Emma Vega, trasplantada de riñón: «La insuficiencia renal es una enfermedad silenciosa»
La leonesa cumple, en menos de un mes, un año de su trasplante y destaca la lucha y la fuerza de quienes se encuentran aquejados por esta afección
«En el segundo embarazo de mi hija no pude estar presente», relata la leonesa Emma Vega de entrada. «Me estaba sometiendo a diálisis tres días a la semana, lo que me imposibilitaba viajar a Londres, que es donde residía». Sufre de riñones poliquísticos, trastorno genético que provoca el crecimiento de muchos quistes en el interior de esos órganos. Este tipo de enfermedades son hereditarias, por lo que todos los componentes de la familia (la madre, las tías, la hermana y el hermano) nacieron con esta afección, y deben someterse periódicamente a revisiones, hemodiálisis y, con el tiempo, exponerse a un trasplante de riñón. «Cuando nació mi hija, fue el momento en el que los médicos nos comentaron que lo mejor sería hacernos pruebas. A mí y a ella, cuando alcanzara más edad», afirma.
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Hace memoria: su madre recibió un trasplante de riñón, que duró 36 años. Eso le dio ánimo y esperanzas cuando llegó el momento de su operación. «Acababa de nacer mi hija, y nos llamaron del hospital para decirnos que había un donante para mi madre. Recuerdo que subí corriendo a decírselo a una vecina, y las únicas palabras que salían de mi boca eran estas: 'estoy muy contenta'».
Dos trasplantes, dos vidas y dos historias
Vega López ingresó en el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid el 18 de noviembre de 2022 para recibir su primer trasplante. Pruebas y más pruebas hasta que el reloj marcó las 8:00 horas de la mañana. En ese momento, el tiempo se paró. Tres horas y media de operación, según relata. Acompañada por su marido y su hijo. Allí, con ella, aunque en la sala de espera. Una vez terminada la intervención y tras 48 horas en el complejo asistencial vallisoletano, malas noticias: el riñón no funcionaba correctamente un coágulo tapaba una vena y debían revertir la operación. «Ya está, esto va a ir muy bien»,y «no fue así», según su testimonio. «Revirtieron la operación y empecé la hemodiálisis otra vez». Vega recuerda que en aquellos momentos «entras con mucha ilusión, y es difícil asimilar que las cosas no van bien y como tú pensabas que iban a ir. Regresar a León fue duro, y rehacer el camino andado, también». Su familia constituyó uno de sus grandes apoyos, junto a los compañeros de la Asociación Alcer de León.
«No perdí la esperanza. Sabía que había un riñón para mí, y no iba a dejar de luchar», expresa con firmeza Enma Vega. Tras su vuelta a León, comenzó otra vez: tres días a la semana, hemodiálisis durante cuatro horas. La música y los libros, principalmente novelas y de autoayuda, fueron sus grandes compañeros, que le amparaban, pues intentaba que las manillas del reloj corrieran más rápido. No obstante, «la hemodiálisis te deja agotada. Depende del día, evidentemente, pero sueles acabar muy cansada, no solo por el proceso de estar sentada tanto tiempo, sino por tener que someterte a una intervención tan dura y en periodos muy cortos de tiempo». La hemodiálisis consiste en un tratamiento médico que se encarga de filtrar y limpiar la sangre cuando los riñones ya no pueden realizar esta función. Las recomendaciones del galeno eran claras. Salir a pasear y seguir una dieta estricta (evitando la sal y otros aditivos), además de tomar las medicinas indicadas por los profesionales. Marcaban el día a día de la leonesa.
Así durante dos años y medio
Una vez que se produce la esperada llamada, comienza otro proceso: los preparativos de la operación. El objetivo: mejorar la calidad de vida y llevar una normalidad. La diálisis, a la que se someten numerosos leoneses a lo largo del año, debe realizarse cada tres días a lo largo de cuatro horas, en las que el paciente está conectado a una máquina. Los pacientes, además, deben restringir los líquidos, principalmente agua, y los alimentos ricos en sodio, potasio y fósforo. Asimismo, deben seguir un plan de alimentación específico, siempre indicado por un dietista. «Normalmente, te comunican la intervención con unas 24 horas de antelación, por lo que casi no tienes tiempo para asimilarlo», afirma Vega López. Se formula «una recomendación de tener una maleta preparada con lo necesario para salir inmediatamente al hospital». En su caso, «y por mi condición genética y hereditaria, disponía de la experiencia con mi madre». Pero siempre «está la incertidumbre del '¿qué pasará?' ahí».
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La leonesa recibió una nueva llamada, el 30 de agosto de 2024, desde el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid: había un donante, iba a tener un nuevo riñón. Enma Vega comenzó su viaje con «mucha ilusión», aunque «con miedo por lo que pudiera pasar». Iniciaba una nueva vida el 1 de septiembre. La operación había resultado exitosa y el riñón funcionaba correctamente. A lo largo de 15 días, además de someterse a numerosas pruebas y reconocimientos, se adaptaba a su nuevo riñón. Posteriormente, desde Valladolid la derivaron al Hospital Universitario de León. «Me insistieron en que llevara una vida lo más normal posible». Reconoce que «el miedo y el nerviosismo porque todo vaya bien sigue ahí. Es algo que no desaparece». Sin embargo, añade con firmeza: «Tenía muy claro que no me iba a rendir, que iba a luchar, no solo por mi familia, sino por mí misma. Me lo repetí en muchísimas ocasiones: 'esto no va a poder conmigo'».
Una nueva oportunidad
Es un testimonio vívido. Habla con sinceridad. «Estoy muy agradecida a mi donante. No tengo palabras para expresar mi agradecimiento», comenta Enma Vega, muy emocionada. La leonesa explica el proceso a la hora de recibir un órgano, «entras en una lista de espera. No importa el número que tengas en esa lista, sino que el órgano donado cumpla los requisitos necesarios para que sea compatible con uno mismo». Precisa: «Cuando más sano estés o en mejores condiciones te encuentres, mayor es tu porcentaje de compatibilidad». Sucede que «si tienes enfermedades o algún problema, la situación se complica». De ahí la insistencia médica «en atender a los cuidados lo máximo posible, y que sigamos todas las indicaciones y el tratamiento».
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Y después de la operación una de las primeras cosas que hizo fue viajar. «La libertad que tienes tras la operación, y cuando todo va bien, nadie se la puede imaginar», admite la leonesa. Londres fue el destino elegido. Allí disfrutó de la compañía de su hija y de sus nietos. Ahora ve la vida de otra forma, agradecida por la oportunidad y animando a los compañeros de Alcer o amigos que se encuentran en la antesala de la operación. «No perder el ánimo es lo más importante». Enma Vega destaca la fuerza mental, clave ante este tipo de enfermedades, que califica como »silenciosas», ya que no se ven ni se sienten, pero están ahí.
Dentro de nada, el próximo 1 de septiembre, celebrará el cumplimiento de un año de la operación. Está decidida, con una visión clara: «hay mucho que celebrar y mucho que agradecer». Una nueva oportunidad y una nueva vida, ante una enfermedad dura para quien la padece y para quien acompaña.
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