Un millón de pasos hasta Santiago: el camino en sesenta imágenes

El Camino es como un libro con las páginas en blanco, encuadernado en vitela, con las tapas desgastadas y los bordes romos. Basta con consultar un mapa para saber cómo se titularán los capítulos, pero es imposible de anticipar. «Se hace camino al andar», decía el poeta, «y al echar la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». Cada cuesta y recodo son la promesa lo mismo de una ampolla que de una revelación; la consecuencia lógica de seguir los pasos de quienes te han precedido durante siglos y cuya sombra parece escoltar a los peregrinos como hacían los ángeles con los humanos en esa película de Win Wenders, omnipresentes pero invisibles. El Camino es una sucesión infinita de hayedos y chaparrales, de cultivos de vid, trigo, girasol y remolacha; de sudor y saliva adherida a las comisuras de la boca por efecto del viento, el sol y la lluvia. Es inmutable aunque cambie a las personas con cada etapa como hace el agua con el lecho del río. Uno descubre en los albergues y cantinas que, si bien somos los dueños de nuestros propios pasos, estos siguen una partitura precisa donde el tempo es lo de menos, guiados por un lienzo de estrellas y una fuerza telúrica orientada siempre al Occidente. Este año es Xacobeo y los rigores de la pandemia llevan meses conteniendo esa corriente que ahora se derrama incontenible, con afluentes en toda Europa y más allá. Ante nosotros se despliegan 31 etapas, desde Saint Jean Pied Port, al otro lado de los Pirineos, hasta la Plaza del Obradoiro, cruzando todo el norte peninsular por la llamada Ruta Francesa. 774 kilómetros, una auténtica 'road movie' a la española. ¿Nos acompañan?