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Por qué el velo de las mujeres está en el centro del proyecto de los islamistas

Por qué el velo de las mujeres está en el centro del proyecto de los islamistas

Varios acontecimientos parecen atestiguar un recrudecimiento del activismo islamista que utiliza el velo como punta de lanza

Leïla Tauil

Miércoles, 16 de marzo 2022, 10:23

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En el Magreb, durante el año 2021, se organizaron ceremonias en las que se animaba a las adolescentes y a las estudiantes a ponerse el velo. En Túnez y Argelia se premió a las chicas que comenzaron a llevar el velo en un ambiente festivo.

También se ha creado recientemente una campaña prohiyab en el Consejo de Europa por parte de organizaciones europeas de la Hermandad (Hermanos Musulmanes).

Todos estos acontecimientos parecen atestiguar un resurgimiento del activismo islamista que utiliza el velo como punta de lanza. En efecto, el velo de las mujeres está en la base de la ideología islamista que se desarrolló tras el nacimiento, en 1928 en Egipto, de la asociación de los Hermanos Musulmanes basada en la reivindicación de la creación de un Estado islámico basado en la ley islámica (sharía).

Para no caer en la trampa de la retórica islamista, de equiparar cualquier crítica al velo con la islamofobia, parece útil realizar una aproximación histórica al fenómeno del velo, en contextos musulmanes y en otros lugares, para comprender su complejidad.

Los primeros grupos feministas árabes antivelo

Las primeras asociaciones feministas árabes y magrebíes, que aparecieron durante los años 20 y 30 en un contexto de colonización, se comprometieron con el acceso de las mujeres a la educación y a las funciones sociales y políticas, al tiempo que se implicaban sistemáticamente en la lucha anticolonial.

También se opusieron firmemente al velo de las mujeres –velo social desprovisto de connotaciones religiosas, como el haik y el safsari en el Magreb, que llevan indistintamente las mujeres musulmanas, cristianas y judías en contextos islámicos– porque entienden la problemática del lugar que ocupa el cuerpo de las mujeres en el espacio público.

Deciden entablar una relación de igualdad con los hombres, que no están sujetos a las mismas restricciones de vestimenta. Al igual que el espectacular destape de la feminista egipcia Huda Sharawi en 1923, al que siguió una ola de destapes, estas pioneras transgredieron las normas patriarcales al comprometerse públicamente sin sus velos, como la tunecina Bchira Ben Mrad y la marroquí Malika Al Fassi, que crearon los primeros movimientos de mujeres durante la década de 1930.

Un nuevo tipo de discurso sobre el velo, el hiyab, basado en argumentos religiosos, apareció a finales de la década de 1920 en el Islam político conservador y emergente. Sin embargo, tuvo un impacto limitado en la población y fue llevado principalmente por las primeras mujeres islamistas, como la egipcia Zaynab al-Ghazali, que creó la Asociación de Mujeres Musulmanas, el ala femenina de los Hermanos Musulmanes, en 1936.

Como reacción a este deseo conservador de controlar religiosamente el cuerpo de las mujeres, las feministas se posicionaron valientemente. Entre ellas se encontraba la drusa libanesa Nazîra Zayn al-Dîn, que dio muestras de una audacia intelectual subversiva, en línea con los teólogos reformistas, al publicar en 1928 el libro Velo y desvelo (Al-Sufûr wa-l-hijâb), que deconstruía teológicamente el postulado del velo obligatorio y provocó fructíferos debates sociales entre feministas y autoridades religiosas durante veinte años.

En la época de la independencia, el abandono gradual y generalizado del velo social tradicional se convirtió en algo habitual en las sociedades influidas por el panarabismo de izquierdas –proyecto político que abogaba por la unidad del mundo árabe encarnado por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser–, donde muchas mujeres con la cabeza descubierta ocuparon el espacio público hasta la década de 1980, como muestran numerosos archivos.

