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IBARROLA
No toques a mi bebé

No toques a mi bebé

ABRIENDO EL COMPÁS ·

Pediatría está desbordada, no dan abasto, así que por favor si ven a un bebé que no es el suyo, no le toquen las manos, y aún menos se las besen

Miércoles, 28 de diciembre 2022, 09:42

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No todo lo que trajo la pandemia fue tan malo. Soy de los que piensan que, como mínimo, dos hábitos deberían haber venido para quedarse.

El principal, el lavado de manos, el de verdad, el de aguantar un minutito, sana y necesaria costumbre que mucha gente había apartado de su rutina.

Solo tenías que sentarte en un restaurante en plena pandemia y ver como desfilaba el personal hacia el cuarto de baño para lavarse las manos según entraba en el local.

La cosa comienza a aflojar a medida que se difumina el miedo, y sino observen ustedes mismos cuando vayan estos días a comer a ver cuantos son los que pasan por la higiene previa.

Y ahí va la segunda, no por ello menos importante, la maravillosa ausencia de contacto físico en los saludos y presentaciones, y por supuesto, la jubilación de los clásicos dos besos.

Iluso de mí, vivía convencido de que estas coherentes costumbres se mantendrían en el tiempo, pero me equivoqué. También creí finiquitados aquellos actos sociales insulsos y sin personalidad que se repetían sin mucho sentido en el tiempo, donde estaban siempre los mismos, haciendo lo mismo y hablando de lo mismo.

Yo nunca he sido muy de besos, en ese sentido me considero un poco 'cardo'. Todavía hoy recuerdo cómo me jodía siendo niño que mis padres me obligaran a besar a todas aquellas señoras amigas de la familia. Por lo general los niños no quieren dar besos y mucho menos a un pariente del pueblo que jamás ha visto y que cuando besa pica y se ceba agarrando carrillos.

El día de San Juan nació mi hijo Telmo entre 'terribles sufrimientos' de su madre que se llevó una segunda cesárea. Las grandes faenas van siempre con una buena cornada, porque ya se sabe que los toreros valientes tienen claro que solo hay dos puertas para salir, o la puerta grande o la enfermería, y en este caso, como no podía ser de otra manera, se abrieron las dos.

Pasear con tu bebé es una gozada, pero ojo con el estrés que supone el marcaje del personal. Un bebé es un ser indefenso, que por lo general suele ir feliz en un carro mientras ve las luces de Navidad o simplemente mientras observa un mundo nuevo y desconocido para él.

Con la pandemia, manteníamos la distancia de seguridad hasta para saludarnos de un coche a otro, pero ahora, con un bebé y con lo que eso supone, la gente no sé por qué razón asalta el carrito hasta encajar la cabeza dentro del capazo.

Si la situación se quedase ahí, quizá estaríamos dispuestos a asumir el riesgo, pero aquello se suele complicar cuando tocan y cogen e incluso acarician la mano del niño, como si fueran anchoas sobadas a mano.

Un monumental brote de bronquiolitis está colapsando muchos de nuestros hospitales, en algunos de ellos con más de cuarenta bebés ingresados, lo que han provocado que se tengan que habilitar nuevas estancias.

Habitaciones con hasta cuatro niños ingresados y algunas de ellas sin ventanas (por lo visto en el CAULE existen), con lo importante que es la ventilación y no solo por los miasmas, sino también por aquello de poder distinguir el día de la noche, con lo que eso conlleva.

Pediatría está desbordada, no dan abasto, así que por favor si ven a un bebé que no es el suyo, no le toquen las manos, y aún menos se las besen, esos simples gestos de ternura se convierten en auténticas balas cargadas de virus y bacterias que pueden complicarles mucho sus hasta ahora pocos meses de vida. ¡Déjenles en paz y quiéranse más así mismos!

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