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El Trofeo Vince Lombardi, entre los cascos de los Patriots y los Rams, contendientes en la Super Bowl LIII. Kirby Lee-USA TODAY Sports
Cuando el fútbol americano mata lentamente
Super Bowl LIII

Cuando el fútbol americano mata lentamente

Diversos estudios científicos han demostrado una relación entre los golpes repetidos en la cabeza que sufren los jugadores y el deterioro cerebral que apaga la vida de muchos de ellos

Gianrigo MARLETTA (COLPISA / AFP)

MIAMI

Viernes, 1 de febrero 2019, 12:25

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Cuando los New England Patriots y Los Angeles Rams se enfrenten este domingo en la Super Bowl LIII, Matt Morrall no podrá evitar pensar en los últimos años de vida de su padre, fallecido como muchos exjugadores de fútbol americano por problemas degenerativos en su cerebro ligados a la dureza de este deporte.

En su despacho de Fort Lauderdale, en Florida, Matt Morrall luce una imponente escultura de un jugador de fútbol americano. Es uno de los dos trofeos de MVP que su padre recibió durante su larga y brillante carrera en la NFL, entre 1956 y 1976. Earl Morrall, dos veces ganador de la Super Bowl, entró en la leyenda con los Miami Dolphins en la campaña 1972-1973 como la única temporada perfecta de la historia, con 17 victorias y ningún tropiezo.

Morrall murió en 2014 con 79 años «después de cinco o seis años difíciles», relata su hijo a la AFP. «Mi padre disputó 21 temporadas en la NFL y, durante ese periodo, recibió muchos golpes en la cabeza ya que en esa época los quarterbacks no estaban tan bien protegidos como ahora», recuerda Matt, un abogado de 61 años. «Cuando murió, una encefalopatía traumática crónica (CTE) de estadio 4 le fue diagnosticada. Sufría las primeras muestras de demencia, de Parkinson y de Alzheimer», detalla.

«Lo más duro fue ver su deterioro. Tenía una voz que escuchábamos por la televisión durante los partidos a pesar de los gritos de la gente. Al final de su vida, sufría de parálisis vocal a causa de la enfermedad de Parkinson, estaba mucho menos presente y tenía dificultades para expresarse», recuerda su hijo. «Sólo pesaba 66 kilos, no podía comer ni tragar. De hecho, ya no era autónomo a los 79 años. En nuestra época, no eres tan viejo a esa edad», lamenta.

Millones de dólares en indemnizaciones

La encefalopatía traumática crónica es una enfermedad que persigue al fútbol americano y a la NFL desde principios de este milenio, cuando varios estudios científicos demostraron una relación entre los golpes repetidos en la cabeza que sufren los jugadores y el deterioro cerebral.

El estudio más reciente, en julio de 2017, fue llevado a cabo tras analizar tejido cerebral de 111 jugadores que pasaron por la NFL y que fallecieron de manera prematura. El CTE fue detectado en 110 de ellos.

Las denuncias de unos 4.500 exjugadores y sus familiares desde 2010 llevó a reaccionar a la NFL, que aseguró haber dedicado millones de dólares a investigación e indemnizaciones, además de cambiar las normas.

«Sólo la naturaleza repetitiva de este tipo de golpes explica esta patología pero también está el tipo de impacto, la intensidad, la posición de la cabeza en el momento del choque...», explica el profesor Sergio Gonzales-Arias, neurólogo de la Universidad Internacional de Florida.

A escasos dos días para su gran final, seguida por más de 100 millones de telespectadores sólo en Estados Unidos, la NFL anunció que el número de conmociones cerebrales descendió un 29% en un año (135 esta campaña por 190 la anterior) gracias a las nuevas normas puestas en liza esta temporada. «Estamos satisfechos por la evolución a la baja pero aún queda mucho trabajo por hacer», señaló Jeff Miller, vicepresidente y encargado de los asuntos de salud y seguridad de la competición.

Matt Morrall está seguro de ello. «No creo que los niños deban jugar al fútbol (americano) con placajes. No hasta que no lleguen al instituto», apunta. Morrall sigue de cerca este deporte, a pesar de todo. «El fútbol americano puede tener un lugar en la vida de cada uno. Es un deporte que te enseña grandes lecciones sobre la vida que podemos utilizar pero me gustaría que los niños estuvieran protegidos y que las reglas evolucionaran para proteger a todo el mundo», concluye.

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