León baja a su Morenica y abre la Semana Santa

El silencio ante su plegaria, ante una novena que aún no acaba, pronto se convirtió en una espiral de nervios que crecía ante la emoción del momento.

Los mozos no podían aguantar más las ganas de acercarse a la Señora del Mercado y pronto empezaron los movimientos.

Ahora los focos están delante de un acto que no hace mucho era íntimo para los que un día fueron chavales de la calle Herreros y que ahora ponen su hombro, y lo que haga falta, para que la Antigua de León se entregue a sus fieles cada Viernes de Dolores.

Cumplió el Mercado con la ceremonia que da inicio de forma oficiosa a la Semana Santa de León. Lo que un día fueron decenas se convierten ahora en centenares de personas arropando el protocolo.

Escalinata de nueve peldaños para que el descenso cumpla con la lógica y se haga por el altar; atrás quedaron los años de recogida por el camarín y paso por la puerta de la sacristía.

La Morenica ya se encuentra en su trono, lista para procesionar por las calles de su viejo reino, tras un acto que el párroco, Manuel Fláker, se encargó de envolver de solemnidad.

Tras la bajada, siempre observada por el sacerdote, la talla del siglo XV a la que se le atribuyen varios milagros, uno de ellos recogido en la mano del hijo yacente, tocaba subirla y asentarla en el paso.

La tensión por lo emotivo generó algún que otro malentendido entre los mozos, pero todo queda en el barrio.

Manuel Fláker pronunciaba una oración mientras la virgen se encaminaba al trono. «Es un momento muy emocionante después de tanto tiempo. Es una virgen que despierta el sentimiento de toda la ciudad», reconocía el párroco. Mismo carácter le imprimía el mozo Julio Cayón, uno de los encargados de la bajada. «Hay que hacerlo con maña más que con fuerza, porque no pesa mucho. La clave es evitar resbalones, que para eso está ella, y estar tranquilos hasta llevarla a su trono».

Por su parte, Pablo San José tenía un recuerdo «para buenos amigos que se han ido» y emocionado señalaba a la tradición del paso de brazo, de abuelos a padres y de padres a hijos, que llevaba a pujar con corazón a la Morenica. Además, el cronista oficial, Máximo Cayón, recordaba lo inmemorial de una procesión y de toda la devoción que la Señora del Mercado genera en León.

Era hora de vestir a la señora de León. Para su procesión se engalona con un terciopelo carmesí, color de su ciudad, que según cuenta la leyenda fue confeccionado en India y donado por una feligresa, quedando a encargo de las Concepcionistas su cuidado y su custodia el resto del año. A ello suma la nueva toca, donada por el hermano Juan Carlos Campo, y se le colocan las joyas y la corona, que pronto espera adquiera más valor tras cumplir con la coronación canónica que avanza.

Las caras hablaban por sí solas. Tras dos años de pandemia no estaban todos. Pero la tristeza pronto quedaba revestida de seriedad y tenacidad para aportar el granito de arena que permitiera que todo saliera bien. No está ya don Enrique, ni Tibu, uno de los mozos que siempre se hacía notar -y escuchar- en la iglesia.

Nuestra Señora del Mercado estaba lista. El trabajo había finalizado. Tres años después de la última bajada, la virgen se encontraba en posición para procesionar. Pero eso será este viernes, el suyo, el de Dolores, en el que regrese a las calles de León para decirle a la ciudad que ya es hora de Semana Santa.

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