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Una persona controla con el mando la temperatura de aire acondicionado. Óscar chamorro
Mantener una vivienda a 26 grados en verano cuesta cien euros al mes

Mantener una vivienda a 26 grados en verano cuesta cien euros al mes

Dos millones de hogares que sufren pobreza energética por el calor deben elegir entre el confort térmico y comida o asistencia sanitaria

Álvaro Soto

Madrid

Martes, 19 de julio 2022, 00:05

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Congelados en invierno y achicharrados en verano. Cuando llega el buen tiempo, los dos millones de hogares que sufren pobreza energética en España tiemblan, pero de miedo. Mantener su vivienda a la temperatura adecuada supone una dificultad añadida a sus problemas económicos, y si pueden hacerlo, es a costa de elegir entre encender el aire acondicionado o comprar alimentos variados. El 14% de los españoles no puede conseguir que su casa esté a 26 grados durante las olas de calor, según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE y de la Fundación Foessa, la entidad de Cáritas especializada en conocer la situación social del país.

En muchas ocasiones, se trata de viviendas sin aire acondicionado o sin ventiladores, pero tener estos aparatos de refrigeración tampoco garantiza librarse de la canícula. Para simplemente encenderlos, sin lujos, Foessa estima que una familia de cuatro miembros gastará 25 euros a la semana, unos 100 al mes. La cantidad es menor a la que se requiere en invierno, cuando se necesitan 40 euros semanales –160 mensuales– para que la casa esté a 21 grados, pero representa un desembolso enorme en estos hogares. «Las familias se encuentran en una encrucijada: priorizar el aire acondicionado frente a la comida, los fármacos o asistencia terapéutica como dejar de llevar a los niños al dentista. Se trata, en cualquier caso, de graves impedimentos para desarrollar una vida saludable», explica Raúl Flores, coordinador de Estudios de Cáritas España y secretario técnico de Foessa.

EL DATO:

  • 25 euros por semana le cuesta a una familia de cuatro miembros tener la casa a 26 grados. En invierno, estar a 21 grados supone 40 euros semanales.

«El riesgo de pobreza aumenta con las altas temperaturas, los elevados precios de la electricidad y la pérdida de poder adquisitivo en muchos hogares que, aun disponiendo de aparatos aire acondicionado, temen la factura que puede llegar si los utilizan», corrobora Yolanda Picazo, coordinadora del área de Energía de la Asociación de Ciencias Ambientales, que estudia, entre otros fenómenos, la pobreza energética. Esta entidad aconseja a las familias con más dificultades usar ventiladores, que consumen mucha menos electricidad que el aire acondicionado. «Un ventilador gasta como una bombilla, mejora la sensación de confort y baja la sensación térmica de una habitación entre dos y tres grados», subraya Picazo.

Malos aislamientos

Todos los factores contribuyen a que sean las familias con menos recursos las que sufran más las olas de calor. Sus casas, habitualmente más antiguas, están mal aisladas y los aparatos eléctricos son también de peor calidad. «Nos encontramos con la paradoja de que personas con menos poder adquisitivo pagan más factura de la luz en verano que otras con más recursos. Y eso se explica en que sus aires acondicionados o sus frigoríficos tienen etiquetas C o D, mientras que en las casas más ricas tienen A y A+», apunta Raúl Flores.

Además, quienes residen en las ciudades, y sobre todo en las zonas con más densidad de población, padecen otro agravante: están en las 'islas de calor', territorios en los que la contaminación, el asfalto o las emisiones de los aires acondicionados elevan la temperatura en algún grado más.

Organizaciones ecologistas como Greenpeace ya consideran tan importante la lucha contra el calentamiento global como la mitigación de sus efectos entre la población más necesitada. «No tenemos más remedio que hacerlo porque los fenónemos meteorológicos extremos ya están aquí», afirma, con resignación, Pedro Zorrilla, portavoz de Cambio Climático de esta ONG.

En España, 1,3 millones de familias están adheridos al bono social. Pero el número de beneficiarios debería duplicarse para llegar a todos los que sufren pobreza energética porque entre quienes reciben ahora esa prestación se encuentran algunas personas mayores cuya situación económica, sin ser boyante, tampoco es dramática. «Todas las medidas que se han puesto en marcha ayudan, pero son tiritas para heridas muy grandes. Tenemos que seguir trabajando para hacer valer el derecho a una vivienda digna y al suministro de las necesidades básicas de las familias», remata Flores.

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