Los marroquíes buscan este verano las playas y las compras en libertad
El destino favorito de... ·
España, Francia y Turquía lugares para disfrutar de entornos diferentes y asequiblesGERARDO ELORRIAGA
Jueves, 13 de agosto 2020, 00:04
No resulta fácil conseguir un visado para entrar legalmente en España. Hay que certificar un trabajo estable, entre otros requisitos que complican el acceso de muchos marroquíes. Porque el flujo de magrebíes que cruzan el estrecho cada verano cuenta con dos sentidos. Unos forman parte de la diáspora diseminada por Europa y regresan a su tierra durante varias semanas, mientras que otros aspiran a disfrutar de sus vacaciones en un entorno diferente al habitual. Alrededor de 800.000 entran cada año y el 65% tienen como objetivo Andalucía, en concreto, localidades como Fuengirola, Benalmádena, Torremolinos y Marbella. «Buscan una combinación de sol, playa y shopping», explica Beatriz Mesa, profesora en la Universidad Internacional de Rabat.
El cierre de fronteras y el cerrojazo impuesto a Casablanca, Tánger y otras grandes ciudades, anuncia un mes de agosto inusual, sin apenas tráfico hacia el exterior o el interior del reino alauita. En circunstancias normales, las elites ya se hallarían disfrutando de la canícula en sus mansiones de Sotogrande. «La familia real y el Majzén, el núcleo del poder, poseen megaviviendas en zonas opacas», indica. La capital francesa constituye un reclamo importante, pero la influencia cultural de la metrópoli francesa no compite con el poder de seducción de la Costa del Sol. «La prefieren porque está cerca y resulta más asequible, con más sol y una gastronomía atractiva, y, además, los visitantes puede viajar en su propio vehículo», explica.
El ocio también refleja las enormes disparidades del país vecino. «Hablamos de una sociedad muy difícil de dibujar, con referentes tanto en Occidente como en los países del Golfo», aduce. A su juicio, las nuevas generaciones se debaten entre la modernidad y el regreso a la tradición, la fe y el laicismo, la chilaba y el prêt-à-porter del ubicuo Zara. Los cambios se han agudizado en las dos últimas décadas, bajo el reinado de Mohammed VI, años de desarrollo económico, a pesar de las crisis. El Banco Mundial considera que ha emergido esa clase media, formada por el 15% de la población, que busca ofertas del todo incluido en los portales de viajes.
Los funcionarios de la Administración y los empleados en las grandes empresas financieras o de telecomunicaciones, integran el nuevo estrato, ávido de experiencias novedosas. «Sus demandas no tienen nada que ver con las de los turistas que llegan al país», apunta Mohammed Fuad, director de la Fundación Atil, que lucha contra el abandono escolar. El exotismo de las ciudades imperiales atrae a 13 millones de foráneos, mientras que las playas mediterráneas constituyen el principal reclamo para los autóctonos, que las prefieren sobre los enormes arenales atlánticos, con algunas excepciones como Agadir o Essaouira.
El aislamiento autoimpuesto impide los movimientos internacionales, aunque, en el tórrido verano magrebí, los mayores desplazamientos corresponden a nativos. En cualquier caso, los marroquíes no suelen desplazarse a las repúblicas limítrofes de Mauritania, con escaso atractivo para el turismo de masas, o Argelia, que ni siquiera lo promociona. Tampoco Túnez resulta especialmente interesante para los marroquíes. «No acuden porque se trata de un contexto muy similar», alega.
Turquía se ha convertido en un destino privilegiado a lo largo de las últimas temporadas. El pasado año unos 200.000 locales disfrutaron de sus encantos euroasiáticos. Al parecer, las series televisivas otomanas han sido el reclamo para elegir unas vacaciones asequibles que no precisan de la visa Schengen. «Una semana en régimen de media pensión supone unos 600 o 700 euros, precio inferior al de un alquiler en Tánger o Tetuán», señala Fuad. Más allá de la demanda cultural o el deseo de comprar, existe la convicción de que París, Málaga y Estambul, proporcionan al marroquí un espacio de libertad que, a pesar del progreso, aún carece en su vida cotidiana, my condicionada por el conservadurismo social.
El Benidorm frustrado
La expansión del turismo nacional fue el objetivo del Plan Azur, programa que impulsó la construcción de infraestructuras hoteleras a lo largo de la última década. El objetivo principal fue la costa mediterránea, entre Tánger y la frontera argelina. Pero algo no salió bien. «La construcción desbordada, la especulación y la corrupción, han esquilmado zonas naturales y arruinado buena parte del encanto del litoral», lamenta Mohammed Fuad. El proyecto, que pretendía competir con el levante español, no sólo no ha atraído el turismo internacional, sino que también desanima al local, ya que los precios de sus apartamentos ni siquiera se antojan especialmente competitivos frente a la oferta exterior.