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Aitor Sáez (i), junto a un guerrillero. A. S.
Retrato de un país de extremos en la posguerra

Retrato de un país de extremos en la posguerra

Aitor Sáez recorrió los rincones de Colombia en pleno proceso de paz para encontrar las historias de los que no tienen a quién contarlas

Doménico Chiappe

Lunes, 11 de junio 2018, 00:01

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 «Sobrevivir» es la palabra clave de un trabajo periodístico, inscrito en la tradición más narrativa, sobre las secuelas de uno de los conflictos más longevos del mundo, el que se libró a tres bandas entre las guerrillas, los paramilitares y el Estado colombiano, con invitados como el narcotráfico y las agencias secretas norteamericanas. «Sobrevivir significa vivir después de un determinado suceso que ha puesto en peligro tu vida», escribe, como particular glosario, Aitor Sáez (Barcelona, 1990), en su libro 'Crónicas de una paz incierta', editado por Círculo de Tiza.

«No quería hacer un periodismo llorón, de pornomiseria», asegura Sáez, de paso por España, antes de volver a Bogotá para luego emigrar a Ciudad de México. «Quería aprovechar el sentido de superación del colombiano. Ha seguido adelante con jolgorio, alegría y religión. Hay historias increíbles de resiliencia y empoderamiento». Para hallarlas, este corresponsal de la televisión alemana DW viajó por la geografía de Colombia. Empezó por la ribera del río Magdalena, cuna del 'paramilitarismo'; siguió hacia Antioquia, corazón de las FARC. Después el Cauca y Tumaco, paupérrimas zonas repletas de violencia; Chocó, hábitat del ELN; la frontera de Cúcuta, destino de contrabando venezolano; y ciudades como Bogotá, que vivió gran parte de la guerra de refilón; y Medellín, fortín de Pablo Escobar.

Durante dos años, desde 2016, escuchó cientos de historias de los habitantes sin poder, casi sin nombre, casi sin patria. Desplazados, abandonados, huérfanos. Derrotados e indiferentes ante la gran victoria del tratado de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla más vieja del planeta. «Primero fui a Puerto Triunfo y Puerto Boyacá», recuerda Sáez. «Esos meses eran un periodo de gracia, y podía llegar a puntos donde antes de las negociaciones de paz era imposible llegar, y que ahora tampoco son accesibles por el repunte de la violencia. Por los caminos encontraba las historias de 50 años de conflicto. Hago un trabajo sobre el terreno, no un tratado político-histórico».

Biodiversidad

En las más de quinientas páginas de crónicas de su libro se dibuja el retrato de un país dividido, uno que se contrapone al otro, incluso para votar a favor de un proceso de paz que no se aprobó en el plebiscito y que debilitó al artífice, Santos, hasta el punto de que su sucesor a la presidencia no llegó a la segunda vuelta. «Colombia es el segundo país con más biodiversidad del mundo, no sólo en fauna y flora, sino también a nivel humano», dice Sáez. «El conflicto no se vivió de la misma manera en el Pacífico o en la selva. La realidad es mucho más compleja que lo que se ve en los despachos desde Bogotá, donde se dividen los bandos de manera muy clara. Pero las víctimas en muchos casos no saben qué grupo armado perpetró su desdicha. Por ejemplo, me impactó el testimonio de una mujer que había sido secuestrada once años por un grupo armado, y convertida en esclava sexual, pero que, como no sabía leer, no podía decir qué decía en sus brazaletes para identificarlos».

Una paz incierta, escribe Sáez en su título, sin demasiado optimismo. «La paz nació por decreto, sin la legitimidad de la población», afirma. «Sobre el papel era una maravilla, pero el Congreso obstaculizó lo que hacía falta para llevarlo a la práctica. Hoy sólo se ha implementado el 20% de lo necesario para que resulte. He visto una gran desilusión en las zonas de desconcentración de las FARC, con exguerrilleros temerosos de que los maten». Las historias, como la de Manuel Velandia, un defensor del colectivo LGTB que ha sufrido atentados con bomba destinados a callarle, están enhebradas por la propia experiencia del periodista.

«El libro no está elaborado como una novela. Hago un collage, que tiene pincelada en primera persona, para amenizar y mostrar impresiones, pero sin quitar el foco a los verdaderos protagonistas», dice quien también conoció la realidad colombiana por los libros de Fernando Vallejo y García Márquez, y que sigue el acontecer a través de 'La silla vacía' y 'Verdad abierta'.

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