Septiembre de 1970: cientos de mujeres marchan en El Cairo en homenaje a Gamal Nasser, que murió el día 28 de un ataque al corazón.
Septiembre de 1970: cientos de mujeres marchan en El Cairo en homenaje a Gamal Nasser, que murió el día 28 de un ataque al corazón. Afp

La visibilidad política de las corrientes islamistas

Fue a partir de los años 80 cuando el éxito del islamismo (islam político) y de la reislamización (islamización de la moral), tras el fracaso del panarabismo basado en la modernización pero sin democratización, vino acompañado de un velo masivo para las mujeres. A partir de entonces, el uso del nuevo velo (hiyab) garantizó «la visibilidad política de las corrientes islamistas».

A lo largo de veinte años, los actores islamistas y de reislamización se propusieron controlar el cuerpo –asimilado a una desnudez que hay que ocultar– de una gran parte de la población femenina difundiendo a gran escala y de forma recurrente el postulado del velo obligatorio asociando «la mujer con velo» con «la buena musulmana», a través de asociaciones, mezquitas, canales por satélite y redes sociales.

Como Youssef Al-Qaradawi, miembro destacado de los Hermanos Musulmanes, que ha contribuido a la reislamización de la «masa ortodoxa» presentando un programa religioso en el canal Al-Jazeera seguido por varios millones de arabófonos, que propugna explícitamente el velo masivo de las mujeres musulmanas.

A partir de la década de 1980, las mujeres que no llevan velo son objeto de una descalificación islamista generalizada y trivializada, dentro de las sociedades musulmanas y en otros lugares, que las equipara a las mutabarijât –un concepto coránico que se refiere a las mujeres paganas preislámicas de «moral relajada»–, lo que da lugar a que se les ponga el velo tanto a las activistas reislamizadas como a las mujeres «normales».

Nuestra investigación de campo, entre 2006 y 2011, sobre los discursos de influyentes actores de Hermanos Musulmanes y salafistas en Europa y el mundo árabe, muestra que el fenómeno del velo masivo de niñas y mujeres está directamente relacionado con el activismo de islamistas y reislamizadores en contextos musulmanes y en otros lugares.

En efecto, el velo forma parte del proyecto social islamista –cuyo modelo de sociedad es la mítica época de Medina del siglo VII– basado en una moral sexual patriarcal, una asignación de las mujeres al espacio privado –como esposas y madres– con un acceso al espacio público condicionado por el uso del velo, y la reivindicación de la primacía de la ley islámica (la sharía), que legaliza y santifica la inferioridad de las mujeres.

Siguiendo el ejemplo de Jomeini, que obligó a las mujeres a llevar el chador nada más tomar posesión en 1979, los talibanes, que llegaron al poder en Afganistán en agosto de 2021, impusieron el velo y sustituyeron el Ministerio de Asuntos de la Mujer por el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio.

En Egipto, la patria del islamismo, la reislamización desde abajo –el activismo islamista destinado a islamizar la moral a través de las asociaciones y las universidades en particular– se traduce en la generalización del velo: cerca del 90 % de las mujeres llevan velo.

Vídeo. Protesta de mujeres egipcias, en 2011.

El argumento de la autoridad religiosa sobre la obligatoriedad del velo, utilizado por todos los actores islamistas y de reislamización, se basa en dos versículos del Corán –que se refieren a la vestimenta de las mujeres– que, sin embargo, no estipulan que se deba cubrir la cabeza. Además, en la exégesis coránica medieval, el velo constituye un signo de distinción social entre las mujeres libres, que están obligadas a llevarlo, y las esclavas, que se ven obligadas a quitárselo, como atestiguan las fuentes escritas citadas a continuación.

El velo: distinción social entre mujeres libres y esclavas

El corpus coránico contiene 6 236 versículos, de los cuales solo dos se refieren a la vestimenta femenina y no mencionan que se deba cubrir la cabeza, a saber:

Y di a las mujeres creyentes que bajen la mirada, que guarden su castidad y que no muestren sus galas más que en apariencia, y que se pongan sus velos (khumurihinna) sobre sus pechos. (24 : 31)

En cuanto al versículo 59 de la sura 33, todos los exégetas medievales, como el famoso comentarista At-Tabari (m. 923), le atribuyen exclusivamente una función de distinción social entre las mujeres libres, a las que se les pide que lleven un manto, y las esclavas, a las que se les ordena que se lo quiten y de las que se dice que, por desgracia, pueden ser agredidas sexualmente.

