentan como la intelectual de la generación Z, pero a Elizabeth Duval es difícil adscribirla a cualquier corriente de pensamiento, porque admira tanto a Lacan como a Bad Bunny y Rosalía. Nacida en Alcalá de Henares (Madrid) hace 21 años, es autora de un poemario, un ensayo sobre la cuestión trans y dos novelas, además de artículos políticos. Dice que no es persona hasta que se toma un café y los excitantes hacen su efecto. Vive en un piso compartido de París y ve en la Ciudad de la Luz las sombras de la desigualdad y, todo hay que decirlo, la suciedad. Si tiene que elegir entre Yolanda Díaz e Irene Montero, esta posmarxista se queda con la primera. Ecléctica y nada maniquea, le gusta conversar. Lo demuestra en la Noria, el 'podcast' que conduce y donde charla con invitados de todo pelaje sobre religión, identidad y cultura pop. Entre sus interlocutores se encuentran el escritor Juan Manuel de Prada, un tradicionalista con el que descubre puntos de encuentro. En el programa, de 10 episodios, se ve las caras con el cineasta Nacho Vigalondo, el periodista Pedro Vallín y la concejal de Madrid Rita Maestre.

Lunes

8.30 horas. Vivo en París, la Ciudad de la Luz, donde el sol luce más bien poco. A menudo el cielo está nublado y llueve mucho, lo que representa un secreto muy bien guardado por los parisinos. Aparte de eso, París encierra unas desigualdades sociales muy grandes, de modo que en un mismo barrio se pasa rápidamente de la opulencia a la miseria más absoluta. Las estaciones centrales del metro están sucias y el ruido metálico de los vagones llega a ser violento.

9.00 horas. Corté hace poco con mi pareja, así que ahora comparto piso con un amigo, el escritor Alejandro Pérez-Paredes. La habitación me sale por unos 450 euros al mes, que cubro con lo que gano de colaboraciones en periódicos y los 'podcasts' que hago.

9.30 horas. Me cuesta levantarme, tengo tendencia a remolonear entre las sábanas. No soy madrugadora, necesito dormir. Antes que nada me preparo un café, que me ayuda a activarme, me fumo el primer cigarro y pongo música. A veces un café me basta para desayunar. Pero en otras ocasiones me inclino por la bollería francesa y si me apetece algo con sabor español escojo el pan tumaca. Cuando me apetece algo dulce pruebo una crema de chocolate, una especie de Nutella en cuyo envase se asegura que el producto no está hecho bajo condiciones de explotación infantil en el Congo.

Martes

15.00 horas. Hay unos cuantos platos que me quedan muy bien. Hago una tortilla de patatas y un curry indio estupendos; y el dahl de lentejas naranjas con arroz basmati me sale riquísimo.

16.00 horas. Estudio un doble grado de Filosofía y Filología Francesa en la Sorbona. Mi filosofía de vida, en el sentido coloquial de la palabra, se compone de unas gotitas de moral de la responsabilidad mezclada con ética de las virtudes, aderezado todo con una pizca de hedonismo. No soy nada estoica, salvo en lidiar con los 'haters' de Twitter. Entonces me sale la vena judeocristiana y me digo: «Perdónales, Señor, porque no saben lo que hacen».

17.00 horas. Las lecturas cristianas me encantan. Soy muy fan de 'Las confesiones' de San Agustín y de las poetas místicas. Estudié en un colegio católico y, aunque soy agnóstica, me reconozco heredera de un catolicismo cultural que ha hecho que perviva en mí el sentimiento de culpa, además de símbolos y maneras de ver el mundo, como el de dividir la existencia entre carnaval y cuaresma.

«Toda persona que se interese y escriba sobre política acaba agotada porque es un auténtico coñazo»

Miércoles

13.00 horas. Todas las semanas escribo de política en 'Público', aunque es un terreno que me cansa. Toda persona que se interese y escriba sobre ella acaba agotada, porque es un auténtico coñazo. Conozco a mucha gente dentro de la política, pero ningún partido me ha tirado los tejos, entre otras cosas porque saben que les diría que no. Tengo que confesar que, en Unidas Podemos, soy más amiga de Yolanda (Díaz) que de Irene (Montero).

Jueves

12.30 horas. Voy al Pompidou a ver una exposición sobre mujeres y abstracción. Las obras son infinitamente interesantes, pero intentan abarcar tanto que es agotadora. No me ha gustado.

19.30 horas. Escucho música para desconectar, de todo tipo. Voy a ver pronto 'Las bodas de Fígaro'. En las últimas semanas ando completamente seducida por Rosalía. Su último disco es todo un despliegue de talento. Son maravillosas sus composiciones, su mezcla de influencias me encanta por lo eclécticas y curradas que están. Todo su trabajo me suscita mucha admiración y respeto. Al principio 'Chicken teriyaki' no me gustó demasiado; me convenció más 'Saoko' y 'Hentai' me despertó dudas. Pero cuando se publicó el disco entero me entregué de lleno a la causa motomami.

21.30 horas. Me ha fascinado por completo el documental de Netflix 'Soy Georgina', la 'influencer', empresaria y pareja de Cristiano Ronaldo. Escribí un artículo sobre ello y decía que puedes buscar en las pupilas de los personajes el rastro de un alma, pero corres el riesgo de que te la roben a ti.

23.30 horas. Me leí hace poco el libro del psicoanalista inglés Donald W. Winnicott sobre los objetos transicionales, aquellos que el hombre ve sustitutorios del seno materno, como los muñecos de peluche. Tras leerlo me compré un tigre de peluche bastante grande que uso de vez en cuando para dormir.

Viernes

11.20 horas. El ejercicio que hago consiste en buena medida en subir las escaleras, ya que vivo en un cuarto sin ascensor. Mi compañero de piso y yo tenemos en proyecto correr por el parque de Luxemburgo, pero todavía no hemos empezado.

12.20 horas. Escribo y leo mucho en casa. El tiempo de París no es propicio para llevar un libro al parque. Salvo en la adolescencia, para tomar libros prestados, nunca he ido demasiado a las bibliotecas. Cuando sale el sol, suelo hacer las últimas correcciones de algún manuscrito. Las hago en un jardín que está al lado de la Gran Mezquita de París. Es una terraza cerrada en la que sirven dulces y té. Es muy agradable.

20.00 horas. He descubierto una coctelería preciosa, casi oculta, dentro de un restaurante de Pigalle. Está muy bien. Con sus sofás de terciopelo rojo, es muy acogedora. Este lugar y la cafetería Floreal, en Bell Ville, son ahora mis preferidos.

23.00 horas. Una de mis pasiones es el cine. Cuando llegué a París y no trabajaba tanto pasaba mucho tiempo sola viendo películas en las salas. Lo hacía cuando salía de clase y regresaba a casa paseando o en el transporte público. Y al mismo nivel, otra de mis pasiones es la fiesta, siempre acompañada de amigos.

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