Un regalo para Diaa
Un lector dejó en mi buzón dinero para ayudar al pequeño que perdió a su familia en un bombardeo israelí sobre Gaza
mikel ayestaran
Corresponsal. Jerusalén
Sábado, 28 de diciembre 2019, 00:32
Diaa vive con su abuela. Su nuevo hogar en el campo de refugiados de Dir Al Balah dista apenas trescientos metros de su antigua casa, borrada del mapa tras un bombardeo de Israel. En la medianoche del 14 de noviembre, uno de los llamados «bombardeos quirúrgicos» del Estado judío mató a nueve miembros de la familia de este pequeño de 11 años, entre ellos sus padres, mientras dormían. Diaa salvó la vida de milagro y corrió y corrió, descalzo, hasta la casa de su abuela en busca de refugio.
Aunque en Gaza no hay lugar seguro, encontró un nuevo hogar en los brazos de su abuela y allí sigue. Vuelve cada día a visitar el cráter en el que se encontraba su casa. Pasea descalzo entre la arena en busca de objetos de un pasado que nunca volverá, una vida robada por un «error de inteligencia». En un comunicado inusual, las fuerzas armadas admitieron que su ataque «se dirigió contra una posición considerada como militar, aunque se trataba en realidad de un recinto no cerrado en el que había civiles». El Estado Mayor ordenó «reducir en lo posible la repetición de hechos irregulares semejantes». Hechos que se repiten una y otra vez.
Yo me encontré a un Diaa roto, confundido. Dos días después del bombardeo deambulaba entre los escombros como un muerto en vida. Repetía de forma automática lo que vivió durante el ataque. No escuchaba. No atendía. Rompía a gritar, a llorar. Caía en largos silencios. ¿Qué se puede esperar después de haber sufrido algo semejante? Los flashes no tardaron en apagarse, Israel prometió abrir una de esas investigaciones que no llevan a nada pero sirven para limpiarse la cara ante los medios, las autoridades de la Franja exhibieron el caso como un nuevo crimen de guerra del enemigo, pero una vez logrado el eco mediático pasaron página y Diaa pasó a ser un número en la larga lista de víctimas de este conflicto.
Olvidado por todos, menos por un lector o lectora que, en medio de la vorágine informativa del día a día, tuvo la entereza de recortar el reportaje publicado en este periódico sobre la desgracia de Diaa. En lugar de recurrir a organismos internacionales o agencias de ayuda humanitaria se dirigió al buzón de la casa de quien firmaba la crónica e introdujo un sobre anónimo con «su grano de arena» para ayudar al pequeño Diaa.
Esta ayuda es doble. Yo se la entregaré a Diaa en cuanto regrese a Gaza y, como profesional, me siento consolado porque veo que mi trabajo ha servido para sensibilizar a alguien hasta el punto de hacer este esfuerzo de ayuda directa. Después de tantos años de guerras y desgracias, uno pierde la esperanza. Piensas que a nadie le interesa lo que cuentas porque son temas muy lejanos y lamentas que tu trabajo no logre cambiar las cosas. En lugares como Gaza la gente está cansada de la prensa, contamos sus calamidades una y otra vez, pero los únicos cambios son negativos. Se fortalece la ocupación y tan solo en la ofensiva de 2014 Israel mató a 2.500 personas, la mayoría civiles, según la ONU, y no pasa absolutamente nada. Pues bien, algo ha pasado. Esa carta es para Diaa, pero también para los que estamos en esa lucha del día a día, lanzando mensajes a una opinión pública anestesiada e inmune al dolor lejano. ¡Muchas gracias!