«Llevar el manto muestra a los hombres que no son esclavas, lo que evitaría que se vieran perjudicadas por opiniones o la exposición a una lujuria malsana. (At-Tabari, m. 923) Ibn Jarir Al Tabary (224-310/839-923)

Además, la gran mayoría de las mujeres con velo, convencidas de que se someten a un mandato religioso coránico, ignoran –al igual que las feministas postcoloniales que defienden el derecho de las mujeres a llevar el velo– la función discriminatoria inicial del velo de las mujeres libres respecto a las esclavas, que sin embargo está presente en las fuentes escriturales medievales. De hecho, estas últimas incluyen relatos de violencia contra las esclavas que se atrevieron a llevar el velo de las mujeres libres por parte del segundo califa del Islam y compañero del Profeta Umar Ibn Khattab (m. 644).

Ibn Taymiyya (m. 1328) dijo: «El velo es propio de las mujeres libres pero no de las esclavas. La práctica de los creyentes en la época del Profeta y de los califas era que las mujeres libres llevaban velo mientras que las esclavas permanecían descubiertas. Cuando 'Umar ibn al-Jattab (que a Dios complazca) veía a una esclava con velo, la golpeaba y le decía: '¡Tonta, te vistes como las mujeres libres!'».

Además, la postura de los actores del Islam ideológico, que asimilan el velo a un acto de fe, también se contradice con las fuentes religiosas. El imán Malik (m. 796), fundador de una de las cuatro escuelas jurídicas suníes, autoriza a la esclava musulmana a rezar sin velo.

«El Imam Malik dijo sobre la mujer sirviente que reza sin velo: 'Esta es su vestimenta habitual'»

La función de distinción social del velo entre mujeres libres y esclavas, descrita explícitamente en las fuentes escriturales, es completamente ignorada por los actores islamistas y de reislamización a favor del velo religiosamente obligatorio porque saben muy bien que, en la lógica de la sharia, la ausencia de elementos de aplicación (en este caso, la abolición de la esclavitud) daría lugar a la desaparición de esa práctica.

Punta de lanza

En su proyecto social, los actores islamistas y de reislamización utilizan el velo como punta de lanza para controlar el cuerpo de las mujeres, por un lado, y para hacer visible el Islam en el espacio público, donde solo las mujeres deben llevarlo.

Más allá de que respetemos la libertad individual de las mujeres con velo, que a menudo están motivadas por convicciones religiosas sinceras, nos parece importante destacar el patriarcado sacralizado de los gestores contemporáneos del Islam ortodoxo e ideológico.

De hecho, estos últimos –aparte de los yihadistas– mantienen una relación de geometría variable con el corpus coránico, aceptando, por ejemplo, historiar los numerosos versículos explícitos sobre la esclavitud (cf. en particular el versículo 71 de la sura 16), el combate armado, la yihad (cf. en particular, los versos 5 y 29 de la sura 9), pero se niegan categóricamente a discutir el estatus del velo, cuyos versos son más que discutibles, mientras que sacralizan y absolutizan los versos relativos a la autoridad marital (verso 34 de la sura 4), la poligamia (verso 3 de la sura 4) y la desigualdad en la herencia (verso 11 de la sura 4) con el fin de mantener los privilegios masculinos.

Por último, en las sociedades de mayoría musulmana afectadas por el islamismo y la reislamización, hay feministas que se posicionan explícitamente y públicamente sobre esta limitación de la vestimenta que afecta exclusivamente a las mujeres, como es el caso de la Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas, que declara:

«Oponerse al velo no es rechazar a las mujeres que lo llevan, sino rechazar el velo como horizonte político de las mujeres».

Este artículo ha sido publicado en The Conversation.

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