Un joven hostelero leonés, a la tarima del culturismo: «Ser un musculitos de fachada no vale nada»
David Caballero, de 26 años, compagina el entrenamiento en gimnasio con la restauración y acaba de lograr el segundo puesto en el Open Nacional de la Ribera
No perdió la sonrisa en ningún momento. Una vez en la tarima, al que denominaron como «el hombre de bronce», debido al tinte que le daba sensación de escultura, pudo «disfrutar» y demostrar la ilusión que llevaba.
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Fue su primera vez en una prueba deportiva de culturismo amateur y David Caballero Basora no defraudó. Este leonés, de familia hostelera y con negocios del sector en la ciudad, lograba el segundo puesto en el Open Nacional de la Ribera disputado en Murchante. Era la primera vez que competía y se llevó el reconocimiento. «Me sentí grande y en mi espacio».
Durante la exposición, el jurado valoró un físico «de abdomen increíble, muy buen pectoral y una parte superior muy buena». El objetivo deportivo estaba conseguido, era el debutante y solo quedó por delante un participante «que no era natural»; sin embargo su meta va mucho más de un físico. «Lo importante no es mover el hierro, sino el progreso mental», reconoce después de lograr este reconocimiento que le otorga billete para el Open de Ávila y le abre las puertas al Nacional Amateur de Culturismo.
David tiene 26 años. Su madre es dominicana y su padre de Villamuñío. Empezó con el gimnasio hace seis años, cuando volvió del Erasmus, mientras estudiaba su carrera de Recursos Humanos. «Empecé a entrenar porque quería experimentar hasta dónde era capaz de llegar mi cuerpo». Poco a poco su cuerpo fue cambiando, se cuidaba más, e intentó crecer desde la mente: «Ser un musculitos de fachada tampoco vale para nada».
De la mano de su entrenador Sergio Álvarez, este joven reconoce lo «duro» de pasar hambre en las sesiones de carga y descarga. Para superarlo, apuesta por crear hábitos y comer bien. En su día a día hace «pasos sin fin», hasta tres horas de cardio, entrena dos horas y media, come muy pocos hidratos y aún saca tiempo para compaginarlo con la hostelería y la especialización que está estudiando. En la semana previa a la competición, la dieta es aún más estricta: cuatro días bebiendo ocho litros diarios, los tres siguientes solo 1,2 litros y el día de la prueba absolutamente nada hasta que sale de la tarima. Y la comida sin sal ni aceite y a base de producto natural. «Lo difícil no es competir y enseñarte en bañador, es estar estar todo el año privándote por tu elección». Todo un reto constante.
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«La hostelería necesita actualizarse y más cariño»
Su meta no es ser un culturista profesional; su reto es lograr «perseverancia y constancia» que pueda aplicar a sus negocios de hostelería.
Su familia lleva 45 años dedicada al sector. Él trabajó de camarero cuando era bachiller y universitario. Ahora, en su aún corta experiencia laboral, cree que la restauración «necesita ser actualizada y más cariño».
Por ello sigue estudiando sobre gestión, para «hacer mejor las cosas», y con el objetivo de «lograr que la gente marche con la sonrisa que yo tuve en la tarima».
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