Incendio forestal en San Esteban de Nogales: cuando el pueblo salva al pueblo

San Esteban de Nogales amaneció la mañana de este martes 12 de agosto con el repique urgente de las campanas de su iglesia. No era una llamada a misa, sino una señal de alarma que resonó por todo el pueblo: el fuego, que en la madrugada parecía controlado, había vuelto a reactivarse en la zona de Alcubilla de Nogales y avanzaba de nuevo hacia el municipio.

«La idea era volver a poner al pueblo en alerta», explicaba la alcaldesa, María Emilia López Pérez, mientras coordinaba desde el terreno. «A las cinco de la mañana parecía controlado y la gente se fue a descansar, pero ha cambiado el viento y teníamos que reubicar a todos en la zona que llamamos 'la trinchera', que hicimos con tractores y regueros de agua».

El pueblo había sido desalojado la tarde anterior, pero con la nueva llamada muchos vecinos regresaron para ver sus casas o sumarse a las tareas de extinción. En el lugar, la imagen se repetía: jóvenes y adultos cargando mochilas de agua, golpeando el suelo con ramas de encina, cavando zanjas y vigilando el cortafuego que ellos mismos habían abierto.

El agricultor Miguel Ángel Tejedor del Río recuerda que la movilización empezó con las campanas: «Cada uno salió con lo que pudo. Con los tractores rompimos los rastrojos para que, si el fuego llegaba, pudiéramos contenerlo. En el monte era imposible». Durante horas, cavaron zanjas y canalizaron agua para intentar frenar las llamas.

Muchos de los que trabajaron durante la noche volvieron al amanecer. Víctor Ribeiro explica que la juventud del pueblo se organizó en cuadrillas de unas 30 personas: «Fuimos con mochilas de sulfatar, ramas y palas. Esta mañana, cuando hemos visto que el foco revivía, lo apagamos otra vez y tocamos de nuevo las campanas para reagruparnos».

Otros, como José Enrique Fernández Gil, cuentan que la decisión de actuar nació de la frustración: «Llevábamos horas vigilando sin que llegara ayuda y llegó un momento en que nos hartamos. Yo nunca había cogido una mochila de sulfatar y allí estaba, con ella a la espalda, porque no había brigadas ni helicópteros».

La alcaldesa subraya que el trabajo de los vecinos fue decisivo para salvar la masa forestal más próxima al pueblo: «Se nota mucho dónde han actuado los jóvenes: hay kilómetros de monte quemado, pero en esas zonas los árboles se han salvado». El fuego, que arrasó encinas, matorral y parte de un pinar, no alcanzó ninguna vivienda gracias a la amplia vega que actuó como cortafuego natural.

La experiencia y el conocimiento del terreno fueron clave. Faustino Prieto, uno de los veteranos, admite que hay que estar pendientes del viento y cuidar de los más jóvenes: «Un remolino puede meterte el fuego encima en segundos. Es complicado».

Para Alejandro Casado, la coordinación fue instintiva: «Nos conocemos el pueblo y en cuanto veíamos un foco, íbamos todos. Nos juntábamos en un camino, subían los coches y a apagar». Ayer por la tarde, la Guardia Civil no les dejó acercarse a las primeras llamas; cuando se marcharon, unos 40 vecinos entraron al monte para actuar.

Mientras las cuadrillas improvisadas seguían apagando rescoldos, en Alcubilla el fuego parecía bajo control gracias a un contrafuego realizado por la UME. En San Esteban, la vigilancia continúa, a la espera de que brigadas y medios oficiales lleguen para relevar a los vecinos.

Hasta entonces, las campanas seguirán siendo el sistema de alerta. «Es lo que te han contado siempre tus abuelos: cuando suenan, hay que ir a ayudar», recuerda José Enrique. Y en San Esteban de Nogales, hoy más que nunca, la campana ha sido la voz que une a todo un pueblo contra el fuego.

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