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Tusk (i) y May. Efe
El 'brexit' orbita sobre una prórroga larga

El 'brexit' orbita sobre una prórroga larga

La Unión Europea exigirá a Reino Unido respeto a su acción política y le plantea una 'salida dura' el 1 de junio si no participa en las elecciones europeas

Salvador Arroyo

Corresponsal en Bruselas (Bélgica)

Martes, 9 de abril 2019

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«Hay momentos en los que se debe dar tiempo al tiempo». Con esta reflexión, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, emplaza a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete a considerar este miércoles en Bruselas su propuesta de una prórroga larga al 'brexit'; «una extensión flexible, que durará sólo lo necesario y no más de un año». El polaco, que preside la institución que coordina a los Estados miembros de la Unión Europea (UE), ratifica así la idea que órbita desde el viernes en Bruselas y que se contrapone al margen de espera que ese mismo día requirió Theresa May a sus colegas por carta, el 30 de junio. Tusk dice que sí, que hay que escuchar la opción británica, pero que la suya ahorrará muchos sobresaltos y cumbres de urgencia como la que se celebra allí mañanae. Sea una u otra la opción definitiva, lo evidente es que habrá prórroga. El culebrón no acabará este viernes. Aunque sí que habrá que contener la respiración hasta el 1 de junio.

Por partes. Que el 'brexit' se iba a llevar otro aplazamiento era algo más que una sospecha. Pese a los mensajes de doble cara (estamos preparados para un 'no acuerdo' «más inminente que nunca», pero trabajamos para el acuerdo) la angustia del divorcio caótico no se ha disipado. Por ello desde hace días se abrazó la estrategia tardía de May de buscar un pacto con su opositor, Jeremy Corbin. Y se consideró de gran valor la voluntad de la británica de preparar a su país para las europeas.

Y este martes el borrador de conclusiones de esta cumbre lo recogía negro sobre blanco. Es solo un borrador y, por tanto, susceptible de tachones y añadidos. Pero parece poco probable que su sentido gire de forma radical. «La UE acepta una extensión para posibilitar la ratificación del Acuerdo de Retirada». Esa extensión debería durar «sólo el tiempo que sea necesario y, en cualquier caso, no más allá de [XX. Xx. Xxxx]». Esas equis son las que tienen que despejar este miércoles los líderes. «Si el acuerdo de retirada es ratificado por las dos partes antes de esa fecha, la salida tendrá lugar el primer día del siguiente mes». Es el párrafo clave.

Pero el siguiente aporta otra pista sustancial. Y eso nos lleva al 1 de junio. El texto subraya que la prórroga no puede «socavar» el funcionamiento normal de las instituciones comunitarias. Y concreta que si Reino Unido no ha ratificado el acuerdo antes del 22 de mayo, la víspera de celebrarse las elecciones europeas (del 23 al 26), deberá participar en el proceso. Y si no lo hace, la salida tendrá lugar el 1 de junio». En la práctica, por tanto, hay un nuevo 'deadline' (fecha límite). Aunque en el contexto actual (se está en modo constructivo) deba leerse como un 'por si acaso' ante otro posible giro en los acontecimientos. May no quiere llegar a ese punto, no quiere la participación en los comicios. Pero se ha comprometido a hacerlo si no le queda más remedio. Y, de hecho, ya ha comenzado con los preparativos. Lo que la UE plantea aquí es una cláusula preventiva. por si el caos político de Londres la acaba engullendo.

A partir de ahí, el texto filtrado del documento que tendrán los jefes de Estado y de Gobierno sobre la mesa entra en la redacción potencialmente menos modificable. Incide en que el Acuerdo de Retirada de 585 páginas no se va a reabrir y que «cualquier compromiso, declaración u otro acto unilateral debe ser compatible con la letra y el espíritu» del mismo; que la extensión no puede ser utilizada por el Reino Unido para iniciar negociaciones sobre su relación futura, aunque sí está dispuesta a reconsiderar el contenido de la declaración política (el otro documento del 'brexit' que precisamente se refiere a ese horizonte); y que durante la extensión Reino Unido seguirá siendo un Estado miembro con «todos los derechos y obligaciones» de acuerdo con el Artículo 50 (el que regula este proceso) y que tendría incluso derecho a revocarlo «en cualquier momento».

Y el temor de fondo, el miedo a que la acción política de la UE sea dinamitada por un socio que tiene ya un pie fuera, se expresa apelando también a la promesa de May en su carta del pasado viernes de «cooperación leal y constructiva». En esa línea se fija una obligación: Reino Unido «facilitará el cumplimiento de las tareas de la UE y se abstendrá de cualquier medida que pueda poner en peligro el logro de los objetivos de la Unión». Es más, plantea que los Veintisiete y la Comisión Europea seguirán reuniéndose por separado (sin los británicos) «para discutir los asuntos relacionados» con el divorcio.

Pero ¿y las equis? Aquí es donde se cuela la propuesta de Tusk. Que convenza a los líderes es otra cuestión. Pero, al menos, lo argumenta. El presidente del Consejo Europeo en la invitación formal que les gira en forma de misiva antes de cada cumbre se apoya en los precedentes de este embrollo para insistir en dar más tiempo al tiempo. «Nuestra experiencia hasta el momento, así como las profundas divisiones dentro de la Cámara de los Comunes, nos dan pocas razones para creer que el proceso de ratificación (del Acuerdo de Retirada, rechazado ya en tres ocasiones) puede ser completado a finales de junio».

Y considera que establecer el límite del 30 de junio que pide May «aumentaría el riesgo de una sucesión de extensiones cortas y cumbres de emergencia, la creación de nuevas fechas al borde del acantilado», lo que seguiría eclipsando la acción de los Veintisiete en los próximos meses. El cortoplacismo intensificaría las incertidumbres de empresas y ciudadanos y, al mismo tiempo, generaría un riesgo mayor de que el 'brexit' acabe saltando en mil pedazos, argumenta. Ese accidente que nadie quiere.

Su fórmula a un año y «flexible» (si Reino Unido valida el Acuerdo de Retirada antes, podría irse) «proporcionaría mayor seguridad y previsibilidad» al eliminar la amenaza de una sucesión de plazos límite y «en caso de un estancamiento» de la negociación interna británica favorecería que Reino Unido «reconsiderase su estrategia». Todo ello, siempre sobre el supuesto de que Reino Unido volviera a ocupar los 73 escaños que le corresponden en el Parlamento Europeo, aunque fuese de forma temporal. Una fórmula que obligará a dar marcha atrás en el reparto. 46 se habían reservado para futuras ampliaciones de la UE. Y los 27 restantes se distribuyeron entre 14 países (España recibe 5).

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