De casa a casa. Así viaja la fe en muchos de los pueblos de la provincia de León. Imágenes de escayola rodeadas de flores y hechas de madera que, visible tras el cristal, envuelven la figura religiosa que hace que, de vecino en vecino, la fe llame a todas las puertas.
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Esta tradición, que lleva años formando parte de la historia de los pueblos, se ha seguido conservando con el paso de los años. «Recuerdo que, desde que era un niño, en mi pueblo natal ya se realizaba esta práctica», confiesa Eliecer Melón, sacerdote del valle de Omaña.
En los inicios de esta práctica, la imagen representativa religiosa viajaba cada 24 horas de casa en casa. Los vecinos eran los encargados de ir moviéndola y pasaba una vez al mes aproximadamente por todo el pueblo, dependiendo de su población.
Con el paso de los años y la notable despoblación de los habitantes, las figuras comenzaron a ocupar más tiempo en los hogares. Días e incluso semanas en las que las figuras se convertían en un amuleto de protección y cuidado. «Se trata de una forma sencilla de pasar por casa esa convivencia y vivencia propia de Dios», asegura Melón.
La figura, que contiene un depósito para recaudar fondos para pequeños «arreglos» de la propia iglesia del pueblo, es un aporte que se suma por parte de los vecinos. «Es una manera de que la fe se extienda y llegue a cada casa».
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En Riello, localidad del valle de Omaña, la Sagrada Familia es la imágen que viaja por las casas de todos sus vecinos. Un viaje que, en los últimos años se ha ido alargando debido a que cada casa «tiene libertad para poder decidir el tiempo que la quiere tener».
Según confiesa Eliecer, la fe de tener en casa la figura no es solo para rezar a los que ya se han ido, sino para rezar a los que están. Enfermedades que llegan a nuestra vida, enfermos o, incluso, conectar «más de cerca» con ello.
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Las colaboraciones económicas para las parroquias mediante esta tradicional técnica son «pequeñas» pero «necesarias». «Es una forma de invocar la realidad, no solo de los que se van sino como, desde la vida, la convivencia y la relación entre todos para hacer un diálogo constante».
Este hábito se realiza en cadena, pasando por todas las casas salvo que los mismos no quieran recibirla. Con una experiencia «distinta» en casa hogar, las familias deciden si hacer «gracia de encuentro o perdón.
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Camino Robles lleva toda su vida abriendo sus puertas a la Sagrada Familia. Un momento de «ilusión» en su hogar que espera durante todo el mes. «Cuando éramos más en el pueblo únicamente estaba un día pero ahora puede pasar incluso una semana en casa», explica. La figura religiosa que viaja por las calles de Corbillos de la Sobarriba representa al «Patriarca San José junto con su familia».
El maestro Don Toribio regaló la figura al pueblo mientras ejercía sus labores como docente hace muchos años. Una figura que rodea un altar al que rezar cuando llega, y el que recibe con oraciones. Con rezos al despertar y al dormir, Robles confiesa pedir salud y «que nos ayude».
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Tras perder a su marido y a su hermana, la fe sigue siendo parte de sus días. «Al patriarca San José para que nos alcance una buena muerte y nos de salud», confiesa. Con velas en su último día en casa, cuida de la figura esperando su vuelta.
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