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Imagen de Finca los Tesedos en Quintanilla de Sollamas. Finca los Tesedos

Cría de caracoles: una práctica desconocida que también tiene lugar en León

Aunque poco habitual, la helicicultura existe en la provincia, en Quintanilla de Sollamas, un joven retoma a pequeña escala el criadero familiar que un día fundó su padre

Miércoles, 25 de junio 2025, 08:22

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Cuando se habla de ganadería o producción en el medio rural, la mayoría piensa en ovejas, vacas o cerdos. Sin embargo, existe una actividad mucho menos conocida que también requiere conocimiento, cuidado y paciencia: la cría de caracoles, o helicicultura.

En Quintanilla de Sollama, un pequeño criadero familiar, la Finca Los Tesedos, demuestra que esta práctica no solo es viable, sino que también puede formar parte del tejido rural.

Aunque la explotación estuvo varios años inactiva por el traslado de la familia, ahora es el hijo quien ha decidido retomarla poco a poco. «No es una pasión que me haya nacido de repente, es algo que vi en casa», explica, reconociendo que, aunque no da para vivir, «es un suplemento que no viene nada mal».

Cómo se crían los caracoles

La especie que se cría aquí es la Helix aspersa, un caracol terrestre común en este tipo de explotaciones. Los animales se mantienen en semilibertad, en parcelas al aire libre, aunque también podrían desarrollarse en invernaderos. Se alimentan principalmente de trébol blanco enano (Trifolium repens), plantado en pasillos que recorren el terreno, además de pienso ecológico, hojas verdes como la lechuga, pan seco y una mezcla rica en calcio, fósforo y potasio.

Imagen de caracoles en la Finca los Tesedos. Finca los Tesedos

«La clave está en la humedad», afirma. Por eso se emplea un sistema de aspersión que riega el terreno diariamente. Además, se instalan estructuras de malla vertical llamadas banderas, sobre las que se colocan bandejas de alimento. Los caracoles suben a alimentarse y, al mismo tiempo, se refugian del sol directo.

Un ciclo marcado por el clima

La temporada de cría se extiende de abril a octubre, dependiendo de las temperaturas. En invierno, los caracoles hibernan bajo tierra, por lo que la producción se detiene. Durante los primeros meses no se pueden recolectar: su cáscara es aún blanda y frágil. «Es en agosto cuando alcanzan el punto óptimo, también septiembre, octubre y parte de noviembre», explica el joven.

La reproducción es natural. A partir de unos pocos miles de caracoles, llamados alevines, se puede multiplicar la población en apenas unos años. En este criadero, por ejemplo, pasaron de 5.000 a unos 15.000 en sólo tres temporadas, antes de que la actividad se detuviera.

Proceso de purgado y comercialización

Antes de comercializarse, los caracoles deben pasar por un purgado, un proceso esencial para eliminar secreciones y residuos. Se colocan en mallas dentro de jaulas con buena ventilación, donde permanecen unos quince días sin acceso a alimento, soltando agua y porquería. «No están sobre la tierra, así que todo lo que eliminan cae en una bandeja inferior», detalla.

Imagen de los caracoles ya seleccionados, Finca los Tesedos

Una vez purgados, se seleccionan uno a uno, descartando los ejemplares muertos o demasiado pequeños, y se empaquetan en mallas de 3 o 5 kilos. Se venden vivos y limpios, listos para cocinar. Aunque la distribución ha sido local, principalmente a restaurantes de la zona, la venta a mayor escala sigue siendo limitada.

Retos y limitaciones

La cría de caracoles no está exenta de problemas. La mortalidad puede ser alta por causas naturales. «Algunos mueren por los pájaros, otros por topillos o ratones de campo», explica. Para evitarlo, se colocan espantapájaros y se vigilan posibles madrigueras en el suelo. Además, está prohibido el uso de productos químicos: todo el manejo debe hacerse con piensos ecológicos y sin herbicidas.

Otro gran reto es el tiempo: «Se pierde bastante entre el riego diario, la alimentación y luego la recolección, que es uno por uno, mirando que la cáscara esté dura y del tamaño adecuado», comenta. Además, la rentabilidad depende del entorno: no es una actividad común, y aún hay poco mercado en muchas zonas.

Una alternativa modesta, pero con potencial

«Por ahora es un hobby, pero bonito», admite. Su objetivo es seguir vendiendo por la zona y mantener viva una práctica que requiere tanto esfuerzo y conocimiento como cualquier otro modelo ganadero.

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