Boris Johnson, comparece para informar de las restricciones por el coronavirus. Reuters

Cuando los británicos dejaron de ser diferentes

Boris Johnson ha implementado restricciones similares a las de otros países, abandonando su vía única de mitigación

Iñigo Gurruchaga

Londres

Jueves, 26 de marzo 2020, 19:59

Las encuestas de las firmas YouGov e Ipsos sobre el coronavirus decepcionarían a los británicos que se creen diferentes del resto del mundo y a quienes creen que los británicos son raros. Entre españoles y británicos no había diferencia, el 4 de febrero, en el porcentaje de quienes se consideraban bien informados (17% de españoles, 16% de británicos) sobre la epidemia. En Italia sumaban el 9%.

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A final de febrero, el 56% de japoneses creía que la pandemia afectaría a sus finanzas. También el 41% de italianos y el 32% de británicos. Franceses(22%) y alemanes(19%) eran los más confiados. Hace seis días, casi tres de cada cuatro italianos creía que iba a contraer el virus. Lo temían también el 48% de los británicos y el 44% de los españoles.

Las preguntas de los encuestadores se prestan a la ambigüedad y los sondeados parecen responder afectados por las circunstancias concretas de su país, pero en la lista de documentos de demoscopia que los asesores científicos han presentado al comité de seguridad(COBR) del Gobierno británico no hay datos excéntricos sobre las poblaciones europeas.

El grupo de investigadores británicos sobre epidemias, de matemáticos, médicos, historiadores, psicólogos, antropólogos, políticos,… dedicados al coronavirus decidió, sin embargo, emprender un camino diferente al de otros países europeos- la mitigación de la transmisión en vez de su supresión- hasta que hace diez días Boris Johnson adoptó medidas similares de restricción de contacto social y movimiento.

Ian Boyd, profesor de Biología en la Universidad de St. Andrews y exmiembro del Grupo Científico Asesor de Emergencias(SAGE), que responde a las preguntas técnicas que le remite el supremo COBR, ha explicado en 'The Conversation' la mecánica del asesoramiento, que se alimenta de subcomités de especialistas en nuevos virus, en modelos aplicados a la sanidad o en psicosociología de conductas.

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«Si hay algunas veces diferencias entre el enfoque de Reino Unido en la gestión de la epidemia del Covid-19 y la de otros países, casi con absoluta seguridad estarán profundamente enraizadas en un asesoramiento consensuado que se forma con la participación de un gran número de expertos técnicos de todo el país», escribe Boyd. «Muy pocos países han establecido este tipo de sistema».

El Gobierno ha publicado 35 documentos elaborados por el comité asesor. Ofrecen información, por ejemplo, sobre la medición del impacto que tendrían en la reducción de infecciones o de muertes cada una de las restricciones que se han aplicado en diferentes países. Como es frecuente que se hayan impuesto todas al mismo tiempo, siguiendo el ejemplo de China, los datos reales son genéricos.

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Los miembros del subcomité sobre la viabilidad de restricciones calculaban- de nuevo sin datos empíricos- que las más aceptadas serían el aislamiento de quien haya dado positivo y de los que comparten su vivienda, también el de los mayores de 65 años. El aislamiento de los mayores reduciría también el mayor número de muertes, según una evaluación compartida por especialistas en modelos y en conducta social.

Baile de datos

Ya en los primeros documentos que elaboraron los asesores científicos se subrayaba la visión esencial de la evolución de la epidemia que llevó a la adopción de la política de mitigación. El consenso de los británicos era un escepticismo sobre la duración de los efectos de la supresión. El curso histórico de las nuevas gripes es que la población se infecta hasta alcanzar inmunidad al virus como grupo.

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Graham Medley, profesor en la Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical, afirmó en la BBC, el 13 de marzo, que el mejor remedio sería enviar a los vulnerables a una esquina del país y a los demás a infectarse de virus en otra costa. Como es imposible, la mejor epidemia tendría que ser larga y suave, según Medley, para que la mayoría adquiera inmunidad y la sociedad no se enfrente a nuevas olas.

Sir Patrick Wallance, Jefe de la Asesoría Científica del Gobierno, siguió el comentario de Medley, miembro de su comité, cifrando en el 60% de la población un umbral posible para la inmunidad grupal. Los portavoces del primer ministro desmintieron a medios inquietos que el Gobierno desease la infección de la mayoría de la población.

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El grupo de investigación sobre epidemias en el Imperial College envió ese fin de semana al comité otro documento. Decía que la estrategia británica iba a fallar porque el porcentaje de pacientes hospitalizados en Italia e ingresados en unidades de cuidados intensivos es mucho mayor que en China, Singapur o Corea del Sur, los países analizados en un documento de tres días antes.

Si se repetían en Reino Unido los porcentajes de Italia, el sistema hospitalario sería desbordado por una proporción de 8 a 1, el número de muertes podría alcanzar las 250.000. El primer ministro pidió ese lunes el distanciamiento social voluntario, y a los infectados, mayores y vulnerables aislamientos más largos y estrictos. La supresión era ya la única estrategia posible.

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Los documentos no responden incógnitas sobre los preparativos desde enero o la lentitud en el aislamiento radical de mayores y vulnerables. Johnson se escuda en el seguimiento, «escrupuloso», del «mejor asesoramiento científico» para justificar sus decisiones. La coda de esta historia es que un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford afirma ahora que el 50% de los británicos ya están infectados.

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